Lo peor de un resultado electoral es que venga a confirmar el 100 por ciento de las percepciones que anidan en una fuerza política. Se entiende en el caso de los ganadores que se afirman en la convicción de que no hay errores para corregir si la gente nos votó. No se comprende en los derrotados que buscan fallas en la lógica de los votantes o se apresuran a cargar las responsabilidades en algún sector interno.
El presidente Javier Milei sabe que una victoria en las legislativas lo habilita a buscar las reformas que le exige el Fondo Monetario y le reclaman sus seguidores: ese núcleo interno intenso e ideologizado, pero también el Círculo Rojo que está encantado con sus políticas.
Pero la gente votó pax cambiaria aunque la economía esté más fría que nunca. Los ciudadanos votaron con la idea de que la moneda verde no se recaliente. No hay batalla cultural que le interese cuando la relativa estabilidad de precios está en juego o el dólar barato en disparada pueda poner en riesgo las vacaciones cariocas.
La baja de la inflación prevaleció por encima de los problemas relativos a los ingresos familiares y de consumo. El dato se debe leer en perspectiva micro como un cambio de paradigma, lo individual por encima de los intereses colectivos.
Esta lectura del resultado electoral no debe perder de vista que los mercados están sobre intervenidos: el cambiario principalmente pero también el de granos y tasas de interés. Contrasta con las ideas de la libertad pero sirven de modo pragmático al objetivo. Si el gobierno libertario no emprende un sinceramiento de las condiciones para la ayuda estadounidense pronto verá reflejada la desconfianza en alguna de las áreas sensibles donde juegan otros operadores financieros.
La suba de tarifas que se avecina en los próximos días por baja de subsidios, el aumento de los combustibles por incremento de impuestos internos y las dificultades para acceder a financiamiento de las pymes por intereses muy elevados por ahora son malas noticias que se disuelven en la lluvia ácida que proporcionan las victorias en las urnas.
Provincias Unidas y el espejismo del “diálogo”
El volumen elevadísimo de la música en el búnker de Provincias Unidas en el Hotel Quorum no podía tapar las críticas hacía la estrategia electoral que se cometieron desde el inicio de la campaña. En los rincones y perplejos por los números que acercaban los allegados sonaban los reproches. El más repetido era sobre la estrategia de insistir con la vía del medio, del diálogo y el consenso. En épocas de polarización es el modo más seguro de perder: la gente prefiere estar equivocada pero no indiferente. La calculada campaña sin críticas directas a Milei o a su candidato no surtieron efecto. Provincias Unidas no pasó de un dígito en los guarismos nacionales y en Córdoba sufrió un aplastante resultado.
El giro discursivo que remarcó que “ganamos un diputado” no resulta creíble ni sostenible en el tiempo y sólo alcanza para disimular la cara de derrota. La verdadera cara de la paliza se verificará en los próximos días cuando las provincias deban exponer sus problemas y buscar soluciones en la Nación. Córdoba tiene pendiente este mes una audiencia ante la Corte Suprema por la deuda del gobierno central por la Caja de Jubilaciones: ahí se verá qué tan profundo y sincero es el giro que el presidente quiere darle a su relación con los gobernadores.
Provincias Unidas siempre se imaginó como un espacio que, reunido en bloque en el Congreso, se convierta en una fuerza dirimente para los consensos. Pero olvidan sus creadores que Milei no piensa en el Poder Legislativo como una escala de la gobernabilidad: lo ignora, lo desobedece y, hasta, lo ningunea. Fortalecido en las urnas, tal vez profundice esta conducta.
Entre culpas, viajes y realismo
Frente a la derrota lo primero que aparecen son preguntas y reproches. Schiaretti aprovechará en su viaje por España para repasar los pormenores de una campaña donde, secretamente, cree que no todos pusieron su parte. Los números de la Capital fueron aplastantes, también en San Martín, Río Cuarto y San Justo. Todos bastiones peronistas.
El gobernador Llaryora matiza los números con un dato de la realidad: todas las elecciones de medio término fueron derrotas para el cordobesismo. La del 2021 fue más profunda aún y en 2023 se dieron vuelta los votos y retuvieron la Provincia y la Capital.
Algunos, más perspicaces, ven en la ola libertaria un gesto social a favor de un cambio de régimen. Una serie de consensos que ya no son los de antes y que requieren paciencia para entenderlo y decisión para actuar sobre ellos. Los próximos dos años nos darán las respuestas.





