Cada año, cuando llegan las medias estaciones, muchas personas notan alteraciones en su energía, su motivación o su ánimo. Lo vemos en la consulta clínica: hay quienes se sienten más irritables, ansiosos o impulsivos en primavera, o más desanimados, lentos y tristes cuando se instala el invierno. No es casual. Las variaciones de temperatura, humedad y luz solar pueden tener un impacto directo tanto en el cuerpo como en la mente.
El clima afecta nuestro organismo a nivel psico-físico. Los cambios bruscos de temperatura, presión o humedad influyen en la respuesta corporal: aparecen alergias, molestias respiratorias, afecciones en la piel. Pero además, modifican el estado anímico. El frío, la lluvia y la falta de luz natural pueden generar enlentecimiento, tristeza o desgano, especialmente en personas con tendencia al pensamiento negativo o con rasgos depresivos.
La evidencia científica muestra que el invierno puede enlentecer el metabolismo y disminuir los niveles de energía. Por eso es habitual notar más fatiga o desmotivación. En pacientes con un perfil cognitivo pesimista, estos síntomas se intensifican, dando lugar a cuadros de desánimo que se extienden durante toda la estación.
Por eso, psicoeducar —es decir, explicar lo que ocurre y por qué ocurre— resulta tan importante. Entender que no se trata de “flojera” ni de falta de voluntad, sino de una respuesta fisiológica y emocional, permite tomar medidas preventivas antes de pasar meses padeciendo los efectos del clima. Tenemos que saber que es algo finito, que terminará una vez que el verano se instale. Si la sintomatología persiste la recomendación siempre es consultar con un profesional de la salud mental.
Bienestar emocional
El frío invita al abrigo y al refugio, pero también puede aislar. Por eso, una de las claves para mantener el ánimo es no ceder al encierro. Realizar actividad física al menos dos o tres veces por semana ayuda a activar el cuerpo y liberar endorfinas. Salir, aunque sea a caminar, mantener encuentros sociales y sostener una rutina estable son recursos fundamentales para contrarrestar el desánimo.
Además, mantener una actitud mental positiva marca la diferencia. No se trata de negar lo que sentimos, sino de elegir conscientemente pensamientos más amables con uno mismo. Frente a los días nublados o fríos, el clásico refrán “al mal tiempo buena cara” cobra un sentido real: el optimismo actúa como factor protector ante los efectos emocionales del clima.
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Con la llegada del calor, el escenario cambia. La mayor exposición a la luz solar y el contacto con la naturaleza elevan los niveles de serotonina, la hormona vinculada a la concentración, el equilibrio anímico y el bienestar. Por eso, en los meses cálidos suele notarse más energía, motivación y vitalidad.
Sin embargo, también puede aparecer cierta exaltación emocional, pensamiento acelerado, ansiedad anticipatoria y hasta cuadros más intensos de euforia, sobre todo en personas ansiosas o con tendencia a la impulsividad. La primavera, por ejemplo, suele combinar mayor luminosidad con el cierre del año, lo que genera una sensación ambivalente: entusiasmo y estrés en partes iguales.
A esta altura del año ya se nota el estado de ansiedad y aceleración de la gente en el tránsito, en centros comerciales, en lugares donde haya que hacer fila para esperar. El mayor nivel de reactividad es evidente y está vinculado con muchos factores: termina el año, hacemos un balance y no siempre resulta positivo, se acercan las celebraciones típicas de la época que a muchos les genera malestar o incomodidad, todos quieren llegar a las vacaciones porque se sienten cansados y como que el año los pasó por arriba.
La recomendación es buscar equilibrio. Disfrutar de las actividades al aire libre, exponerse unos 15 minutos diarios al sol en horarios seguros y con protección, y aprovechar los espacios verdes o el contacto con el agua. La luz natural ayuda, además, a fijar la vitamina D, relacionada con la energía y el buen humor.
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Elegir
Cada época del año tiene su impronta emocional. El desafío está en reconocer cómo nos afecta y actuar a tiempo. Mantener rutinas saludables, cultivar pensamientos positivos, moverse, compartir tiempo con otros y dedicar momentos al descanso consciente son estrategias simples que fortalecen la estabilidad emocional.
El clima puede influirnos, pero no determinarnos. Si aprendemos a escucharnos y a acompañar los cambios externos con autocuidado y flexibilidad, podremos disfrutar de cada estación con plenitud.
Porque, en definitiva, el bienestar no depende del estado del clima: depende de cómo decidimos vivirlo.
El viernes 14 de noviembre Sabina Alcarraz estará en la Noche de las Librerías en Paysandú presentando su libro Decido Quererme.
En él invita a reforzar la relación con uno mismo, favoreciendo el crecimiento y desarrollo personal, e impulsándote a alcanzar tu mejor versión.
A lo largo de todo el texto, la autora explica detalladamente el poder de quererte a ti mismo, mostrando el impacto positivo que esto genera en todas las áreas de nuestra vida, en cada rol, y además como fluctúa en las distintas etapas vitales.
A lo largo de las 144 páginas y 11 capítulos, no solo acerca una fundamentación teórica sino que también comparte viñetas clínicas, casos reales de pacientes que pasaron por su consultorio (obviamente utilizando datos personales ficticios para mantener la privacidad y confidencialidad) sumado a ejercicios prácticos para fortalecer el amor propio. El objetivo es que el paciente siempre se lleve una tarea, herramienta o actividad para poner en práctica en casa.
Además de en Uruguay, “Decido quererme” se encuentra disponible en todas las librerías de Argentina, tanto en su versión física como digital.





