En el contexto de la Cumbre UE-Celac, es fundamental reflexionar sobre el estado actual de la democracia en Europa y América Latina y el Caribe, los desafíos que enfrenta y la urgente necesidad de actuar colectivamente.
Por Danilo Türk y Laura Chinchilla (*), en diario La Nación
Nuestras dos regiones comparten valores políticos y sociales que deben defenderse de las fuerzas que hoy buscan erosionar la democracia y el Estado de Derecho, entre éstas: los movimientos populistas y nacionalistas, los grupos extremistas y las organizaciones criminales.
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Esta erosión afecta significativamente nuestra capacidad para abordar otras crisis globales. La democracia y sus atributos son esenciales para que las sociedades superen sus mayores desafíos. La democracia aspira a ser inclusiva, permitiendo que los ciudadanos y las ciudadanas participen en la vida pública. También pregona la transparencia, protegiendo a las personas de la corrupción y el abuso de poder. Igualmente, aboga por salvaguardar la dignidad individual, otorgando a todos y todas la oportunidad de participar en la construcción de nuestro futuro común. Estos atributos hacen posible que las decisiones en democracia sean legítimas y ampliamente aceptadas. Si bien nuestras democracias presentan deficiencias en varios de sus atributos, la solución radica en abordar estos desafíos dentro del marco democrático, no en desmantelarlo en favor de regímenes autoritarios, como ocurre hoy en varias naciones.
Actualmente, cuatro factores están socavando la democracia y el Estado de Derecho en países de la Unión Europea y de América Latina, y debemos actuar de manera concertada para abordarlos.
En primer lugar, nuestros contratos sociales están siendo moldeados por la globalización y el multiculturalismo. Estos cambios han generado crecientes desigualdades y han creado tensión e incertidumbre. El Informe sobre Desarrollo Humano 2021-22 del PNUD destaca que estas presiones amenazan nuestra capacidad para mantener sociedades cohesionadas e inspirar en las personas confianza sobre el futuro.
Las fisuras en nuestros contratos sociales también afectan a la democracia representativa. Los ciudadanos juzgan a sus representantes en función de su capacidad para prestar servicios públicos y mejorar la vida de las personas. En Europa, solo el 41% de los ciudadanos están satisfechos con la democracia, mientras que la cifra es aún menor en América Latina, donde apenas un tercio expresa complacencia. La insatisfacción cuando se vuelve persistente puede conducir a tentaciones autoritarias, como se observa en América Latina, donde la proporción de personas a quienes les resulta indiferente contar con un gobierno no democrático ha pasado del 44 % en 2002 al 54 % en 2023.
Para preservar la democracia, debemos ampliar y consolidar los contratos sociales abordando las desigualdades, fortaleciendo los mecanismos de protección social y modernizando las instituciones para lograr mayor eficiencia y transparencia. También necesitamos renovar los canales tradicionales de participación democrática y crear nuevos mecanismos para la deliberación y la integración ciudadana en los procesos de toma de decisiones.
El segundo factor es la naturaleza del liderazgo político. Ser demócrata es, históricamente, un fenómeno relativamente reciente. En contraste, los autócratas y quienes abusan del poder han existido durante siglos. Esto no significa que prevalecerán, pero sí que debemos mantenernos vigilantes. Hoy en día, tanto los líderes populistas de izquierda como de derecha explotan el descontento público y la incertidumbre, socavando el Estado de derecho y atacando la separación de poderes y los mecanismos de control. Incluso cuando estos líderes gozan de apoyo popular y sus mandatos son validados en las urnas, debemos estar alerta ante las acciones que debilitan el espacio cívico.
Como ha señalado Idea International, el retroceso electoral que se observa en varias naciones, se debe a la erosión y restricciones de las libertades civiles. Al mismo tiempo, el apoyo a las organizaciones no gubernamentales está disminuyendo, particularmente en América Latina y el Caribe. Revitalizar este apoyo a la ciudadanía, la academia y los medios de comunicación, debería ser una prioridad en la agenda de cooperación UE-Celac.
El tercer factor de la erosión democrática implica abordar los complejos desafíos de la defensa nacional y la seguridad ciudadana que enfrentan nuestras respectivas regiones sin comprometer los estándares de solidaridad y los valores democráticos. Los autócratas y las organizaciones criminales representan amenazas significativas. Eventos como la invasión de Rusia a Ucrania y la creciente violencia del narcotráfico en América Latina están poniendo a prueba nuestros sistemas democráticos.
Debemos proteger los derechos humanos y el Estado de Derecho en nuestros esfuerzos por confrontar invasiones armadas y violencia criminal. Reducir la inversión social para aumentar el gasto en defensa, o debilitar el Estado de Derecho para combatir la criminalidad, constituyen falsas disyuntivas que benefician a los actores desestabilizadores. Ambas regiones tienen la oportunidad de mejorar la respuesta a estos desafíos mediante el fortalecimiento de la cooperación en materia de seguridad y el impulso de reformas al sistema multilateral.
Finalmente, la desinformación representa una amenaza significativa, exacerbada por el poder sin regulaciones de las empresas tecnológicas. Si bien la regulación tecnológica es compleja, estas empresas deben operar dentro del marco legal. El Foro Económico Mundial ha identificado la desinformación como el riesgo global más grave, y el 38 % de los ciudadanos de la UE la considera la mayor amenaza para la democracia. Los gobiernos tienen la responsabilidad de proteger sus instituciones. Ambas regiones deberían colaborar en el impulso de marcos normativos para la gobernanza de la IA y las tecnologías digitales, como es el caso del Pacto Digital Global.
El Instituto V-Dem destaca que, de los diez países que muestran la tendencia más significativa hacia la autocratización en 2024, seis se encuentran en Europa y América Latina. Todos estas naciones han sido democracias o aún se identifican como tales, pero presentan preocupantes signos de deterioro, lo que nos recuerda que los logros democráticos no están garantizados ni en las democracias más jóvenes, ni en las de mayor trayectoria.
La cumbre UE-Celac representa una oportunidad excepcional para ambas regiones, que en su momento vivieron las más significativas olas democráticas del siglo XX. Es el momento de reafirmar su compromiso de colaborar en la protección de los valores e instituciones democráticas, especialmente cuando más se necesita.
(*) Danilo Türk, expresidente de Eslovenia y presidente del Club de Madrid; Laura Chinchilla, expresidenta de Costa Rica y presidenta electa del Club de Madrid.





