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miércoles, octubre 29, 2025

Escondido en el ropero

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Hay distintas maneras de encarar eso que se denomina periodismo de investigación. Y en las encrucijadas de este género tan político como polémico, Waldo Cebrero se nutre de distintas tradiciones. El resultado es Ropa prestada, un libro hipnótico en el que aborda los crímenes perpetrados por la policía de Córdoba de la década del setenta y sus ecos, que resuenan como el estallido de una bala desde la vuelta de la democracia hasta la actualidad.

Las primeras páginas tienen un tono íntimo. Hay una escena familiar en la que un padre y un hijo encuentran, en el ropero, un saco de pana azul con insignias doradas y una gorra de visera dura. Vicente, el chico, pregunta si se trata de un disfraz o de la ropa que usa el abuelo para trabajar. Después lo recorre con las manos y dice, como si fuera un juego, “Dale, pa, poneteló”.

Escondido en el ropero

El uniforme en cuestión perteneció a Raúl Pedro Telleldín. ¿Cómo llegó ahí? ¿Por qué está guardada entre las remeras y los pantalones de un niño, junto a todo aquello que da vueltas por la casa y no tiene un lugar?

Escribe Cebrero que el proyecto de hacer un libro sobre el policía al mando del Departamento de Informaciones (D2) le llevó años de trabajo, de búsqueda de datos. En el transcurso consiguió, entre otras cosas, el traje que el represor había usado en sus años de servicio: “Me acerqué a sus hijos, entrevisté a militares y a policías condenados por crímenes contra la humanidad, escuché a sus víctimas y junté decenas de expedientes. Pero nunca pude escribir una línea y el proyecto quedó archivado, como el uniforme”.

Parte del problema de reconstruir la figura de uno de los personajes más oscuros del pasado reciente es que enfrenta al autor a su propia condición de hijo y nieto de policías, a descubrir incluso que su apellido puede resonar en la sala de audiencias donde prestan declaración las víctimas de la última dictadura militar. Porque “Mi apellido es el apellido de policías, de muchos policías. Siempre hay un policía que es Cebrero y es de mi pueblo”.

Escondido en el ropero
Waldo Cebrero.

Para revelar los aspectos sádicos del carácter de Telleldín, narra escenas crudas, de desapariciones forzadas, tortura y asesinatos. También muestra su falta de escrúpulos y su precisión a la hora de pergeñar cada movimiento de esa división especial de las fuerzas policiales encargada de la persecución y espionaje político que fue la D2.

Ahora bien, en un ida y vuelta permanente entre lo personal y lo colectivo, Ropa prestada muestra que reducir la historia a la lucha entre buenos y malos es desconocer su complejidad.

En este sentido, uno de los testimonios más impactantes del libro es el de Carlos, el hijo del represor que hizo célebre el apellido, a nivel nacional, por su vínculo con el atentado a la AMIA. En sus palabras, dotadas de devoción ante la figura paterna, se relativiza la incontable evidencia de la crueldad de Telleldín.

Sin desconocer su rol en el terrorismo de estado, la voz de Carlos presenta a su padre como el hombre de confianza de Perón, como el encargado directo del derrocamiento del gobierno de Obregón Cano, como una pieza central en la historia cordobesa.

“Secretamente, envidio a Carlos” dice Cebrero. “Envidio la admiración que siente por su padre”.

Como ocurre en las mejores páginas de Emmanuel Carrère, las contradicciones que atraviesa el autor en el curso de la investigación y en el mismo proceso de escritura aparecen en primera persona.

En vez de esconder el conflicto que supone explorar en una institución como la policial -una institución inscripta en el propio árbol genealógico -, lo hace explícito. Entonces, la crónica histórica adquiere matices de bitácora personal, se abre a los recuerdos familiares, a la rutina diaria. Y en el devenir cotidiano aparece su pareja embarazada, la ilusión de la hija por llegar, la necesidad de hacerle lugar a sus cosas en el ropero donde aún está escondido el uniforme de Telledín.

A su vez, el juego especular entre lo público y lo privado, entre el pasado y el presente, da cuenta de un complejo entramado de víctimas y victimarios que se hace visible en cada caso de gatillo fácil, en cada hecho reciente que pone en evidencia las formas enquistadas del ejercicio del poder policial.

Una de las muestras más acabadas e impactantes de esa conexión invisible aparece en los capítulos dedicados a Fernando Albareda. Porque su historia comienza con la desaparición de su padre, en 1979, y termina con su detención, en 2024, tras ser acusado del asesinato de su madre. “De alguna manera”, sostiene Cebrero, “el crimen de Susana comenzó con el asesinato de Fermín en manos de Telleldín.”

Ropa prestada está signado por interrogantes, por descubrimientos desgarradores. Fluye con el vértigo de la crónica, indaga en los claroscuros de la historia. En este sentido, Cebrero corre el riesgo de habitar la incomodidad en primera persona y escribe un libro necesario para repensar la relación entre lo personal y lo colectivo, entre las coordenadas del pasado y los caminos del presente.

Redacción

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