
Renace la posibilidad de extraer uranio.
Argentina integra un club científico que pocos países alcanzaron. Maneja ingeniería de reactores, produce y recicla combustible, exporta tecnología y sostiene un sistema atómico reconocido. Sin embargo, el uranio que alimenta los reactores llega importado desde mercados como Kazajistán y Canadá. Esa contradicción vuelve a escena en un contexto de revalorización global de la energía nuclear.
El país tiene reservas significativas. Distintos estudios ubican a Argentina entre los potenciales productores más importantes del mundo. Llegó a operar siete minas en distintas provincias, aunque varias cerraron tras la baja internacional de precios en los años 90 y un proceso de desindustrialización que frenó la actividad.
La energía nuclear recuperó protagonismo gracias a su capacidad para generar electricidad firme sin emisiones. Ese escenario reactivó el interés por el uranio nacional. Guillermo Pensado, asesor de Blue Sky Uranium y presidente de la Cámara de Empresas Mineras de Mendoza, expuso la paradoja con una frase directa: “Producir uranio garantiza independencia energética”.
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El especialista remarcó la posición del país en el tablero internacional. “Somos uno de los pocos países que puede sentarse en el club nuclear del mundo, porque manejamos cada eslabón de la cadena de energía nuclear. Exportamos reactores de investigación, fabricamos el combustible, lo reciclamos, y, sin embargo, el uranio lo importamos. Es una paradoja”, afirmó.
El proyecto que genera mayor expectativa está en la Patagonia. Se trata de Amarillo Grande, impulsado por Blue Sky en Río Negro, hoy en fase de prefactibilidad. Pensado lo describió con precisión técnica: “Es un proyecto sencillo, prácticamente una cantera de arena con uranio a menos de 20 metros de profundidad. Con inversión y trabajo técnico, podríamos estar produciendo dentro de esta década”.
Las proyecciones entusiasman a distintos actores del sector. Según Pensado, Argentina podría avanzar hacia el autoabastecimiento y, además, exportar uranio concentrado. “Hay un déficit global en la oferta primaria de uranio frente a la demanda. Es una oportunidad enorme para el país”, señaló.
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Ese impulso coincide con una revalorización internacional. Europa reconoce a la energía nuclear como fuente limpia. El dirigente lo graficó con un ejemplo: “El Partido Verde finlandés considera la energía nuclear una aliada contra el cambio climático. Ese cambio de paradigma es muy importante”, subrayó.
Pensado ubicó al uranio dentro del mapa estratégico junto al litio y el cobre, pilares de la transición energética. “Tenemos una ventana de oportunidad única. Si combinamos la producción de litio para las baterías, el cobre para las redes eléctricas y el uranio para la energía nuclear, Argentina puede convertirse en un actor clave de la nueva economía energética global”, afirmó.
La mirada final apunta a un horizonte más amplio. “Con Vaca Muerta, la minería y el campo como motores, en diez o veinte años podríamos tener una economía diversificada y estable. El uranio puede ser la pieza que falta para completar ese rompecabezas energético”, concluyó.





