La caída sostenida de la natalidad en la Argentina dejó de ser un dato estadístico para transformarse en una señal de alerta sobre el futuro económico, social y previsional del país. En la última década, los nacimientos descendieron más de un 40 %, según el Observatorio del Desarrollo Humano de la Universidad Austral. En ese contexto, Misiones -históricamente una de las provincias con mayor dinamismo poblacional- atraviesa un cambio demográfico profundo que redefine su estructura social.
En 2024, Misiones alcanzó su tasa bruta de natalidad más baja desde al menos 2003: 12,7 nacimientos por cada mil habitantes, de acuerdo con la Sala de Situación del Ministerio de Salud Pública provincial. Hace apenas una década, esa cifra duplicaba el actual registro: 23,9 por mil en 2015.
En números absolutos, durante 2024 se contabilizaron 16.680 nacimientos, la mitad de los que se registraban veinte años atrás.
La capital provincial, Posadas, concentró la mayor cantidad de nacimientos (4.195), seguida por Oberá (1.649), Guaraní (1.419), Iguazú (1.382) y Eldorado (1.247). En los departamentos más pequeños, como Concepción, Candelaria o San Javier, las cifras fueron sensiblemente menores, lo que evidencia un fenómeno paralelo de urbanización y concentración poblacional.
El descenso no es uniforme, pero el patrón es claro con un dato saliente: la fecundidad adolescente cayó abruptamente. En 2014 se registraban 97,6 partos por cada mil mujeres de 15 a 19 años; en 2024 la tasa bajó a 38,2. Entre las madres de 14 años, los nacimientos se redujeron más de un 50 %. Si en 2010 había 10.506 madres adolescentes, en 2022 fueron 6.985.
Las causas del fenómeno son múltiples. Por un lado, el mayor acceso a métodos anticonceptivos, la expansión de los derechos sexuales y reproductivos, y el cambio en los valores sociales respecto de la maternidad y la paternidad. Pero también influye el contexto económico, que desalienta la planificación familiar numerosa. El costo de vida, la falta de vivienda propia y la precarización laboral pesan al momento de decidir tener hijos.
“En Misiones, la caída de la natalidad refleja tanto avances en planificación familiar como un desafío futuro en términos de envejecimiento y estructura del empleo”, reconocen técnicos del Ministerio de Salud. Las proyecciones indican que, si la tendencia continúa, la provincia pasará de ser una de las más jóvenes del país a un territorio de crecimiento poblacional moderado, con impacto directo en los sistemas educativo, sanitario y previsional.
El Censo 2010 mostraba que una mujer misionera tenía en promedio 2,5 hijos. Doce años después, el promedio descendió a 1,7, por debajo del nivel de reemplazo generacional (2,1).
La curva se invirtió drásticamente en apenas una generación. En 2004, Misiones tenía más del 46 % de su población menor de 18 años; en el Censo 2022 esa proporción cayó al 32%, aunque sigue siendo la más alta del país.
La consecuencia inmediata es una reducción de los hogares con niños. En 1991, el 56 % de las familias misioneras tenía al menos un menor de 18 años; en 2022 esa cifra bajó a 44 %.
Los sociólogos advierten que el cambio altera la estructura familiar, los patrones de consumo y la demanda de infraestructura educativa y de salud.
Un fenómeno global, un desafío local
La baja natalidad no es exclusiva de la Argentina. Investigaciones de la Universidad de Washington publicadas en The Lancet proyectan que **el 97 % de los países** tendrá una fuerte caída de fertilidad hacia 2100. El planeta, hoy con 8.200 millones de habitantes, podría tener entre 6.300 y 8.800 millones a fin de siglo.
Sin embargo, en economías emergentes como la argentina -y particularmente en provincias como Misiones- el fenómeno se da antes de haber alcanzado altos niveles de desarrollo, lo que amplifica sus efectos sociales.
Una menor natalidad implica menos jóvenes en edad productiva, menos aportes al sistema previsional y mayor presión sobre las generaciones activas.
El debate no es solo demográfico, sino también filosófico y económico. La doctora en Filosofía Danila Suárez Tomé sostiene que el problema no es la baja natalidad, sino que el sistema previsional sigue descansando sobre un modelo pensado para la Argentina de los años ’60: “No se trata de tener más hijos para pagar jubilaciones, sino de repensar cómo cuidamos a las personas a lo largo de toda su vida”.
El dilema es urgente. Si la tasa de fecundidad se mantiene en niveles inferiores al reemplazo, Misiones -como el resto del país- deberá revisar su estructura de empleo, su esquema previsional y su red de cuidados.
En un contexto donde el 43 % del empleo es informal y apenas una fracción aporta al sistema, la sostenibilidad futura dependerá más de reformas estructurales que de la cantidad de nacimientos.
A diferencia de épocas pasadas, en las que el crecimiento poblacional se consideraba un indicador de desarrollo, hoy las sociedades más educadas y con mayor bienestar tienden a tener menos hijos.
El desafío para Misiones y para la Argentina es cómo adaptar las políticas públicas -de salud, educación, empleo y previsión- a una nueva realidad donde nacer será cada vez menos frecuente.
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