Diego Esteras y Ezequiel Fanego no tenían ningún antecedente editorial cuando comenzaron a publicar libros. Pero se habían conocido en espacios contraculturales surgidos de la crisis de 2001 y esa experiencia iluminó Caja negra, el sello que lanzaron en noviembre de 2005. Veinte años después conducen con Malena Rey, a cargo de la producción y edición, una de las editoriales argentinas con mayor presencia en el mercado hispano hablante y con una incidencia particular en las discusiones del presente.
Diego Esteras, Ezequiel Fanego y Malena Rey, editores de Caja Negra. Foto: Mariana Nedelcu.Caja Negra consolidó un catálogo a través de colecciones que recorren el ensayo, la literatura, el cine, las artes visuales y la música y hoy tiene también una sede en Madrid y distribución en América Latina. Este “repertorio de recursos críticos”, como se define en redes, ha introducido a nuevos autores en la lengua española y promovido discusiones y objetos para la crítica con autores como Franco Berardi, Mark Fisher, Martha Rosler y John Cage.
El 15 de noviembre Caja Negra celebrará el aniversario con un evento donde Lucrecia Martel presentará Un destino común, su primer libro, y el crítico musical británico Simon Reynolds, autor destacado de la casa, dialogará con su hijo Kieran Press–Reynolds y los periodistas Pablo Schanton y Antonia Kon. “Queremos que sea un espacio colectivo de encuentro en un momento en que es difícil celebrar nada”, destaca Malena Rey.
–Cuando fundaron Caja Negra eran amigos que compartían lecturas. ¿Cómo se convirtieron en editores?
–Diego Esteras: La editorial empieza con una pulsión arqueológica en el sentido de trabajar sobre escrituras ya disponibles. En un segundo momento nos animamos a producir nuestras propias novedades y a explorar tradiciones de escritores fundamentalmente anglosajones que no tenían ninguna representación en el mercado editorial hispanohablante. Ese período arranca con Simon Reynolds, por eso no es casual que él sea uno de nuestros invitados. Y hay un tercer momento en que pensamos a la editorial como un artefacto específicamente contemporáneo, donde nos interesa editar en tiempo real con la configuración de los problemas del presente. Eso tiene una primera manifestación con la colección Futuros próximos, y un segundo capítulo con Efectos colaterales, en la que intentamos abrir un espacio de investigación de la ficción contemporánea.
–¿Las colecciones orientan las decisiones de la editorial?
–Ezequiel Fanego: Uno de los impulsos iniciales tenía que ver con producir un encuentro entre distintas áreas de la creación cultural, la música, el cine, la literatura, y no trabajar tanto a partir de las fronteras. Había algo en la idea de colección que nos resultaba restrictivo y de hecho nuestra colección inicial, Numancia, es difícil de definir porque reunía nuestros gustos, nuestros caprichos. Con el tiempo, al contrario, las colecciones se volvieron espacios de investigación y a partir de ahí empiezan a salir proyectos, libros.
Diego Esteras, Ezequiel Fanego y Malena Rey, editores de Caja Negra. Foto: Mariana Nedelcu.–Malena Rey: En Caja Negra las colecciones están atravesadas por los intereses a los que arribamos como equipo de trabajo y todos aportamos en cuanto a las inquietudes y a los criterios estéticos. La forma de seriar también ayuda no solo a generar un criterio sino a que el lector, ante una mesa de novedades, identifique qué hace Caja Negra. Con la llegada de Synesthesia, una colección que en principio reunió música y cine con autores y autoras de distintas tradiciones, se empezó a armar una zona de interés que los lectores empezaron a reconocer.
–También reivindican una intervención fuerte sobre los textos en tanto editores.
–Malena Rey: Hacemos un poco de todo. Durante muchos años Caja Negra fue una editorial mayormente de traducciones, lo que implica una investigación profunda, una búsqueda de que el plan editorial de cada año represente las zonas por las que queremos movernos y que haya diversidad de voces, de técnicas, de géneros. En los últimos dos o tres años le estamos dando más lugar a textos escritos en español. Y así como sacábamos traducciones siempre hubo espacios para antologías que son libros que se inventaron de cero y que llevan mucho más trabajo que contratar una traducción: la antología de patafísica, la del grupo Oulipo, la de las artes performativas, El tiempo es lo único que tenemos. Eran zonas donde faltaban libros y había que inventarlos.
–Diego Esteras: Si bien estamos abiertos a la recepción de manuscritos, Caja Negra siempre fue un espacio de investigación activo. La aparición de los libros es el resultado de un trabajo de búsqueda muy socializado al interior de nuestro equipo y de un universo de colaboradores.
–Malena Rey: Los últimos libros de autores argentinos o hispano hablantes nos cambiaron muchísimo la forma de trabajar. Osvaldo Baigorria, María Negroni, confiaron en Caja Negra como editores en el sentido de trabajar al interior de los textos durante largo tiempo. También Albertina Carri, Esther Díaz. El libro de Lucrecia Martel no existía y la fuimos a buscar para proponérselo. Dani Zelko nos trajo Oreja madre en estado avanzado pero le faltaba una buena mano de edición. Ahí asumimos otro tipo de compromiso, no esperamos que llegue un libro terminado, preferimos involucrarnos en el proceso y que la obra se termine de cerrar con nuestra mirada.
–Ezequiel Fanego: Nos pasó particularmente con libros que sacamos este año de autores argentinos, cuya hechura y proceso de escritura y edición están muy pegados a acontecimientos del presente. Durante la producción el libro va mutando. Era difícil ponerle un fin a El ritmo no perdona, el libro de Camila Caamaño y Amadeo Gandolfo sobre el trap, porque salían nuevos discos y artistas y bifurcaciones en la escena.
–La atención al presente parece una preocupación que atraviesa al conjunto de las colecciones.
–Ezequiel Fanego: La edición es siempre una intervención sobre el presente, incluso lo fue en los gestos más extemporáneos del comienzo. La Antología del decadentismo francés tenía que ver con una interpretación sobre el decadentismo contemporáneo pos 2001. La edición fue siempre un diálogo con un contexto, ya sea con un rescate del pasado o con un libro producido contemporáneamente. Por eso nos importa qué pasa con el libro después que se publica, cómo interactúa con determinados colectivos, qué otra gente piensa las cosas con las que el libro dialoga. La idea de la edición como intervención se intensifica con una mirada más abocada a la producción contemporánea y al pensamiento de ficción. Los temas, los procesos de investigación, son los que nos inquietan vitalmente, problemas contemporáneos que nos atraviesan como personas y vamos a la búsqueda de textos que nos ayuden a dar respuestas a las preguntas correctas.
–Diego Esteras: Con la colección Futuros próximos la editorial empieza a tener otra instalación pública. El mundo editorial hispano hablante, en términos de producción de libros de ensayo y de pensamiento, estaba todavía muy pegado al siglo XX. Las librerías estaban llenas de Deleuze, Foucault, Bataille, Virno, y percibimos una falta, una necesidad de renovar los recursos críticos, los lenguajes, las preguntas y los problemas con los que intentábamos pensar el presente. Empezamos a trabajar de una manera más sistemática para hacer nuestro aporte en ese sentido.
–El sector editorial atraviesa una crisis muy fuerte en Argentina. ¿Cómo los afecta esa situación?
–Ezequiel Fanego: Nos pensamos como una editorial que surgió de la crisis, porque nos conocimos en el contexto de 2001. Fundar una editorial es una decisión particular y tuvo que ver con las preguntas que nos hacíamos en ese momento. A lo largo de estos veinte años casi nunca estuvimos en una situación ideal. Siempre tenemos que inventar soluciones nuevas a problemas nuevos, a desafíos nuevos. Es un saber que ya tenemos incorporado.
–Diego Esteras: Empezamos en un momento crítico, con el mercado argentino fracturado, y nos conocimos en espacios de activismo contracultural. De ahí viene la voluntad de crear nuestras propias organizaciones, nuestros propios espacios en los que pudiéramos conducirnos con nuestras propias reglas, y a lo largo de los años eso genera una comunidad de lectores muy fiel, que comparten estos intereses, estas preocupaciones. Trabajamos para lectores para los cuales los libros son bienes de primera necesidad. Ese es el modo de defendernos en contextos difíciles, que por otra parte son una norma en Argentina y ahora están especialmente intensificados.





