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jueves, noviembre 13, 2025

Repensar la salud mental sin recetas mágicas

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“Cuidar”, a lo largo de los siglos, se transformó, pasó de ser una forma de reflexión a un acto de afecto y protección, hasta adquirir el sentido que hoy lo define: el de preservar la vida del otro. Desde la diosa Cura de la mitología romana, que modela al hombre y lo acompaña mientras vive, hasta la filosofía moderna de Heidegger o las teorías del cuidado contemporáneas, la idea es la misma: el ser humano pertenece al cuidado.

En Ser y tiempo (1927), Martin Heidegger retomó precisamente este mito para afirmar que el ser humano es, esencialmente, un ser del cuidado (Sorge): no existe aislado, sino en relación con el mundo, con los otros y consigo mismo. Para Heidegger, cuidar no era solo atender, sino habitar el mundo desde la responsabilidad y la presencia, un modo de ser que le da sentido a la existencia. 

En estos tiempos la salud mental se ve profundamente afectada por un entramado de desinformación, subestimación y descuido que distorsiona su comprensión y posterga su atención. En una era hiperconectada, donde la información circula con velocidad pero sin filtro, los problemas emocionales se banalizan o se reducen a etiquetas vacías: ansiedad, depresión, estrés, términos repetidos hasta el desgaste

A esta desinformación se suma la subestimación cultural del malestar psíquico, aún visto como debilidad, falta de voluntad o exceso de sensibilidad, especialmente en sociedades que glorifican la productividad por encima del bienestar. La generalización, diluye así,  la singularidad y subjetividad del sufrimiento: se confunde empatía con consigna, y el dolor ajeno se vuelve tendencia efímera. En el fondo, lo que subyace es el descuido, o el olvido de lo que es el “cuidado”. Esa pérdida del mirar y del escuchar con atención, la desconexión de lo que Heidegger llamaba el ser del cuidado.

En este sentido, resulta pertinente entender que no se refuerza ni se cultiva una salud mental estable con diagnósticos rápidos ni frases motivacionales, sino que son los vínculos reales, la escucha y comprensión de nuestros pares lo que sería una de las partes fundamentales a la ahora de preservarnos, dar un cuidado propiamente dicho de nuestra Salud Mental.

«Ayuda»

Hablamos de “ayuda”, también en estos términos, por lo que me parece pertinente del mismo modo recordar a que refiere y como hoy y en estos contextos parece haberse perdido tanto su sentido y de manera consecuente su práctica. Si cuidar es pensar con afecto y acompañar con presencia, ayudar es dar un paso más: es actuar.

En las tradiciones bíblicas y orientales, la ayuda es símbolo de equilibrio y compasión: un modo de sostener la vida en común. En el terreno de la salud mental, este verbo adquiere una urgencia contemporánea. Ayudar, y dejarse ayudar, se vuelve un acto de responsabilidad con nosotros mismos.

Pedir ayuda a un profesional cuando sentimos que no podemos solos no será así un signo de debilidad, sino un gesto profundamente humano de reconocimiento y cuidado hacia uno mismo. Y del mismo modo, acercarse a un ser querido que sufre, escuchar sin juzgar, acompañar su búsqueda de asistencia, termina siendo una de las formas más coherentes de ayuda que podemos ofrecer.

En un tiempo donde el aislamiento, la autoexigencia y la desinformación erosionan el bienestar emocional, ayudar implica transformar la empatía en acción. Porque si cuidar es mantener presente al otro en el pensamiento y en el corazón, ayudar es convertir esa presencia en gesto, y ese gesto, puede ser la diferencia entre el colapso y la recuperación, entre el sufrimiento en soledad y la posibilidad de iniciar un tratamiento.

En esta oportunidad consulte a psicólogos de distintas corrientes: Fernando Tarrago (desde el Psicoanálisis), Guillermo Torres (desde el enfoque Cognitivo Contextual), Agustina Ferreyra (desde la terapia Sistémica) , y Romina Maita (desde la Gestalt) sobre cuál es el principal malestar por el que últimamente un paciente acude a un consultorio.

La ansiedad, fue el punto en común. Para el psicoanálisis el principal síntoma, para la gestalt y la sistémica el malestar protagonista, y para el cognitivo contextual el emocional dañino, figura, hoy en día. 

Consulte, además cómo la definirían, sabiendo la cantidad de información que existe en redes, hoy, hablando de cómo todos la padecemos y lo complejo que resulta no calmarla. Para la terapia cognitiva contextual es el resultado de la aplicación incorrecta de un proceso natural (pensamientos) a un estado de alerta, como puede ser el miedo. Según Guillermo es algo más nocivo que positivo, que requiere control, si continúa en el tiempo, incluso puede generar cambios neurofisiológicos y de salud, llegando incluso a bajar las defensas. 

Desde la perspectiva sistémica, la ansiedad se define como una señal, que emerge del sistema relacional (nosotros mismos), que indica una ”disfunción”, sobrecarga o dificultad en la comunicación y la regulación emocional colectiva. Agustina sostiene que aparece como una respuesta del sistema ante la incertidumbre o el cambio, especialmente cuando los patrones de interacción habituales ya no logran sostener un “equilibrio».

Por otro lado, Romina me explico como para la Gestalt, la ansiedad es la brecha entre el presente y el futuro. Es la energía que se produce cuando una persona intenta estar “adelantada” a la experiencia, es decir, cuando su atención se desplaza del “aquí y ahora” hacia lo que podría ocurrir. Esto significa que la ansiedad aparece cuando la energía vital que debería estar disponible para la acción o el contacto presente se proyecta hacia un futuro imaginado, generalmente temido o incierto. En lugar de vivir plenamente lo que ocurre, es que la persona se desconecta de su experiencia actual y se queda atrapada en expectativas, anticipaciones o exigencias. Desde el psicoanálisis, Fernando Tarrago nos habla de cómo es un síntoma, no es solo miedo o tensión, una advertencia del yo frente a lo que no puede controlar o nombrar.  El trabajo analítico no busca silenciarla, sino darle sentido: transformarla en palabra, en historia, en comprensión de sí. 

¿Por qué es importante definir qué sí nos pasa y qué no nos pasa?

En tiempos donde las redes sociales parecen ofrecer soluciones instantáneas para todo, la salud mental se ha vuelto terreno fértil para la desinformación. Abundan los consejos rápidos, las frases motivacionales y las “recetas mágicas” que prometen eliminar el malestar o alcanzar la felicidad permanente, pero que muchas veces simplifican en exceso procesos que son complejos, personales y profundamente subjetivos. 

Desde una terapia Gestalt, se busca que el paciente habite el presente y logre reconocer la experiencia sin huir de ella; desde el Psicoanálisis, comprender el sentido subjetivo de los síntomas y del malestar; la Terapia Sistémica promueve revisar las dinámicas vinculares y encontrar nuevas formas de interacción que permitan al paciente encontrar un posible equilibrio y estabilidad; y el enfoque Cognitivo-Contextual enfatiza la búsqueda de la flexibilidad psicológica, es decir, la capacidad de actuar en coherencia con nuestros valores incluso en presencia de dolor o miedo. En conjunto, estas corrientes coinciden en que cuidar la salud mental no se trata de eliminar los síntomas ni de alcanzar un ideal de felicidad constante, sino de integrar mente y cuerpo como un todo, construyendo recursos internos, vínculos saludables y hábitos sostenibles que nos permitan sostenernos, adaptarnos y vivir con sentido de ello.

¿Qué hacer y cómo ayudar a alguien en un ataque de pánico o ansiedad?

Cuando la ansiedad alcanza niveles tan altos que resulta imposible controlarla con el pensamiento, como durante un ataque de ansiedad o de pánico, lo más efectivo son las estrategias fisiológicas, es decir, aquellas que actúan directamente sobre el cuerpo para interrumpir la activación extrema del sistema nervioso. En ese momento, el objetivo no es razonar, sino generar una respuesta incompatible con el estado de alarma.

Algunas técnicas útiles incluyen colocarse en cuclillas con la cabeza hacia abajo y las manos entrelazadas haciendo presión en la cabeza hacia abajo, aplicar agua fría en el rostro, realizar ejercicios de fuerza breves o focalizar la atención en las sensaciones corporales (el peso del cuerpo, los apoyos, la respiración). Estas estrategias permiten reducir la activación fisiológica y recuperar cierta estabilidad, pero su efecto es momentáneo: no resuelven el origen de la ansiedad, ni reemplazan el acompañamiento terapéutico profesional.

¿La cura?

A largo plazo, fortalecer la salud mental implica generar condiciones cotidianas que amortigüen la aparición de picos de ansiedad y nos preparen para afrontarlos cuando ocurran. Actividades como hacer deporte, meditar, mantener controles médicos regulares, cuidar el sueño, limitar el uso de redes sociales y sostener vínculos saludables contribuyen a la regulación emocional y a la estabilidad de la mente y el cuerpo. Sin embargo, en la actualidad persiste una visión fragmentada de la salud, donde lo físico y lo mental parecen tratarse como dimensiones separadas, cuando en realidad son partes de un mismo sistema interdependiente.

El cuerpo y la mente se retroalimentan: un organismo físicamente cuidado favorece la estabilidad emocional, y una mente estable promueve hábitos saludables. Pensar la salud mental desconectada del cuerpo es negar que nuestras emociones también tienen expresión fisiológica y que el bienestar psíquico necesita de un cuerpo descansado, alimentado y en movimiento.

En este marco, la terapia puede entenderse como un acto de cuidado y de ayuda recíproca, donde tratar implica hacerse responsable de uno mismo, conocerse y acompañar los propios procesos con compromiso y respeto. Cuidarse, desde esta perspectiva, también es cuidar a los demás: cuando una persona logra alcanzar cierta estabilidad emocional, puede ofrecer tranquilidad, respeto, contención, y presencia a quienes la rodean. Así, el trabajo terapéutico no sólo fortalece al individuo, sino que favorece la construcción de vínculos más sanos y solidarios, donde el bienestar personal y el colectivo se entrelazan, reafirmando que cuidar, tratar y ayudar son gestos que comienzan por uno mismo y se expanden hacia los otros.

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Redacción

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