La presencia de Taiwán en América Latina es constantemente estrangulada, con países cortando toda comunicación diplomática y otros siendo presionados por Beijing, ya sea política o económicamente, para alejarse de la “isla rebelde”. Sin embargo, eventos recientes parecen dar cuenta de un cambio de rumbo: el 25 de noviembre, una comitiva de cerca de diez parlamentarios panameños pisará Taipéi por primera vez desde el quiebre de las relaciones en 2017.
Las autoridades de Beijing tienen dentro de sus intereses intimidar tanto directa e indirectamente y evitar que se realice la visita. Apoyados por el congreso, este viaje es parte de una lenta pero significativa serie de acciones por parte de individuos para acercarse (o retornar) a Taipéi y a los valores que esta democracia representa, pero también para hacer contrapeso a la influencia nociva que China ha desplegado en la región.
Por ejemplo, la reciente reunión de IPAC (Inter-Parliamentary Alliance on China), llevada a cabo en el Parlamento Europeo, destacó por una expandida presencia latinoamericana con representantes de Paraguay, Bolivia, Colombia, Uruguay y Panamá, que se incorporó junto con una delegación de cuatro representantes, todos enfáticos en su interés en reabrir relaciones con Taipéi mediante la instalación de una oficina económica. Al cortar relaciones, Panamá fue obligada a cerrar todos los canales diplomáticos con Taipéi pese a que Taiwán mantiene un TLC y es uno de sus principales socios comerciales.
En 2024, unos 93 millones de dólares en exportaciones fueron desde el país centroamericano a la isla, solo superado por Países Bajos (115.8 MM) y los Estados Unidos (154.9 MM). En comparación, a China continental se vendieron 42.5 millones. Aun así, el presidente de la república, José Ramón Mulino hizo público un post en X quitando la espalda del gobierno a la delegación, y marcando distancia con esta iniciativa.
Según Luis Duke, parlamentario panameño y miembro de IPAC en su capítulo panameño, “Explorar vías de cooperación económica y comercial con Taiwán —en términos comerciales, académicos o de innovación— puede ser positivo si se hace con transparencia y respetando nuestros compromisos internacionales. Las declaraciones del Ejecutivo reflejan consideraciones de política exterior (…)”, refiriéndose a Beijing.
José Ramos Reyes, miembro panameño del parlamento centroamericano, “Panamá tuvo una excelente relación con Taiwán. (…) Teniendo el TLC es más que justo acercarse y ver la posibilidad de abrir una oficina comercial”. Abrir una puerta a la presencia de Taipéi en el país centroamericano parece ser el principal objetivo de los parlamentarios que apoyan a la democracia asiática, para hacerle frente a las condiciones que se les impusieron al momento de establecer relaciones con Beijing, y que otros países como Chile o Argentina no tienen que cumplir.
Los movimientos de Panamá y otros países de la región responden a una suerte de decepción con China, sus políticas, promesas y tratados. Desde principios del 2000, Beijing puso sus ojos en algunas economías de América Latina y les prometió una vía alternativa al desarrollo, el intercambio comercial y la cooperación política. Dichas expectativas llevaron a varias naciones a cortar relaciones diplomáticas con Taiwán, con la esperanza de “subirse” al carro de lo que en aquel momento parecía ser una fuente de recursos inagotables y que ponía menos condiciones que los prestamistas occidentales.
Sin embargo, años de desilusiones por promesas y contratos incumplidos, impacto ambiental preocupante de proyectos chinos, influencia autoritaria y efectos económicos incluso negativos, han llevado a más y más sectores políticos de la región a cuestionar la relación con Beijing, e incluso doblar los esfuerzos hacia Taipei. En Bolivia, por ejemplo, el cambio de gobierno podría abrir más espacios de debate sobre el potencial impacto de la explotación del litio, la presencia de empresas chinas en infraestructura y la poca transparencia de la cooperación.
En Paraguay, siguen las presiones de Beijing por acabar con el reconocimiento de Taipéi, como hace poco reveló un documental por Al Jazeera. En Colombia, la recién anunciada adhesión a la Franja y la Ruta aún no es presentada al Congreso para ser revisada, algo que parlamentarios como Juan Espinal, también miembro de IPAC y de Centro Democrático, han criticado abiertamente.
En este contexto, los próximos meses, cargados de elecciones, partiendo con Chile o la reciente renovación en Argentina, decisiones claves en países como Colombia e hitos como esta visita a Taiwán desde Panamá, serán claves en la definición de la posición de Taiwán en América Latina.
Sascha Hannig es colaboradora de Análisis Sínico en CADAL (www.cadal.org)






