El juicio oral por el homicidio del empresario Roberto Wolfenson Band, hallado muerto en una de las habitaciones del country La Delfina (Pilar) el 22 de febrero de 2024, registró este miércoles un giro clave: la empleada doméstica sindicada como autora del crimen, Rosalía Paniagua, admitió ante el Tribunal Oral en lo Criminal N°4 de San Isidro que perdió el control en el enfrentamiento que terminó con la muerte del hombre.
“Se me fue todo de las manos”, confesó la imputada ante los jueces, en una audiencia en la que la fiscal Laura Capra sostiene la acusación por “robo calificado por el uso de arma en forma impropia en concurso real con homicidio criminis causa”.
Según la acusación, Paniagua aprovechó su acceso a la vivienda —donde trabajaba entre las 8 y las 13— para sustraer dinero, joyas y objetos de valor que luego fueron hallados en su domicilio.

La mujer explicó que todo comenzó cuando, según su versión, la esposa de Wolfenson le pidió que le sacara el celular al marido “para ver en qué andaba”.
En el relato que brindó en el juicio, la acusada detalló que allí fue descubierta por el hombre y comenzó un forcejeo: “El señor me descubrió agarrando el celular y empezó la pelea, la discusión. Me empezó a decir cosas malas: que era una desgraciada, una puta, una paraguaya ladrona y que iba a llamar a la Policía. Me agarró de los pelos. No quise lastimar al señor. Todo se me nubló cuando me dijo ‘la concha de tu madre’, y se me fue de las manos”.
Paniagua describió la escalada de violencia: “Me cacheteó, me agarró de los pelos. Empezamos a pelear. Nos lastimamos. En algún momento me agarró del cuello, yo le pegué un cabezazo en la cara. Le pedía que me soltara para irme. No sé en qué momento terminé con todo eso. Estaba encima mío, lo agarré del cuello. Se me nubló todo. Le gritaba: ‘¡Soltame, hijo de puta!’. Le apreté el cuello con las manos. Presioné con el codo. Tenía un hilo en la mano y le pateé el cuello. No quería hacerle daño. Le pateé en el pecho. Me levanté. No sabía si estaba muerto. No sabía si llamar a la Policía”.
La acusada admitió además que usó un lazo para asfixiarlo y que se llevó objetos de la casa: “El hilo me lo llevé y lo tiré en la calle”, dijo en su declaración.
Sobre el celular, explicó que arrojó el chip en la estación Derqui y luego, presionada por su pareja, lo destruyó con un martillo: “Mi marido se sentó y me dijo que si no me deshacía del aparato iba a ir a la policía. Me dio un martillo y lo rompí”.

Parte de la evidencia que llevó a su imputación incluye el hallazgo de ADN de la mujer debajo de las uñas de la víctima y el secuestro de los bienes denunciados como sustraídos: un teléfono, un parlante bluetooth, un candelabro de bronce tipo Menorah, guantes, joyas y una suma de dinero en pesos y dólares.
Las cámaras del country registraron la salida de Paniagua y sus movimientos posteriores quedaron documentados por geolocalización y cámaras en la zona.
Paniagua concluyó su relato ante el tribunal con una defensa atenuante y un pedido de arrepentimiento: “Mi intención no fue robar ni matar al señor. Se me fue de las manos. El señor me iba a acusar de ladrona. Por mi culpa estoy separada de mis hijos. Me hago cargo, por mi culpa están sufriendo mis hijos. Reconozco mi error, me gustaría pedirle perdón a los hijos del señor, siento culpa, pero no fue mi intención”.
El proceso continúa con las pruebas periciales y los testimonios que la Fiscalía y la defensa presentarán en las próximas audiencias; la perito criminalística ya declaró que no hubo indicios de participación de una tercera persona y que los rastros hallados son compatibles con un forcejeo en el lugar.





