Aunque sucedió en la madrugada siguiente a la noche de Halloween, no fueron las brujas las promotoras del incendio intencional que destruyó completamente una hermosa capilla con valor histórico en la pequeña localidad balnearia de Pehuén Có, en el sur de la provincia de Buenos Aires. A dos semanas del hecho, la investigación policial estableció que lo que estuvo detrás fue, sorprendentemente, un tipo de música con letras anti judeo cristianas y satánicas, que terminó impulsando a un adolescente de 15 años de la zona a cometer el siniestro.
El allanamiento a la habitación del menor permitió determinar que era adicto al Black Metal, un subgénero extremo del Heavy Metal, que surgió en la década de los ’80 y se consolidó en la siguiente en Noruega. De acordes disonantes, voces desgarradas y ritmos repetitivos, sus intérpretes usan ropa negra, cruces invertidas y púas, siendo icónico del género su maquillaje blanco y negro para parecer cadáveres, en el marco de la creación de atmósferas sombrías con el fin de expresar una actitud nihilista y de desprecio por la humanidad.
La capilla de Pehuén Có destruida tras el incendio.Entre los antecedentes delictivos de intérpretes y seguidores del Black Metal sobresale la quema de más de medio centenar de iglesias en Noruega entre 1992 y 1996 en venganza por la “cristianización” del país. Pero también se cuenta el asesinato por parte de uno de los fundadores de una de las bandas del guitarrista de otra en 1993 en Oslo. En 2004, un seguidor de 25 años asesinó a un sacerdote en la catedral de Santiago, Chile, luego de que el cura terminara de celebrar la misa, degollándolo.
En cuanto a lo ocurrido en Pehuén Có en la madrugada del sábado primero de noviembre pudo haber sido peor de no ser por la rápida intervención de los bomberos. Es que la capilla estaba situada en medio de un bosque de pinos donde hay cabañas de madera. “Podría haber sido una catástrofe si no fuese por la eficaz intervención de los bomberos”, cuenta a Clarín el padre Adán Caraballo, a cargo de la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, de la ciudad de Punta Alta, distante unos 70 km, con jurisdicción sobre la capilla.
El siniestro se completó con inscripciones satánicas en diversos puntos de Pehuén Có como cruces invertidas que se toman como rebeldía anticristiana, estrellas de cinco puntas que utilizan grupos que practican el ocultismo y el 666, el símbolo del mal que aparece en el libro del Apocalipsis, en la Biblia. Incluso fueron estampadas en un barco. Hasta en un supermercado de nombre San Benito como una forma de evidenciar el carácter antirreligioso de las agresiones que se estaban cometiendo.
Pintadas con mensajes satánicos en lugares públicos de Pehuén Có.En una localidad de apenas un millar de habitantes como Pehuén Có, la policía no tardó en determinar la autoría del hecho y detener al menor al día siguiente del incendio. Fue encontrado en la calle bajo los efectos de una sustancia y con la intención de suicidarse, disponiéndose su internación, primero en Punta Alta y luego en Bahía Blanca. “Al parecer es un chico muy retraído que se juntaba con otros y que alguien los manipulaba según dicen algunos vecinos”, afirma el sacerdote.
El padre Caraballo señala que el hecho plantea el desafío para los adultos que entraña la relación de los menores con el mundo digital, expuesto en un caso extremo por la miniserie Adolescencia, estrenada en los últimos meses con gran repercusión. “Es obvio que lo que pasó fue fomentado por el fácil acceso a las redes sin supervisión de los mayores”, subraya. “Creo que no vivía con el papá y no sé si con la mamá, pero me dicen que vivió un tiempo con los abuelos”, señala.
Cuenta que “en los medios apareció un familiar diciendo que el chico padece esquizofrenia y bipolaridad. No sé. Lo que sí afirmo -agrega- es que puede ser muy peligroso que una persona con trastornos psíquicos, si no está sometido a un tratamiento, consuma determinado material porque evidentemente le pueden provocar alteraciones. Esto con el agravante de que los algoritmos, como identifican las preferencias, le envía más de esos contenidos”.
El arzobispo de Bahía Blanca, Carlos Azpiroz Costa, oficiando una misa en medio de los restos de la capilla.“Creo que hay una gran deuda de la psicología, de la psiquiatría en cuanto al abordaje de la virtualidad, pero también de la sociedad en general”, dice. En ese sentido, subraya que “los padres sienten que hay un abismo entre la virtualidad del adolescente y lo que están viviendo, muchas veces encerrados en su propia habitación, respecto a la de ellos, con su trabajo, sus preocupaciones cotidianas, que nos interpelan a los mayores”.
Caraballo destacó que pese a que la destrucción de la capilla -levantada con piedras del barco La Soberana, encallado cerca del balneario en 1879- fue total, las hostias consagradas (para los católicos son el cuerpo y la sangre de Cristo) y los óleos sagrados que se utilizan en los oficios que estaban en el sagrario se mantuvieron intactos pese al tremendo calor, lo que consideró algo milagroso.
Finalmente, el sacerdote manifestó su deseo, cuando las circunstancias lo ameriten, de “acercarse a la familia del menor que tanto está sufriendo, sin una mirada condenatoria y, en lo posible, contribuir a su sanación”.
Con el fin de recaudar fondos para la reconstrucción de la capilla, se abrió una cuenta bancaria en el Banco Provincia con el alias ayuda.iglesia.pehuen
AA






