“El gran editor me llamó a su despacho”. En esa primera frase de Personaje secundario. La oscura trastienda de la edición, ya se nota que, además de haber sido editor, Enrique Murillo es un escritor. Concretamente, narrador: sabe que un buen relato siempre debe tener intriga, aunque sea imperceptible, como la sal o la levadura en la cocina. ¿Y qué es la intriga? Una pregunta. Que puede ser muy sencilla (¿qué querría el gran editor?), pero suficiente para asegurarse de que, por curiosidad, vamos a seguir leyendo. Hecho esto, nos pone en antecedentes. Sobre la época: 1969, en pleno franquismo. Sobre él mismo: un periodista barcelonés de veinticinco años, intentando mantener a su familia (dos hijos y uno más en camino, en un matrimonio de capa caída). Sobre el editor en cuestión: Carlos Barral, uno de los más influyentes del momento. Tras lo cual vuelve a la intriga: ¿para qué le llamaba?
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