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lunes, noviembre 3, 2025

Es matemático, empezó a escribir para cumplir un sueño y se convirtió en el historiador de la música uruguaya

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Fernando Peláez empezó a escribir para saldar una deuda emocional y terminó convertido en historiador musical. Matemático, profesor y ex Pro Rector de Enseñanza de la Udelar, es autor de varios libros fundamentales para entender la música uruguaya de la segunda mitad del siglo XX. A esa lista acaba de sumar Pueblo chico, infierno grande, sobre el álbum bisagra de Níquel, el grupo de Jorge Nasser.

Peláez, de 67 años, ingresó a la investigación musical con De las cuevas al Solís, un colosal proyecto en dos tomos que reconstruye los primeros capítulos del rock uruguayo. Cubre desde fines de los cincuenta hasta los primeros años de la dictadura y combina entrevistas, fotos inéditas, recortes de prensa y datos de discografías.

El proyecto nació en 1996, impulsado por sus compañeros de trabajo, sorprendidos por las anécdotas que contaba sobre grupos como Opus Alfa, que tocaban junto a emblemas argentinos como Pappo y Pescado Rabioso.

Peláez, criado escuchando a Días de Blues y testigo de algunos de los conciertos más importantes de la época, se lanzó a la aventura: hizo entrevistas, buscó contactos en guías telefónicas y envió cartas a artistas como Jorge “Flaco” Barral y Rubén Melogno, radicados en España desde los setenta.

El primer tomo apareció en 2002 y llegó hasta finales de los 60; el segundo, en 2004, fue de 1971 a 1975 e incluyó un CD con 24 temas, entre inéditos y rarezas. Ambos libros, 700 páginas en total, nacieron con un objetivo claro: llenar un vacío histórico, acercar a nuevas generaciones a una época de ebullición artística y reivindicar figuras locales.

“Cuando terminé, sentí que había cumplido el sueño de mi vida”, dice a El País. “En paralelo, seguía con mi trabajo como profesor de matemáticas, así que pensé que ya no iba a seguir escribiendo. Pero no fue posible: me empezaron a invitar a varios proyectos”.

En los años siguientes no solo trabajó en la biografía de Ruben Rada y en Rock que me hiciste mal (junto a Gabriel Peveroni), sino que fue curador de las muestras 20 bandas orientales del siglo XX y Níquel te muestra, sobre el grupo al que ahora le dedica un libro.

Este es su segundo aporte a la Colección Discos de Estuario: en 2020 publicó Días de blues, que desentraña el debut del power-trío y con el que recibió el Graffiti al mejor libro sobre música uruguaya. Ahora retoma esa línea con el penúltimo álbum de Níquel.

Pueblo Chico infierno grande.
Pueblo Chico infierno grande.

Foto: Estuario Editora.

Pueblo chico, infierno grande, publicado en 1996, fue un punto de quiebre en la historia del grupo detrás de clásicos como “Candombe de la Aduana” y “Gusano loco”. Fichados por el sello BMG, la banda estaba lista para su salto internacional. El primer paso fue Primate (1994), una recopilación que resumía su historia y que fue Disco de Platino en Uruguay.

Entonces llegó Pueblo chico, infierno grande, que, según relata Peláez, contó con la “libertad de usar todas las horas que quisieran en el estudio”. Esa posibilidad —todo un acontecimiento para la escena de la época— les permitió potenciar su faceta experimental. “Ya se habían arriesgado muchas veces, pero, como me dijo Jorge, cada vez que pateaban, la metían en el ángulo. Entonces, siguieron con esa idea, pero fue demasiado pretencioso”, explica.

El disco, de 18 canciones en 66 minutos, entrelaza rock a lo Stones como “Chicas de la esquina” y el potente blues “Mal presentimiento”, grabado con Pappo. Entre baladas como “Tu recuerdo” y “Tres veces nada” —con Alejandro Lerner— afloran varios experimentos. Peláez destaca “Milonga Hey!”, donde el género se fusiona con un shuffle; “Conferencia secreta”, donde el candombe dialoga con un patrón rítmico a lo Bo Diddley; y “Demasiados tangos”, con bandoneón.

Esas canciones, que pasaron desapercibidas, adquieren otra profundidad gracias a las entrevistas de Peláez con los implicados y a un agregado clave: en los pies de página aparecen los acordes y las notas de cada riff . Así, le hace justicia a ese salto internacional trunco, y logra eso que Nasser le dijo tras leer el libro: “El disco fue una rara avis, pero vos lograste atraparla”.

Redacción

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