Nació en una familia donde el arte era parte del paisaje cotidiano: los viajes, las sesiones de fotos, los escenarios y los flashes no eran algo excepcional, sino parte de la rutina. Hijo de Daniela Cardone y hermano de Brenda Gandini, Junior Pisanú aprendió desde chico que lo excéntrico puede ser también lo más natural. Hoy, con treinta años y un protagónico que lo consolida como actor, cuenta cómo se construyó lejos del apellido, entre el bohemio mundo de su madre y la calidez de su hermana.
La suya es una historia que mezcla disciplina, sensibilidad y humor. “Soy un alma antigua”, dice, y la frase encaja perfecto en su voz tranquila y en su forma de mirar. Habla de La herida (actualmente en cartelera), filme ambientado en los años 80 en el que encarna a un joven enamorado, de su infancia entre viajes en avión de la mano de azafatas, de las escenas que lo marcaron y del vínculo entrañable con las mujeres de su vida: su madre y su hermana.
El estreno de su primera película como protagonista lo encontró preparado. Pasó por escuelas, castings y ensayos que lo templaron con paciencia. La historia le permitió moverse entre dos mundos que lo apasionan: la actuación y la nostalgia. “Hay algo en esa época que me resulta más sincero. Las miradas, la forma de amar, los silencios”, dice a Revista GENTE días antes del estreno.
De chico jugaba a actuar, se inventaba películas en su habitación y soñaba con estar en un set. A los 16 empezó a estudiar en Timbre 4, y más tarde se formó con Elena Tritek. Su madre y su hermana ya eran figuras conocidas, pero él decidió ir por el camino largo: el del esfuerzo propio, la autogestión y la fe. “Mi vieja es fuego, mi hermana es luz. Yo soy agua. Trato de fluir”, resume con humor.

–¿Cómo fue el proceso de tu primer protagónico?
-Un sueño. Hay actores que la reman toda una vida y a los que no les llega. A mí me llegó después de mucho esfuerzo, y fue hermoso. Filmamos un mes y una semana, en la costa, en Villa Gesell y Chapadmalal. Todo el equipo era de primera línea. Aprendí muchísimo. No hubo egos ni tensiones, fue todo muy ameno.
-La película tiene escenas íntimas. ¿Cómo fue vivir eso por primera vez?
-Sí, fue mi primera vez haciendo una escena de sexo. Estaba todo coreografiado y cuidado, se ensayó con ropa. En el momento en que hay que rodar, ahí ya te entregás al arte, a que salga lo más bello posible. No hay nada explícito, es una historia sensible. El director cuidó mucho ese aspecto, y eso te da confianza.
–¿Cómo fue verse en pantalla?
-Me gusta verme. Hay actores que no soportan mirarse, pero yo disfruto analizando lo filmado, pensando en qué hubiera hecho distinto. Y también me gusta ver el resultado de tanto trabajo. Es raro, porque tenés en la cabeza lo que pasó en el set, las risas, los nervios, y después lo ves en la pantalla y decís: “Ah, ahí estaba pensando tal cosa”.
–¿Qué te dijeron tu mamá y tu hermana cuando la vieron?
-Vinieron a la función en el BAFICI. Estaban emocionadas, shockeadas. Fue la primera vez que las invité a ver algo mío en el cine. Se rieron, lloraron… fue fuerte. Me sentí acompañado, y eso vale más que cualquier crítica.
Su vida con Daniela Cardone: una madre libre, gatos embalsamados y una infancia sin tabúes

Creció entre aviones, cámaras y desfiles. Su madre, la modelo y actriz Daniela Cardone, vivió ocho años en España y él, con apenas cinco, ya viajaba solo para visitarla. “Me curtió. Una valijita, una azafata de la mano y doce horas de vuelo solo. No me olvido más”, recuerda. Ese universo bohemio marcó su forma de ser: lo hizo independiente, sensible y sin prejuicios.
De chico pasaba horas en los sets de fotos de su madre, observando sin escándalo. “Recuerdo verla posar con joyas y poca ropa. Y yo ahí, dando vueltas, jugando. Era mi normalidad”, dice. Con los años entendió que esa libertad lo formó. “Te enseña a mirar distinto. A no espantarte por nada. Hay gente que se escandaliza fácil, yo ya vi de todo.”
–¿Cómo fue crecer con una madre tan particular?
-Mi vieja es muy libre. No te pregunta dónde estás, ni te dice qué hacer. Es intensa, divertida, generosa. Es una madre especial, única. A veces no te escribe por días, pero aparece con algo hermoso. Hay mucha confianza entre nosotros. Es más una amiga que una madre.
–¿Qué te pasa con sus excentricidades, como los gatos embalsamados?
-Nada. Me causa gracia. Ya me curé de espanto. Tiene seis gatos embalsamados y algunos vivos. El primero fue Matute. Están en una vitrina. No me molesta. Digo, si eso la hace feliz, bienvenido. Mejor eso que otras cosas. Es una persona que vivió como quiso. No se privó de nada, y le admiro eso.

–¿Qué te enseñó esa forma de vivir?
-A no juzgar. A entender que cada uno tiene su camino. A vivir sin miedo al qué dirán. Mi vieja es eso: libertad pura. Así nos crió. Y con eso me quedo.
–¿Y cómo es verla ahora como abuela?
-Hermosa. Con mi sobrino se derrite. Es divertida, se tira al piso, juega, se ríe. Hay madres que son mejores abuelas que madres, y creo que ese es su caso. Es una mujer intensa, pero de un corazón enorme.
“Brenda tiene una energía que ilumina todo”

Su hermana Brenda Gandini es diez años mayor, pero la diferencia generacional nunca fue distancia. Todo lo contrario: son amigos, confidentes y cómplices. “Tiene una energía muy luminosa. Entra a un lugar y cambia el aire. Es mi gran amiga. Vamos a recitales, tomamos vino, hablamos de todo. Hay mucha complicidad”, dice Junior, con orgullo fraternal.
En la familia, Brenda siempre fue el equilibrio: la más centrada, la que podía traducir el caos artístico en armonía. Junior la admira, y también aprendió de ella cómo lidiar con la exposición y con el apellido. “Nos criamos con los mismos ojos sobre nosotros. Pero nunca hubo competencia. Cada uno hizo su propio camino«:
–¿Cómo es tu relación con Brenda hoy?
-Increíble. Nos vemos mucho. Somos muy compañeros. Me da consejos, me reta, me escucha. Nos reímos de todo. Es muy generosa. Es de esas personas que te escuchan sin juzgar. Me banca siempre.
–¿Y cómo era cuando eran chicos?
-Ella ya trabajaba cuando yo todavía iba al colegio. Siempre la admiré. La veía en la tele y pensaba: “Qué lindo poder hacer eso”. Pero nunca sentí presión. Al contrario: fue inspiración.

–¿Comparten la mirada sobre la vida y el arte?
-Sí, total. Somos distintos, pero nos entendemos sin hablar. A veces estamos en una reunión y nos miramos y ya sabemos lo que el otro piensa. Tenemos el mismo humor, eso ayuda.
–¿Qué significa tener una hermana así?
-Todo. Brenda es una luz. Una persona noble, sensible, divertida. Nuestra familia es rara, pero nosotros nos elegimos todos los días. Y eso vale más que nada.
–¿Cómo sos como tío?
-Un tío baboso. Con Eloy y Alfonsina me llevo increíble. Con Alfonsina hay un vínculo muy tierno, la veo más seguido, le hacemos planes con mi hermana. Y Eloy, que ya es más adolescente y está un poco hinchado de los adultos (risas), igual cuando nos juntamos la pasamos genial. El otro día salimos a comer mi vieja, Brenda, Eloy y yo. Seis horas riéndonos. Después mamá dijo: “Bueno, ya está, necesito mi aire”. Es muy de ella. Somos una familia medio excéntrica, pero muy divertida.
–¿Y cómo es tu relación con Gonzalo Heredia?
-Re bien, la mejor. Gonzalo es un tipo muy talentoso, muy buena gente. Lo conozco hace años, y siempre tuvo buena onda conmigo. Hablamos mucho de laburo, de actuación, de textos, de directores. Es alguien que admiro, pero también con quien puedo hablar de cosas simples. Me encanta que mi hermana haya formado la familia que formó con él. Son muy compañeros y se nota.
“No reniego de mi apellido, pero mi camino es mío”

El hijo de una modelo icónica y hermano de una actriz conocida podría haberse apoyado en el apellido. Sin embargo, Junior eligió lo opuesto: construir desde la base, paso a paso. “Hay gente que te dice ‘Claro, sos hijo de…’. Pero no es tan simple. Ellos son actores, no productores. No te colocan. Cada uno se gana su lugar.”
Estudia Dirección Escénica en la UNA, escribe, actúa y produce sus propios proyectos. Se define como autogestivo y perseverante. “Me gusta comunicar, generar algo en el otro. A veces una emoción, a veces una pregunta. Si logro eso, ya vale la pena», señala.

–¿Te molesta que te digan ‘hijo de’ o ‘nepo baby’?
-No. Es lo que soy. Vengo de donde vengo, no puedo negarlo. Pero no me regalaron nada. Lo mío es trabajo, fe y paciencia. Me gusta pensar que estoy construyendo algo propio, aunque sea a paso de hormiga.
–¿Qué te gustaría que pase a partir de esta película?
-Que me abra puertas para seguir trabajando. Pero sobre todo, que la gente se conecte con la historia. Que algo les quede. A mí me gusta eso: emocionar. Si lográs tocar a alguien, aunque sea un espectador, ya valió la pena.
Fotos: Diego García
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