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domingo, noviembre 16, 2025

América Latina sin brújula

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CUMBRE UE CELAC

Entre cumbres suspendidas, despliegues militares y divisiones políticas, el continente se hunde en su mayor crisis de coordinación hemisférica. Sin unidad ni liderazgo, América Latina se disuelve entre la desconfianza y la irrelevancia. El Caribe vuelve a ser espejo de las fracturas de América Latina.

La suspensión de la Cumbre de las Américas, en medio de la crisis generada por el envío de buques militares de Estados Unidos frente a Venezuela, y la poca exitosa convocatoria de Colombia a la Cumbre Celac–Unión Europea, revelan la magnitud de un problema más profundo: el continente ha perdido toda capacidad de actuar como bloque político y estratégico. La región que soñó con la integración, desde Bolívar hasta la Cepal y Aladi, hoy se enfrenta a su propia dispersión. ni Washington logra convocar a sus aliados tradicionales, ni la Celac consigue articular una voz coherente.

En ese vacío, cada gobierno improvisa su diplomacia, mientras el mundo multipolar redefine sus alianzas sin mirar al sur. La Cumbre de las Américas, creada en 1994 como foro de cooperación hemisférica, no resistió la tormenta política actual. El despliegue naval estadounidense frente a Venezuela fue el punto de quiebre: una maniobra que reavivó los fantasmas de intervención y colocó a Washington en el centro de la controversia de un muy reducido grupo de la izquierda regional.

Ante las críticas de líderes como Petro y  Lula da Silva, que denunciaron la militarización del Caribe, varios gobiernos anunciaron su ausencia. República Dominicana, anfitrión del evento, optó por la suspensión, evitando una cumbre marcada por ausencias, reproches y fracturas políticas. La decisión, aunque presentada como ajuste logístico, refleja el agotamiento y el necesario redimensionamiento del liderazgo estadounidense en la región: por la incapacidad de convocar, persuadir o integrar bajo una agenda común.

Mientras Washington retrocede, la Celac intentó ocupar el espacio vacío. Convocó reuniones de emergencia para tratar la crisis del Caribe y reafirmar a América Latina como Zona de Paz. Sin embargo, su discurso chocó con la realidad: varios países caribeños, sudamericanos y centroamericanos se abstuvieron de respaldar el comunicado contra Estados Unidos, revelando que la unidad regional es más aspiración que práctica o realidad y que Estados Unidos siguen siendo factor político determinante en la región

El intento de Colombia por reactivar el diálogo internacional con la Cumbre Celac–Unión Europea buscaba proyectar liderazgo. Pero la convocatoria fue un fracaso: solo 11 de los casi 60 países invitados confirmaron asistencia. Europa duda del rumbo político latinoamericano, y los propios miembros de la Celac no logran definirse entre autonomía y alineamiento. Durante décadas, Estados Unidos fue el referente inevitable del hemisferio: dirigía la OEA, impulsaba tratados comerciales y, con pragmatismo y poder, marcaba el pulso de la región.

Esa ausencia, hoy por hoy, no ha sido reemplazada por una alternativa propia. Brasil, México y Argentina —los tres gigantes potenciales— se concentran en sus crisis internas. Colombia busca protagonismo, pero sin respaldo regional real. La consecuencia es visible: América Latina carece de un liderazgo legítimo, de un eje político común y de una estrategia regional frente al mundo. Cada país se mueve por reflejo, y ninguno marca el rumbo. Mientras Asia teje alianzas y África avanza en su zona de libre comercio, América Latina se consume en su propia fragmentación e inocua ideologización. Sus cumbres son suspendidas, sus foros apenas se convocan y su voz internacional se diluye entre discursos contradictorios.

El rechazo simultáneo al liderazgo estadounidense y la incapacidad de construir un liderazgo latinoamericano alternativo han dejado al continente en tierra de nadie: demasiado dividido para integrarse, demasiado débil para influir, pareciera un continente sin destino.

La historia enseña que ninguna región se construye sobre el vacío. Y hoy, mientras Washington no rediseñe su ascendencia y la Celac no logre sustituirla, el continente se desliza hacia en este siglo sin voz propia. Si América Latina no redefine su liderazgo, sea con o sin Estados Unidos, otros seguirán decidiendo su destino mientras la región no encuentra cómo definir su identidad.

La crisis de las cumbres no es solo diplomática; es la expresión de un continente que perdió el sentido de su propio destino. Ni la Cumbre de las Américas ni la Celac lograron consensuar una hoja de ruta frente a los desafíos del Caribe, la desigualdad, la migración y la seguridad. El resultado es un vacío de liderazgo que deja a la región fuera de las decisiones globales. En fin, nuestro continente es un conjunto de países rehenes de su fragmentación interna y carentes de liderazgo, que no termina de encontrar su brújula.

Redacción

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