El simple ejercicio de mirar para arriba en tu propia ciudad puede cambiarlo todo. Una prueba de ello es Adriana Cichero, conocida en redes sociales como “la reina de las cúpulas”, ya que gracias a su fanatismo por conocer estas ornamentaciones de los edificios de Buenos Aires se volvió una referente en el tema y sus videos recorriéndolas se viralizaron en redes sociales.
La creadora de contenido ya visitó más de 50 e inició el primer censo de cúpulas porteñas hace unos años, que sigue en construcción, con un registro de casi 300 cúpulas. “Hay que tener una actitud de turista en tu propia ciudad”, aseguró en diálogo con LA NACION.
Si uno levanta la vista 45 grados en la ciudad, puede ver que en la azotea de muchos edificios se erigen unas grandes estructuras curvas con forma de campana. Estas cúpulas son un sello distintivo de la ecléctica arquitectura porteña. Varían en tamaño, color y materiales; sin embargo, todas tienen una historia qué contar. Buenos Aires tiene algunas muy famosas como la del Congreso Nacional, la de la confitería El Molino, la del Palacio Barolo, la del Edificio Bencich y la del edificio Otto Wolf, entre otras.
Ese atractivo mundo arquitectónico fue lo que llevó a que una de jefa de administración en una empresa de emergencias médicas se transforme en una de las voces autorizadas para hablar de cúpulas, sin ser profesora de historia o arquitecta. “Solo soy una curiosa”, aseguró Adriana.

Para Adriana el amor por las cúpulas empezó desde muy pequeña cuando su padre la llevaba a pasear a la Plaza Congreso y ella se quedaba obnubilada mirando la gran cúpula verde del edificio del poder legislativo. “La de El Molino también me encantaba, pensaba que eso era un cuento y que había hadas”, recordó.
El tiempo pasó y ya en su juventud, trabajando en el centro porteño, tampoco podía evitar maravillarse con la esquina de las cinco cúpulas, en Diagonal Norte y Florida. “Ahí empecé a conectar con mirar para arriba, con mirar las fachadas, a ver con otros ojos la ciudad y maravillarme con lo que había. Hay que tener una actitud de turista en tu propia ciudad. Sacaba fotos y lo disfrutaba muchísimo”, aseguró.

Con su pasión por las cúpulas y su oficio como fotógrafa amateur, Adriana empezó a subir contenido de estas estructuras en su cuenta personal de Instagram. “Me había propuesto sacarle fotos a todas las cúpulas de la ciudad y así estuve dos años hasta que en 2021 me decidí a llamarme la ‘reina de las cúpulas’ por recomendación de una amiga. Ahí la cuenta creció un montón“, aseguró.
A partir de su trabajo, Adriana se propuso la titánica tarea de realizar un censo de cúpulas, una tarea que nadie había hecho hasta el momento. “Cuando empecé, un chico me escribió y me dio una base de datos vieja que decía que había 400 cúpulas en Buenos Aires, pero estaba bastante incompleto. Armé mi propia base de datos y ya llevo registradas casi 300 cúpulas. Además, pude visitar unas 54″, precisó. En su cuenta de Instagram, un link lleva un mapa donde Adriana colocó cada una de las ornamentaciones que registró.
Si algo caracteriza la arquitectura de Buenos Aires es su variedad, su trazado variopinto. Si uno mira para arriba, casi ningún edificio es parecido a otro. No obstante, dentro de este eclecticismo hay construcciones que se destacan y esas sin dudas son las distintas cúpulas desperdigadas por los barrios más antiguos. Estas coronaciones ampulosas corresponden a una época dorada de la ciudad, donde los arquitectos podían darse esos lujos.
“Muchas se hicieron entre fines del 1800 y 1930, que fue un momento de auge económico que tuvo el país. Se podían permitir gastar en herrería, luces, ventanas, terminaciones. Se pensaron para hacer la ciudad similar a lugares de Inglaterra, Francia e Italia. Las cúpulas comenzaron con las iglesias y después pasaron al plano civil”, explicó Adriana y aclaró la función que tenían: “Se hacían como para rematar el edificio y para señalizar las esquinas”.
Contrario a lo que muchos pueden pensar, dentro de las cúpulas, pocas veces hay algo interesante. “La mayoría son solamente ornamentales, es decir, de decoración, como un sombrero. Cuando entras en muchas no hay nada, son cuartos pequeños”, contó. En las más grandes puede haber oficinas, de depósitos y hasta salones que se aprovechan con actividades culturales.

Adriana se define como una apasionada por lo que hace y es este entusiasmo lo que la llevó a ser un poco fotógrafa, un poco arquitecta y hasta un poco profesora de historia. “Cada vez que voy conociendo nuevas cúpulas, trato de averiguar sus historias, busco en los libros, investigo. Es todo un trabajo artesanal encontrar los archivos”, aseveró.
Fue este trabajo minucioso lo que la llevó a volverse muy popular en redes sociales, donde su cuenta de Instagram cosecha más de 44 mil seguidores y sus videos alcanzan cientos de miles de reproducciones. Además, su cuenta fue reconocida por la Legislatura porteña como de “Interés Cultural” por difusión arquitectónica
“A la gente le encanta. Muchos me escriben y me dicen ‘empecé a mirar para arriba por vos’, y otros me invitan a sus casas para conocer cúpulas o me dan recomendaciones. Hay mucho feedback con la comunidad”, aseveró.
Esta mirada de turista que Adriana aplica en su vida diaria la llevó a descubrir nuevas atracciones en su propia ciudad. La creadora de contenido se rinde ante la belleza de Buenos Aires. “La ciudad es maravillosa porque te da una sorpresa constante, descubrís fachadas y edificios hermosos. Todavía se conservan muchos muy antiguos y es un placer poder verlos. Ves este tipo de arquitectura es un viaje en el tiempo, es admirable que todavía se siga conservando bastante bien”, afirmó.
Este interés por la arquitectura porteña no es solo de Adriana, sino que hay un nutrido movimiento cultural que busca que más gente conozca estos espacios históricos. Incluso, hay varios eventos que ofrecen shows, cenas y obras artísticas dentro de ellos. Recuperar el valor histórico y defender la importancia cultural de estos lugares son las misiones que persigue este grupo en la actualidad.
“Al conocer y tomar contacto con la historia hace que la gente empiece a mirarlo de otra manera y a valorarlo. Es clave esto para poder cuidarlos en el futuro. Gracias a la llegada de las redes sociales, cada vez hay más personas interesadas en el patrimonio”, concluyó Adriana.





