Aunque llueva, nieve, haga viento o frío, los jueves de noviembre tienen un encanto especial. Ya huele a fin de semana, y son esos días en los que uno se da el permiso para aflojar un poco, salir antes del trabajo, tomarse algo con calma o simplemente desconectar del ruido de la ciudad. A mí me gusta pensar en el jueves como una antesala del descanso: un día para mimarse, darse un respiro y, si se puede, algún que otro capricho que haga el resto de la semana más llevadera.
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