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lunes, noviembre 10, 2025

Luchar cada día, única esperanza al vivir sin papeles en país ajeno – Norte de Ciudad Juárez

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Migrante guatemalteco narra su historia después de haber sido hostigado por delincuentes en su país natal y vivir secuestrado en la colonia Anapra

Acarrear cemento, hacer la mezcla, poner pisos, pintar muros y hasta un poco de soldadura y carpintería, son algunas tareas que Edwin Martínez tuvo que aprender desde que se escapó de una casa de seguridad en Anapra, hace ocho años.

En este tiempo ha buscado formas de legalizar su situación migratoria, pero solo ha encontrado burocracia y cobros de personas que ven a las personas en condición de movilidad como una oportunidad de hacer dinero.

Edwin no es su nombre real. Tampoco el tono de su voz en el video de su testimonio corresponde al suyo. No quiere tener fama mediática, ni que se haga viral su identidad.

No es solo un asunto de modestia. La petición de mantenerse anónimo, es porque tiene miedo.

Nacido en la ciudad de Guatemala en 1988, su historia comenzó antes de la pandemia, entre 2016 y 2017, justo cuando se gestaba en la frontera sur una fiebre de caravanas migrantes que, poco tiempo después, desquiciaría la atención humanitaria en Juárez.

“Me aventuré para venirme y el trato era pagar cuando yo llegara a Estados Unidos, pero mi papá falleció de un paro cardiaco, después que le pusieron un marcapasos”, recordó.

Su padre le pagaría al traficante, pero no pasó así.

Vestido con ropa de trabajo, manchados de mezcla y pintura camiseta, pantalón y zapatos, el guatemalteco contó que esa fatalidad, lo dejó a merced de los “polleros”, denominados así porque transportan personas en brutales condiciones de hacinamiento, como aves de corral apiladas en rejas.

El tráfico humano es considerado uno de los delitos más graves, por el tipo de daño que causa a la víctima y a sus familias.

“Yo me quedé en un limbo aquí, porque mi papá tenía el dinero allá, y entonces tuve que salir a las calles, escapar de donde estaba y empezar a trabajar”, relató.

No pudo recordar el nombre de la calle del domicilio donde los tenían privados de la libertad, pero sí sabe que el sitio donde estuvo secuestrado, fue en alguna casa de seguridad de la colonia Rancho Anapra.

Anapra, cueva de traficantes

Ese caserío del poniente de Juárez, está identificado en investigaciones recientes, como un lugar donde el tráfico de personas, se considera una actividad económica “normal”, entre sus habitantes.

Así fue documentado en un trabajo denominado “Migración como negocio, paralelismos e intersecciones del tráfico y la trata de personas en la frontera Juárez-El Paso”, de las doctoras Martha Dena y Olivia Aguirre.

Cerca de la casa de seguridad donde estuvo Edwin, hay un basurero. Todas las calles son de tierra, excepto la avenida principal que da acceso al lugar. Así lo registró él en su memoria.

“Esa vez nos escapamos como 10 o 20 personas (…) tal vez diría yo que fue 2016 o 2017”, precisó.

“Supe que varios se cambiaron de ‘pollero’ y al final de tanto -acotó- lograron llegar a su destino; a otros los agarraron y los deportaron, y yo al final de tanto, por el miedo de no regresar (a Guatemala) para que me pasara algo malo, me quedé aquí”.

Ahora vive enfocado en trabajar y espera que el gobierno de México cree un esquema que le permita legalizar su situación y tener acceso a prestaciones sociales.

Esta semana cobró 3 mil pesos, pintando una casa grande en una de las zonas de más alta plusvalía, cerca de Las Misiones.

Así ha sido desde que llegó en 2017. Conseguir trabajo, vivir sin prestaciones y seguir adelante.

“Es duro, a veces dormir en la calle o no comer por tres días, pero me he topado con muchas personas que me han brindado la mano y estoy muy agradecido con ellas”, refirió.

“Uno se cansa y el miedo se apodera de uno”

Él, como muchos de sus compatriotas, tuvo que salir de su país por el hostigamiento de la delincuencia.

“La gravedad de las situaciones por allá iban haciendo mella y haciéndose más grandes; yo me movía y veía a las mismas personas que me habían seguido”, describió.

“Por ejemplo -continuó- de estar en Guatemala (la capital), iba para Puerto Barrios, para Quiché, para Cobán, Antigua Guatemala y veía a las mismas personas detrás de mí, y al final de tanto, uno se cansa y el miedo se apodera de uno”.

Hasta donde tiene entendido, añadió, las mismas personas todavía siguen o, como está la delincuencia allá, todavía siguen e incluso se han vuelto más poderosas.

Quedarse en Juárez “es lo que me toca”, ponderó.

Sostuvo que, desde su punto de vista, el Gobierno de aquí “debería hacer algo”, porque el Consulado de Guatemala lo único que hizo fue, en una feria del empleo, ofrecer constancias de que los datos de la persona migrante son verídicos.

“Pedí una certificación de nacimiento, para tramitar ciertas cosas por acá y al final de tanto, nunca me llegó, me dijeron que, en uno o dos meses, y me intenté comunicar con ellos, y nada”, lamentó.

En ese evento, que se llevó a cabo en el Centro Cultural de las Fronteras de la zona Pronaf, le dijeron una verdad simple: no estaban contratando migrantes.  

También refirió que hay personas del Instituto Nacional de Migración (INM) debajo de la Catedral, ofreciendo trámites, “pero si uno no da dinero, ellos no se mueven para ayudarlo, aunque supuestamente es gratis”.

Sin dinero no baila el mono

Así también ocurre en la Presidencia Municipal, donde igualmente, afirmó, todo se mueve con dinero.

Supo que, a uno de sus conocidos, su familia le mandó mil 500 dólares y una vez que les pagó a los tramitadores en la alcaldía, sí pudo resolver su situación.

“Sin dinero no baila el mono pues, pero uno lo único que busca es un permiso de trabajo, poder tener licencia de conducir para trabajar en un servicio de plataforma o un equivalente de los estudios; lo único que uno quiere es aportar a la sociedad y no ser un lastre o un estorbo o alguien que este pidiendo dinero en un semáforo o en la puerta de una casa”, comentó.

Su idea es que con un trabajo formal pueda tener facilidades para tener Seguro Social y puntos de Infonavit y así aspirar a una casa y tener sueños.

“¿Porque cuál es mi sueño ahorita? Sobrevivir mañana y ver que la otra semana tenga trabajo”, apuntó.

De acuerdo con el testimonio que compartió con Norte Digital, Edwin es egresado de la Universidad de San Carlos, la de más arraigo y prestigio en Guatemala, pero en Juárez no puede ejercer su profesión, y como no tiene papeles, no puede tener tarjeta bancaria para ser contratado en una empresa para recibir un pago de nómina.

No se arrepiente de haber migrado, porque cuando menos está vivo y, en sus propias palabras, tiene una oportunidad: “Luchar todos los días”.

Redacción

Fuente: Leer artículo original

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