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viernes, noviembre 14, 2025

De La Matanza a Madagascar: el Padre Opeka, una historia de fe, amor y solidaridad

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Tranquilidad, serenidad, paciencia y simpatía son algunas de las cualidades que forman parte de la personalidad del Padre Pedro Opeka, quien, a su vez, las transmite a través de su palabra. El sacerdote argentino- esloveno es misionero en Madagascar (África) hace cinco décadas y fundó la Asociación Akamasoa, que ayuda a las personas en situación de vulnerabilidad. El trabajo solidario de Opeka ha inspirado a muchas personas a seguir el camino de la ayuda social, comunitaria y mejorar la calidad de vida de las personas.

Su última visita a Argentina fue en 2018, así, tras varios años, Opeka regresó al país, se reencontró con sus afectos, su familia y la comunidad. A raíz de su gran labor, sus palabras positivas, de aliento y de resiliencia muchas personas se acercan a él para pedir la bendición, una foto o sumarse como voluntarios. Durante su estadía, ha brindado misas en diferentes iglesias y ha visitado clubes eslovenos de Zona Oeste, Capital Federal y Zona Sur. Una manera de recordar sus raíces y a sus padres.

Una vida dedicada al prójimo

El religioso lazarista nació en San Martín en 1948, trabajó junto a su padre como albañil, por lo cual tuvo formación y experiencia a la hora de construir inmuebles. Ingresó en la congregación de San Vicente de Paúl, estudió Filosofía en Eslovenia y Teología en Francia.

Tuvo como mentor y profesor en el Seminario de Teología nada más y nada menos que a Jorge Bergoglio, vivió en La Matanza, específicamente en Ramos Mejía, y dedicó su vida al prójimo desde temprana edad. Así, a los 27 años se ordenó sacerdote.

En uno de sus viajes como misionero, en 1970, llegó a la isla Madagascar, que se encuentra al sur del continente africano. Su primera experiencia transcurrió en Vangaindrano, al sureste del país. Estuvo 15 años animando la parroquia y allí comenzó a sentir la necesidad de estar junto a la gente. Allí vio una realidad que lo impresionó, chicos de diversas edades buscando alimentos o restos de cosas en un gran basural a cielo abierto.

Dedicación e inspiración

Sin dudarlo, decidió poner manos a la obra para ayudar a una gran cantidad de necesitados en situación de pobreza extrema a mejorar su calidad de vida desde el trabajo y el voluntariado. Bajo esas premisas, en 1989 creó la Asociación Akamasoa. La misma se replicó en Argentina, de la mano de Gastón Vigo Gasparotti, y colabora con las personas que tienen sus derechos vulnerados.

Con la ayuda de voluntarios y jóvenes locales, Opeka impulsó la construcción de los primeros asentamientos estables. Inicialmente con viviendas de madera y, más tarde, con casas de ladrillo. Paralelamente, la asociación puso en marcha escuelas, centros médicos y centros de trabajo para ofrecer servicios básicos y promover la autosuficiencia. Además, para el sacerdote es importante que las personas practiquen deporte, por lo cual se han construido canchas.

Más tarde, el proyecto se consolidó como una red comunitaria organizada. Actualmente, según el último informe 2024 de Akamasoa, se han construido 22 barrios situados en los alrededores de Antananarivo (capital de Madagascar), donde residen miles personas.

El impacto del proyecto ha sido reconocido a nivel nacional e internacional. Así, se convirtió en un ejemplo de desarrollo comunitario basado en la solidaridad, la educación y el trabajo cooperativo. 

La transformación de basurales en oasis de esperanza

En diálogo en exclusiva con El1, Opeka expresó: “El desafío era no defraudar a la gente que ya había sido defraudada tantas veces por promesas que nunca se cumplieron. También, comenzar el proyecto y estar permanentemente con las personas, ya que no se puede ayudarlas visitándolas de vez en cuando. Ellos vivían en una situación de extrema pobreza.

«El desafío era no defraudar a la gente».

Y agregó: “Hay que estar presentes, vivir con ellos y adaptarse a sus vidas. Entonces, partir de ayudarlos a resucitar, a cambiar de vida, de mentalidad y a tener deseos de progresar. Hay muchas personas que no tienen deseos, viven una rutina que los esclaviza y los encierra, por ende, hay que sacarlos de ahí. Ese es un gran reto…pero se puede hacer”.

El Padre Opeka y su visión solidaria

Opeka aseguró que para lograr llevar a cabo su gran labor solidaria y comunitaria fue necesario unir a las personas para que tengan confianza entre ellos, así, comenzar un camino de trabajo, esfuerzo y educación en conjunto. “La escuela es necesaria, porque es el ámbito donde un chico aprende a vivir con los demás. Se da cuenta que tiene que caminar a la par del otro y sus talentos. Esos talentos tienen que hallarlo en sí mismo para, a futuro, ser parte de la comunidad humana”, indicó.

«La escuela es necesaria, porque es el ámbito donde un chico aprende a vivir con los demás».

En relación a cómo ve a Argentina actualmente, Opeka opinó: “La veo un poco más opaca, en el sentido de que antes en los barrios había más comunidad, más gente caminando por la calle, más alegría y, ahora, hay mucho miedo de salir. Hay que luchar contra la violencia porque vivimos para vivir en paz y ser hermanos”.

Opeka y el deporte

Antes de convertirse en sacerdote, Opeka jugó al fútbol y llegó a ser parte de la tercera división de Vélez Sarsfield. Esa conexión y gusto por el deporte lo ayudó a conectar con la gente de Madagascar y ganar su confianza para iniciar su labor social.

En ese sentido, el pasado 2 de noviembre, en el marco del 58° aniversario del Club Esloveno Pristava, ubicado en Castelar, los presentes y diferentes autoridades vivieron un momento sumamente emotivo y de júbilo, el sacerdote se encontró con el delantero de San Lorenzo Andrés Vombergar, quien pertenece a la comunidad y le entrego como presente una camiseta de la selección eslovena.

“Siempre jugué al fútbol, en Francia, en Eslovenia, en Madagascar. Cuando vengo a Argentina digo que tengo que venir a dos misas, la primera es en la parroquia y, luego, en una cancha de fútbol, porque este deporte es una misa…es toda una liturgia. El fútbol no es sinónimo de violencia, no se puede jugar con violencia, hay que jugar limpio”, subrayó el sacerdote.

A su vez, relató que en Madagascar cuentan con 22 barrios realizados por Akamasoa donde se han construido diferentes canchas deportivas que están abiertas a la comunidad. “Cada barrio tiene uno o dos equipos, hay mucho deporte y nos hace sentir jóvenes. Todo es parte de un conjunto, es decir, el trabajo, la oración, la disciplina, la salud, el deporte y el medioambiente”, relató.

Su paso por La Matanza

Opeka ha residido durante varios años en la localidad de Ramos Mejía y tiene gratos recuerdos de su paso por el Distrito. “La Matanza es un lugar muy popular. Es un pueblo muy grande y tiene muchos talentos. Hay que ayudarlo a ponerse de pie porque puede ser grande en su espíritu, en su corazón y en su pasión por el bien común”, cerró.

Fotografías: El1, Club Esloveno Pristava, Akamasoa, Akamasoa Argentina, Madagascar Fundation, Slovenska skupnost v Argentini, Svobodna Slovenija.

Agradecimientos: Club Esloveno Pristava.

Redacción

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