Carolina Winograd es una de las voces más auténticas y potentes del bienestar femenino en el mundo hispano. Fundadora de Kaliope Glow y creadora del método RESETEATE, acaba de lanzar “Vivir sin fecha de vencimiento” (Ed. Planeta) un libro que desafía los mandatos culturales que dictan que después de cierta edad ya no somos suficientes.
En diálogo con LatamNoticias, conversamos sobre su libro y mucho más.

¿Qué te inspiró a escribir Vivir sin fecha de vencimiento?
Este libro nació de una experiencia muy real: la mía. Durante años viví en modo “rendimiento”, corriendo detrás de todo lo que creía que tenía que sostener. Hasta que mi cuerpo empezó a mostrar las señales de un agotamiento profundo: estrés crónico, inflamación, insomnio, envejecimiento prematuro. Ahí entendí que no se trataba de seguir sumando, sino de desconexión. Que estaba sobreviviendo, no viviendo.
A partir de ese quiebre, comencé un proceso de transformación que después se convirtió en mi método y, finalmente, en este libro que busca mostrar que no somos víctimas del paso del tiempo, sino de cómo lo habitamos. Hoy acompaño a mujeres de todas las edades —a volver a habitar su cuerpo, su energía y su deseo—, a liberar la tensión que las apaga y a reconectarse con ellas mismas.
¿Hubo algún momento o crisis personal que marcó el inicio de este camino de transformación?
Sí. Hubo un momento en que el cuerpo me pidió detenerme. No fue una enfermedad puntual, sino varias patologías, una suma de señales que sistemáticamente yo emparchaba o con las que me acostumbré a convivir durante años.
En una sociedad que glorifica la juventud, ¿por qué creés que seguimos asociando la edad con pérdida y no con oportunidad?
Porque crecimos con una narrativa donde envejecer es sinónimo de deterioro.
Nos enseñaron a esconder el paso del tiempo como si fuera una vergüenza, en lugar de vivirlo como una conquista. Nos obsesionamos con mantener la piel firme, pero dejamos caer lo esencial: el deseo, la curiosidad, el juego, la fuerza interna.
No es el cuerpo el que envejece: es la mirada con la que lo juzgamos, la forma en la que nos percibimos y nos aprisionamos. La edad no tiene porqué apagar, podemos trabajar para que depure, para que nos devuelva a lo real, a lo que queda cuando ya no necesitamos agradar ni sobrevivir. Ahí empieza la verdadera vitalidad: la que no depende del espejo, sino de la conciencia y de la forma en que abrazamos y honramos cada día de nuestra vida.
¿Qué mandatos sobre la edad te parece más urgente derribar hoy, sobre todo en las mujeres?
El mandato de la perfección permanente. Ya no se trata solo de ser jóvenes: ahora tenemos que ser “nuestra mejor versión” y además rendir. La exigencia cambió de forma, pero sigue pesando igual. Nos vendieron el bienestar como una nueva competencia. Y muchas mujeres viven agotadas tratando de alcanzar una versión ideal de sí mismas, que no existe. Creo que lo urgente es soltar esa exigencia de “estar bien” todo el tiempo y volver a la autenticidad. Habitar cada etapa con verdad, con ternura, sin miedo a la pausa, sin miedo a los años, ni a la imperfección. Porque la plenitud no es lucir impecable o como cuando teníamos 20: es poder tener salud, energía, un espíritu libre, un cuerpo que nos acompañe, una mente despierta y un corazón al mando.
Hablás de “resetear cuerpo, mente y espíritu”. ¿Qué significa eso en la práctica?
Significa volver a sincronizar lo que la rutina separó. El cuerpo acumula lo que la mente no procesa y el alma calla. Resetearte implica activar tu sistema linfático y respiratorio, descansar bien, nutrirte con conciencia, liberar emociones retenidas, y sobre todo, tomar decisiones que te devuelvan energía, autonomía y libertad. No se trata de “mejorarte”: se trata de volver a habitarte, de reconciliarte con tu valor, se trata de reconocer tu poder.
¿Cómo se conectan la neurociencia, la medicina china y la sabiduría emocional en tu propuesta?
La Medicina Tradicional China lo entendió hace miles de años: somos un todo. Cada pensamiento altera el pulso, cada emoción cambia la respiración, cada vínculo deja su huella en el cuerpo. La neurociencia hoy lo confirma: el cerebro es plástico, el cuerpo responde al sentido que le damos a lo que vivimos. Ellen Langer lo llama mindfulness activo: la capacidad de estar presentes, de no vivir en piloto automático, de permitir que la mente recupere su poder para influir en lo físico.
Mi método integra esas miradas. No se trata de “calmar la mente” o “activar el cuerpo” por separado, sino de volver a sincronizarlos. Cuando logramos esa coherencia, baja la inflamación, mejora el metabolismo, se equilibra el sistema nervioso y aparece algo más profundo: la sensación de estar vivas en tiempo real.
En el libro mencionás la importancia de reconectar con lo que nos da sentido. ¿Qué te ayudó a vos en ese proceso?
No fue una iluminación, fue un despojo. Tuve que detenerme y preguntarme qué ya no quería hacer, qué no quería perder. Volver a jugar, a crear sin deber, a sentir sin miedo.
El sentido apareció cuando dejé de correr detrás de lo que ya no quería, y empecé a elegir lo que realmente me enciende. No fue una reinvención: fue una reconciliación.
Hoy sé que vivir con sentido no tiene que ver con hacer más, sino con hacerlo desde el alma, con coherencia, con la intención de hacer el bien (a mí misma y a los demás) y con dicha, dicha que tantas veces se nos escapa y que podemos aprender a cuidar y a ejercitar como una forma de vida.
¿Creés que muchas personas viven “inflamadas emocionalmente”? ¿Cómo se manifiesta eso?
Sí, y más de lo que imaginamos. Hoy vivimos estresadas y sobrepasadas: con el cuerpo en modo defensa y la mente en modo exigencia. El cortisol se volvió nuestro combustible diario, y lo pagamos caro: ansiedad, insomnio, agotamiento, contracturas, bruxismo, envejecimiento prematuro, problemas metabólicos, problemas hormonales, problemas cardiovasculares, circulatorios, nerviosos, enfermedades autoinmunes.
La inflamación emocional no está solo en el cuerpo: está en la forma en que nos hablamos, en cómo nos exigimos, en cómo seguimos corriendo aunque el cuerpo pida freno. Somos nosotras las que peleamos con el cuerpo y con la mente, en lugar de tratarlos como aliados.
¿Sentís que las mujeres están liderando este cambio de paradigma sobre la edad?
Absolutamente. Las mujeres estamos marcando el pulso de un nuevo paradigma. Ya no queremos escondernos ni pedir permiso. Estamos redefiniendo lo que significa madurar, poner límites, y elegir desde la conciencia. Somos las que estamos desafiando los discursos del miedo y del deterioro, y encendiendo una nueva forma de vivir: con energía, con deseo y con verdad.
¿Cómo influye la cultura de la productividad en nuestra forma de envejecer?
Nos enferma. Nos hace creer que nuestro valor está en hacer, producir, rendir. Pero el cuerpo tiene su propio tiempo, y no siempre coincide con el de la agenda. Vivir corriendo envejece más que los años. En cambio, cuando aprendés a habitar el presente, el tiempo se vuelve un aliado.
¿Qué podríamos aprender de otras culturas que celebran la madurez en lugar de temerle?
Podríamos aprender a respetar el ritmo natural de la vida. En muchas culturas orientales, las canas son símbolo de sabiduría, no de pérdida. En las Zonas Azules, las mujeres mayores son el corazón de la comunidad. En cambio, en Occidente nos enseñaron a ocultar lo que la naturaleza nos regala. Recuperar esa mirada es un acto de sanación colectiva: honrar el cuerpo, el tiempo y la historia que habitamos.
El libro es un verdadero llamado a resetear cuerpo, mente y espíritu para vivir con plenitud, salud y propósito, sin importar los años. Winograd ofrece herramientas prácticas para desinflamar el cuerpo, calmar la mente, recuperar la energía vital y reconectar con el propósito propio.
Vivir sin fecha de vencimiento es más que un libro: es un manifiesto de vida, una revolución de autoliderazgo silenciosa. Porque no somos yogures. Porque nuestro valor no caduca. Porque aún estamos a tiempo de sentirnos más vivas que nunca.
Web Oficial del Libro
Vivir Sin Fecha de Vencimiento

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