Hace apenas tres años, la pareja británica formada Lizbeth Holstein y Sebastian Galbraith-helps convirtió una masía del siglo XVIII, enclavada en medio del macizo boscoso de las Gavarres, en el término de Mont-ras (Baix Empordà) en su primera residencia. Tras vivir durante décadas en distinos países como Reino Unido, Sur África y una larga temporada en Mallorca, esta pareja de mediana edad, ella pintora y él extenista profesional y dedicado al sector inmobiliario, han fijado su vida en esta zona del interior del Empordà.
La gastronomía, la tranquilidad, el entorno o la luz fueron argumentos de peso para quedarse esta propiedad 643 metros cuadrados construidos y 22.000 metros cuadrados de parcela, que reformaron de arriba a abajo. Un inmueble, valorado en 2,2 millones de euros, que ahora quieren vender por motivos familiares. Su intención es buscar otra propiedad en una zona próxima. “Estamos muy a gusto en la zona”, explican.
El precio de las masías históricas ha crecido entre un 20 y 30% por la escasa oferta y alta demanda
El perfil de extranjeros interesados en adquirir propiedades históricas y chalets de alto standing en la Costa Brava y en el interior de Girona va al alza, especialmente desde la pandemia. Lo corroboran distintas inmobiliarias, que han visto como de un tiempo a esta parte se ha multiplicado el interés de los extranjeros no residentes, como británicos, belgas, suizos, holandeses e incluso estadounidenses, que acostumbran a pagar, en la mayoría de casos, sin necesidad de financiación. Más del 60% de las operaciones de lujo en Girona ya las realizan inversores extranjeros solventes, según fuentes del sector.
Desde la inmobiliaria Barnes, multinacional francesa que en 2024 abrió sede en Begur, explican que en los últimos tres años, el precio de las masías históricas ha crecido entre un 20% y un 30%, impulsado por la escasa oferta y la alta demanda internacional.
Masía ubicada en Torroella de Montgrí comprada y restaurada en 2001 por una pareja británica y que ahora esta a la venta por 4’5 millones de euros. Pere Duran / Nord Media
Pere Duran / Nord Media
“Se estima que en la provincia de Girona puede haber unas 8.000 masías, pero que estén disponibles para comprar no hay tantas, es un producto muy buscado”, explica el socio director de la oficina de la Costa Brava, Jordi Mercader, que sitúa el “triángulo de oro” en el Baix Empordà, en la zona comprendida entre la Bisbal d’Empordà, Ullastret, Peratallada y Pals. Una zona en la que el cliente nacional, especialmente del área de Barcelona, sigue siendo mayoría. Representan entre el 60 y 65% de los propietarios.
En una masía de Ullà
‘Yanquis’ en casa de Caterina Albert
Mas Xiquet, la masía de Ullà (Baix Empordà) en la que Caterina Albert escribió en 1905 novela Solitud bajo el seudónimo de Víctor Català ha sido recientemente adquirida por una familia de Nueva York de unos 40 años con dos hijos pequeños. La operación fue cerrada con la inmobiliaria Barnes, con sedes en muchos países. La familia reformará la propiedad con la voluntad de impulsar un proyecto vitivinícola o de producción de aceite. El estadounidense, un colectivo que busca privacidad, es un perfil al alza. Si en la inmobiliaria Corredor Mató, el ritmo de ventas a compradores de Estados Unidos era de una masía cada dos años antes de la covid, después de la pandemia la agencia ha vendido una quincena. “Primero suelen alquilar y luego compran”, afirma su propietario Marc Piferrer, que critica a las administraciones por sus restricciones con las fincas rústicas. “Hemos enseñado ruinas a clientes americanos, dispuestos a rehabilitar, pero al final se han echado atrás por las trabas de las administraciones”, explica.
Mercader refleja algunas tendencias en la adquisición de este tipo de propiedades: si bien el cliente europeo compra como segunda residencia, cada vez más lo que antes era segunda residencia se acaba convirtiendo primera. También apunta que entre los extracomunitarios no es nada raro que la adquisición de una finca rústica vaya unida al interés por desarrollar un proyecto de vida que le permita echar raíces en la zona.
Desde el sector subrayan que para muchos tener una masía es como tener acciones de lujo: liquidez al máximo y un activo que se revaloriza cada año. En 2025, el metro cuadrado de una masía reformada está sobre los 3.500 euros, unos 1.900, si está pendiente obra.
27% de compras de no nacionales
Girona, sexta en el ranking
Que los extranjeros pisan fuerte en la compraventa de propiedades en la provincia lo reflejan los últimos datos del Colegio de Registradores de la Propiedad. Casi el 27% de operaciones de compraventa son de no nacionales, once puntos más que la media catalana. Girona es la sexta provincia en España con más compradores foráneos tras Alicante, Santa Cruz de Tenerife, Málaga, Baleares y Las Palmas. Belgas y franceses son según el presidente de los Agentes Inmobiliarios de Girona, Joan Company, los principales clientes.
Cristina Xicoira, gerente de Masies Empordà, inmobiliaria especializada en la venta de fincas rústicas ubicada en Palafrugell, sitúa el Baix Empordà como la zona más cara, seguida del Alt Empordà y Gironès, donde algunas fincas pueden alcanzar los 5 millones de euros.
Por 4,5 millones, la inmobiliaria Barnes tiene a la venta una masía de 1758, propiedad de una familia británica desde 2001 que ha decidido desprenderse de ella por motivos familiares. “Seis nietos en cuatro años han hecho que nuestra vida ahora se centre en el Reino Unido”, afirma el dueño, un alto ejecutivo en ingeniería ya jubilado. Son 1.300 metros cuadrados construidos y 32.000 metros cuadrados de jardín, con vistas al castillo de Mongrí y a la sierra de Pals.
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Estar en Europa, a no más de 90 minutos en coche de una gran ciudad para disfrutar de su oferta cultural, pero también cerca del campo y gozar de buena restauración… eran los requisitos que debía tener su nuevo hogar, cuando hace ya dos más de dos décadas empezaron a buscar un lugar donde fijar un hogar permanente. Portugal, Francia, Italia y España, donde nunca habían estado, encajaban en esa ecuación. “Volamos a Barcelona y nos enamoramos al instante”, dice. Buscó en un radio de 90 minutos en coche el que sería su nuevo hogar. Recorrió Sitges, Roses y los pueblos del Empordà “el triángulo dorado”. “Vimos muchas casas pero al dar con la nuestra, fue amor a primera vista”, explica.
Los californianos Karmi Soder y Mark Cook, en su hogar de La Fosca (Palamós). Pere Duran / Nord Media
Pere Duran / Nord Media
Cristina Xicoira sitúa la pandemia como punto de inflexión en el despegue de este tipo de producto. “Las masías están de moda hace años, el sueño de muchas familias es poseer una finca así para adaptarla a turismo rural o vivir en ella y se vendieron muchas en el año y medio después de la covid, ahora el mercado está más estabilizado aunque siempre hay lluvia de demanda”, afirma.
Las más modestas , sobre un millón de euros, ya escasean. En su caso, el 60% de ventas ya las copan extranjeros, siendo los belgas y holandeses los más proactivos. “Son nacionalidades que valoran mucho el paisaje, clima y antigüedad, dan valor a la piedra y a la historia, a diferencia por ejemplo de un ruso, para quienes (guerra al margen) este tipo de propiedades no son atractivas; para ellos no deja de ser algo ‘viejo’”.
La mayoría pagan al contado; el precio medio del metro cuadrado de una casa ya reformada es de 3.500 euros
Un perfil distinto es el que tienen en una inmobiliaria de venta de fincas rústicas de la Bisbal d’Empordà, donde el 90% es cliente nacional de segunda residencia, sobre todo de Barcelona. El 10% restante son holandeses, americanos y franceses, sobretodo “Vienen a pasar los últimos años, muchos empiezan por alquilar para pasar temporadas y luego, si están a gusto, compran”, explica el administrador de la firma, que prefiere mantenerse en el anonimato.
Una de las nacionalidades que ha repuntado en la adquisición de fincas rústicas y casas de lujo es la estadounidense. En la agencia inmobiliaria Corredor Mató, con sedes en Llafranc, Tamariu, Mataró y Barcelona, explican que el americano, un perfil todavía anecdótico no hace muchos años, está creciendo. “Es cierto que la Costa Brava es un destino todavía poco conocido para ellos, pero en los últimos cuatro o cinco años va al alza”, explica Marc Piferrer, su director general.
“Aversión a las políticas estadounidenses”
Del oeste de EUA a la Costa Brava
La enfermera Karmi Soder y su marido, el ingeniero en tecnología climática Mark Cook, viven desde finales de enero en una casa de La Fosca (Palamós), que están remodelando a su gusto. Ella conocía la Costa Brava a raíz de un viaje que realizó a Begur con una amiga que estaba estudiando en Barcelona. Por eso, cuando empezaron a buscar un lugar donde fijar su residencia, tras años viviendo en San Francisco y Tel Aviv, ciudad israelí a la que se desplazaron por motivos laborales de él, se decantaron por la Costa Brava. “La región nos recordó a California, exuberante y verde, excelente gastronomía, bodegas y una costa impresionante”, explica. La casa, adquirida en la inmobiliaria Engel & Völkers, se ha convertido, de momento, en su residencia habitual. También pasan temporadas en la Costa Brava el matrimonio formado por Severine y Robert Murdock, propietarios de varios restaurantes y otros negocios, originarios de un pueblo de las montañas de Wyoming. En abril adquirieron a través de la inmobiliaria Finques Company un chalet en Port de la Selva, donde ya tienen lazos familiares. No fue la única razón que les llevó a poner tierra de por medio con su país. Otro motivo de peso fue “la aversión e inquietud hacia las políticas y valores estadounidenses actuales”. Limitados por el visado de turista de 90 días, viven en Port de la Selva solo parte del año.
Una cifra refleja el interés de este colectivo. Piferrer explica que el alquiler turístico de propiedades de lujo por parte de norteamericanos está creciendo de forma exponencial de un año a otro, con incrementos del 35% anuales. Un perfil –dice– “muy exigente”, formado por altos directivos y propietarios de empresas, que reclama una calidad de atención premium. Piferrer sitúa el horizonte de la Ryder Cup, que se celebrará en Catalunya en 2031, como fecha clave para posicionar este mercado en la Costa Brava y Girona.





