
América Latina enfrenta un desafío estructural: la falta de talento tecnológico capacitado para cubrir las demandas crecientes del mercado laboral. Según Page Group y Korn Ferry, 1 de cada 2 posiciones en tecnología en la región no se llega a cubrir, generando una pérdida estimada de USD 96.000 por año por cada rol no ocupado. En esta línea, el Foro Económico Mundial agrega que más del 40% de los roles tecnológicos en América Latina enfrentarán vacantes críticas en los próximos cinco años debido a la escasez de talento capacitado. Este fenómeno amenaza la competitividad regional y su capacidad de impulsar la transformación digital, más crítica aún en la era de la Inteligencia Artificial.
Este déficit limita el crecimiento económico y deja fuera a millones de personas con potencial, que por distintas razones no acceden a oportunidades de formación de calidad ni a empleos en sectores de alta demanda.
El problema no se reduce a la disponibilidad de cursos o universidades. La cuestión central es cómo identificar y desarrollar talento donde el mercado tradicional ni siquiera lo busca. Muchas personas de comunidades y grupos en situación de vulnerabilidad o con trayectorias educativas no lineales poseen habilidades y motivación que podrían convertirse en competencias altamente valoradas si se implementan programas de formación integrales y accesibles.
La evidencia demuestra que la combinación de formación técnica especializada, el fortalecimiento de habilidades humanas y experiencias laborales reales, impulsa el desarrollo de este talento de alto potencial, pero sin acceso a oportunidades. No se trata únicamente de enseñar Machine Learning o Automatización; es necesario brindar mentoría, acompañamiento humano y una conexión directa con la dinámica profesional real. Este tipo de metodologías -como la Metodología de Triple Soporte de Guayerd– tiene resultados concretos: en programas con foco en empleabilidad, la tasa de inserción promedio alcanza el 52%, y quienes se insertan laboralmente incrementan sus ingresos en un 108%, transformando sus realidades a nivel económico, social y de proyección de vida.
“La tasa de inserción promedio alcanza el 52%, y quienes se insertan laboralmente incrementan sus ingresos en un 108%, transformando sus realidades a nivel económico, social y de proyección de vida.”
Abordar el déficit de talento requiere un trabajo articulado: colaboración entre empresas, gobiernos, instituciones educativas, organismos multilaterales y organizaciones sociales. La integración de diferentes actores permite diseñar programas relevantes, inclusivos y alineados con las necesidades reales del mercado, garantizando que quienes se forman puedan insertarse rápidamente y aportar valor desde su incorporación.
En un contexto donde los cambios impulsados por la tecnología son cada vez más veloces y disruptivos, invertir en formar talento de calidad y diverso se vuelve crítico y estratégico. Esta inversión tiene un impacto no sólo económico sino también social: promoviendo que personas de sectores menos favorecidos tengan la posibilidad de acceder a empleos bien remunerados, emprender proyectos propios o participar activamente en la innovación de sus comunidades. Reducir estas brechas en nuestra región significa empoderar a millones de personas para cambiar sus vidas para siempre, y contribuir a la transformación tecnológica y social que nuestra sociedad necesita para crecer de forma sana y sostenida.
Reducir estas brechas en nuestra región significa empoderar a millones de personas para cambiar sus vidas para siempre, y contribuir a la transformación tecnológica y social que nuestra sociedad necesita para crecer de forma sana y sostenida.
El reto es grande, pero también lo es la oportunidad: transformar la brecha de habilidades en una palanca de inclusión, productividad y crecimiento regional, logrando que la próxima generación de profesionales no sólo responda a la demanda del mercado, sino que contribuya a la construcción de un futuro más equitativo y potente.





