La Barcelona del éxito turístico, de la atracción de talento, la capital creativa en artes como la música, la literatura, el diseño o la arquitectura y la ciudad bimilenaria admirada mundialmente por estas y otras muchas virtudes, tiene una trastienda cada vez más preocupante. Se trata del aumento de las chabolas y de las personas sin techo. Según los datos oficiales, en solo un año se ha incrementado un 23% la cifra de ciudadanos que viven al raso (1.600) y ha crecido hasta un 13,6% el número de personas sin hogar (5.000) que viven en albergues o en asentamientos insalubres, como los que ha mostrado Luis Benvenuty en recientes reportajes en estas páginas.
La situación es tan penosa que ha provocado la primera crisis de la presente legislatura entre el Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat, ambas gobernadas por el PSC. El gobierno municipal se ha quejado en privado y en público de que se está dejando sola a la ciudad en el abordaje de este grave problema.
El primer choque de la legislatura entre Collboni e Illa se debe al sinhogarismo
El sinhogarismo crece en Barcelona por varios motivos. El primero es la crisis de la vivienda. Si una familia media, y mucho menos los jóvenes, ya no puede afrontar la compra o el alquiler de un piso, ¿qué esperamos que suceda con las personas sumidas en la pobreza que alcanzan al 20% de la población de la capital catalana? La segunda razón es la llegada de ciudadanos sin recursos de aquí y del extranjero que se empadronan en la ciudad, aun sin disponer de domicilio fijo, para tener derecho a los servicios básicos como la salud o las ayudas sociales. La tercera razón es la desigual respuesta que dan los municipios metropolitanos al sinhogarismo. La mayoría de estas ciudades no disponen de servicios ni dinero para atender adecuadamente a las personas necesitadas, mientras que Barcelona ha aumentado su gasto en este tema un 89% en los últimos diez años hasta alcanzar los 51 millones anuales de este 2025. Esto ha provocado un efecto llamada hacia la capital catalana por parte de las personas vulnerables.
La importante inversión barcelonesa contrasta con los 8,4 millones que destina la Generalitat a este tema en Barcelona. Esa enorme diferencia inversora y el alarmante crecimiento del fenómeno de los sintecho han provocado la protesta del Ayuntamiento hacia sus ‘hermanos’ políticos de la Generalitat. El Govern ha reaccionado asegurando que va a poner más dinero y recursos para reducir el número de personas que viven al raso, pero también ha recordado que la competencia sobre este problema es de los ayuntamientos.
Asentamiento de chabolas en la Sagrera de Barcelona
Llibert Teixidó
Dice el refrán que la ropa sucia mejor lavarla en casa, pero en este caso se ha dado luz a un conflicto entre las dos administraciones vecinas de la plaça Sant Jaume para evitar males mayores. ¿Qué males? Las elecciones municipales. Jaume Collboni pasará antes por las urnas que el president Illa, si nada se tuerce antes. El alcalde busca revalidar el cargo y quiere evitar a toda costa que le surjan conflictos que sean prevenibles. Así que con las cosas del comer (léase, votos) no se juega. Todavía falta tiempo para los comicios y no parece que la sangre del choque institucional llegue al río. Pero el toque de atención ya está dado.
Se impone una cumbre de alcaldes con la consellera del ramo para dar solución al sinhogarismo en el área de Barcelona
Este problema no se puede abordar solo desde un municipio porque, como mínimo, es un asunto metropolitano. Pero quien tiene las competencias de coordinación de las ciudades implicadas y el mayor presupuesto es la Generalitat. Así que se impone una cumbre de alcaldes con la consellera del ramo para dar soluciones a la situación de forma conjunta, con empatía, presupuesto y acciones comunes. No hay mucho tiempo que perder. Llega el invierno y hará frío en la calle.





