El Lunes 10 de noviembre, decenas de videos inundaron las redes sociales. Fueron captados por estudiantes, docentes y no docentes de la Universidad Nacional del Comahue de las sedes de Neuquén Capital. En ellos se ven las graves consecuencias de un temporal con fuertes lluvias y hasta granizo.
Una vez más, aulas y oficinas se convirtieron en cataratas, pasillos en ríos que no se podían atravesar y toda la comunidad educativa estuvo expuesta a los peligros eléctricos y derrumbes de techos. Pero ¿quién se sorprende?
Crónica de un desastre anunciado
Estas imágenes se repiten cada vez que llueve. Lo sabe toda la comunidad universitaria que habita los espacios de la UNCO. Los comentarios en los videos daban cuenta de una realidad conocida estudiantes y trabajadores. Y dista mucho de tener que ver con un «fenómeno natural» e “inevitable”.
Es la postal más cruda del ajuste y el vaciamiento que sufren las universidades públicas hace muchos años y bajo todos los gobiernos, que obviamente se ha profundizado con la gestión de Milei y todos sus cómplices, que le han permitido seguir avanzando con su plan.
Mientras los sectores del peronismo, como la rectora de la universidad Beatriz Gentile se llenan la boca haciendo campaña sobre la defensa de una “educación pública y de calidad”, han abandonado cualquier atisbo de lucha por el presupuesto necesario.
La realidad es que la UNCo funciona con un presupuesto de miseria que ha sido recortado por todos los gobiernos, que no alcanza ni para el mantenimiento básico de los edificios y mucho menos para obras de infraestructura que eviten que cada tormenta termine en desastres como este.
El ajuste se siente en todos los rincones: techos que se caen, baños clausurados, falta de calefacción, inundaciones que ponen en riesgo la integridad física del conjunto de los claustros, y podemos seguir nombrando.
Un rayo de sol en el horizonte
Este año, con enormes movilizaciones en todo el país y organización desde abajo, a pesar de las burocracias estudiantiles, la comunidad universitaria conquistó la Ley de Financiamiento Universitario. Esto implica una recomposición del presupuesto que debería cubrir salarios docentes, no docentes, becas estudiantiles, infraestructura, para el Conicet, entre otras necesidades.
Esta ley fue discutida y aprobada en el Congreso y en el Senado. Sin embargo, en un acto completamente ilegal, el Ejecutivo se niega a implementarla, alegando falta de fondos y amparándose en tecnicismos legales para pisar salarios y presupuesto.
Plata hay, todos los días se vivencia que se la llevan al exterior para pagar la deuda ilegítima al FMI y los acreedores privados. La fiesta que festeja Trump y los EEUU. Esa plata podría destinarse para las universidades públicas, la construcción de escuelas y para salud, pero no son prioridades para este gobierno de empresarios.
Sin embargo, ni un temporal podrá contra este movimiento universitario opositor al gobierno. Un nuevo paro de 72 horas está teniendo lugar en todo el país por parte de los gremios docentes –CONADU Histórica y CONADU– el resultado de semanas de asambleas y una bronca que crece en toda la comunidad educativa.
Es claro que si la Federación Universitaria se hubiera puesto a la cabeza de construir un plan de lucha en unidad con nuestras docentes, jubilades, trabajadores de salud y todos los sectores que le estan haciendo frente a los planes de ajuste, el panorama sería distinto.
Aún así, contra viento y marea, hay Centros de Estudiantes antiburocráticos que continúan impulsando asambleas, clases públicas, una tormenta de acciones desde abajo para construir la fuerza que puede arrasar con los planes de los gobiernos. La tarea por delante es fortalecer esos espacios y seguir recuperando Centros independientes de las gestiones y los gobiernos, que sean verdaderas herramienta de organización y lucha de les estudiantes.





