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miércoles, noviembre 5, 2025

América Latina derrotó al ALCA y abrió un nuevo horizonte

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A veinte años de aquella histórica jornada, la victoria contra el Área de Libre Comercio de las Américas sigue siendo un faro para pensar las resistencias continentales. Pero el contexto cambió radicalmente y las estrategias deben actualizarse.

Noviembre de 2025 marca dos décadas de uno de los hitos políticos más significativos de América Latina y el Caribe en el siglo XXI. En Mar del Plata, durante la IV Cumbre de Presidentes de las Américas de 2005, el proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) fue definitivamente sepultado. Pero aquella jornada fue mucho más que la derrota de un tratado comercial: representó el momento en que un continente entero, movilizado desde abajo, logró frenar en seco el proyecto de libre mercado que Estados Unidos y las elites locales habían diseñado para la región.

La comparación con Seattle 1999 es inevitable. Si la batalla contra la Organización Mundial del Comercio (OMC) marcó un punto de inflexión global en la resistencia al neoliberalismo, Mar del Plata fue el momento decisivo para América Latina. Miles de manifestantes en las calles durante la III Cumbre de los Pueblos, combinados con una nueva correlación de fuerzas al interior de la cumbre presidencial —Venezuelay los cuatro países del Mercosur cerrando filas contra el ALCA sumado al apoyo político de Cuba— lograron lo que parecía imposible.

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América Latina contra el ALCA

Detrás de aquella victoria estuvieron los Encuentros hemisféricos contra el ALCA y la Alianza Social Continental (ASC), promoviendo la articulación transnacional más amplia que América Latina había conocido. Sindicatos, movimientos campesinos, organizaciones indígenas, grupos ambientalistas y sectores de izquierda de todo el continente coordinaron una agenda común de rechazo al ALCA y construcción de alternativas.

La crítica al libre comercio debe ir acompañada de una crítica más integral al capitalismo global; pero el nacionalismo económico tiene límites estructurales evidentes»

La capacidad de movilización fue verdaderamente continental. Desde las Cumbres de los Pueblos —Santiago 1998, Quebec 2001, Mar del Plata 2005— hasta las campañas de educación popular que llegaron a comunidades rurales y fábricas, la lucha contra el ALCA construyó un tejido organizativo que hizo posible que la resistencia fuera simultáneamente masiva y enraizada localmente.

Un momento emblemático fue el proceso de consultas populares, que en noviembre 2003 sumó más de 2 millones de votos solo en Argentina.

Si la batalla contra la Organización Mundial del Comercio (OMC) marcó un punto de inflexión global en la resistencia al neoliberalismo, Mar del Plata fue el momento decisivo para América Latina»

Un dato fundamental, a menudo minimizado, es que sectores importantes del empresariado industrial también se opusieron al libre comercio en esa coyuntura. El caso más claro fue el del empresariado brasileño, que se coordinó con el gobierno de Lula para sostener una estrategia de industrialización y fortalecimiento de cadenas de valor regionales. Esta convergencia entre sectores empresariales nacionalistas, gobiernos progresistas y movimientos sociales y políticos fue clave para el triunfo.

La victoria no fue solo defensiva. Abrió espacio para experimentos como el ALBA, el fortalecimiento del Mercosur, UNASUR y la CELAC. Se habló de soberanía alimentaria, energética y financiera. Se creó el Banco del Sur. Ecuador y Bolivia denunciaron sus tratados de protección de inversiones extranjeras con las potencias europeas y norteamericanas. Sin el No al ALCA, estos experimentos simplemente no hubieran sido posibles.

El presente: un escenario radicalmente transformado
Dos décadas después, el momento histórico es otro. El ciclo de luchas contra la globalización neoliberal que caracterizó los noventa y dos mil entró en declive. Muchas organizaciones que conformaron la ASC se fragmentaron. Los gobiernos progresistas enfrentaron crisis y derrotas. Y surgió una paradoja inquietante: figuras de derecha como Donald Trump apropiaron el discurso contra el libre comercio.

Trump criticó el tratado comercial con México y Canadá (TLCAN) como el peor tratado de la historia, impuso aranceles a prácticamente todos los países del globo, con foco en China y México y paralizó la OMC. Hizo exactamente lo que los movimientos sociales latinoamericanos habían pedido durante décadas. Pero desde una lógica completamente distinta: un nacionalismo corporativo que solo busca fortalecer a las empresas estadounidenses sin cuestionar las asimetrías del capitalismo global.

Mientras tanto, lo que el ALCA pretendía unificar se fragmentó en múltiples tratados bilaterales con resultados igualmente devastadores: desindustrialización, precarización laboral, reprimarización exportadora. China emergió como actor central, pero sus inversiones reproducen frecuentemente lógicas extractivistas. Las cadenas globales de valor fragmentaron los procesos productivos de manera que dificultan estrategias puramente nacionales o regionales.

¿Es pensable hoy otro ‘No al ALCA’?

Esta es la pregunta incómoda pero necesaria en la conmemoración. El rechazo al ALCA correspondió a un momento particular: la decadencia del neoliberalismo ortodoxo, el auge de movimientos sociales antiglobalización, y la emergencia de gobiernos progresistas. Ese momento se transformó radicalmente.

La apropiación del discurso anti-libre comercio por Trump y otros nacionalismos de derecha revela una trampa: ese discurso puede servir tanto a proyectos emancipatorios como a nacionalismos corporativos. Trump no critica al TLCAN por solidaridad con trabajadores mexicanos desplazados, sino porque las corporaciones estadounidenses perdieron ventajas.

Por otro lado, el contexto global cambió profundamente. La crisis climática agrava la presión extractivista. Las plataformas digitales transnacionalizaron formas inéditas de precarización laboral. En este escenario, las perspectivas para los movimientos sociales son complejas. No se trata de repetir la fórmula del No al ALCA. Se requiere actualizar las estrategias reconociendo varias cosas: primero, que la crítica al libre comercio debe ir acompañada de una crítica más integral al capitalismo global. Segundo, que el nacionalismo económico tiene límites estructurales evidentes. Tercero, que se necesita reconstruir solidaridades transnacionales que vayan más allá de las articulaciones anti-tratados.

Veinte años después de Mar del Plata, la pregunta ya no es solo cómo derrotar tratados de libre comercio, sino cómo construir alternativas concretas que cuestionen la lógica de un sistema económico que requiere, estructuralmente, de la exclusión y precarización de amplios sectores sociales. Pero el legado de Mar del Plata permanece: demostró que es posible construir poder popular a escala continental. Ese aprendizaje sigue vigente, aunque las formas concretas de resistencia deban reinventarse para este momento histórico.

* Profesor de Economía Política. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas (Fisyp). Integrante de la Junta directiva de la Sociedad Latinoamericana de Economía Política y Pensamiento Crítico, SEPLA.

** Investigadora del CONICET y docente de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Integrante del Transnational Institute (TNI).

Redacción

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