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lunes, noviembre 17, 2025

Raúl González Tuñón, el poeta que hizo del periodismo una forma de intervenir en la historia

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El poeta y el periodista fueron inseparables. Con esta premisa, Germán Ferrari reedita Raúl González Tuñón periodista. Medio siglo entre máquinas de escribir y lunas con gatillo, una exhaustiva biografía que reconstruye la trayectoria y las definiciones estéticas del gran escritor desde su experiencia como cronista, corresponsal de guerra, gacetillero de barricada, crítico de arte y de teatro y polemista incansable. “El primero que blindó la rosa”, según la definición de Pablo Neruda, forjó su estilo y su lenguaje inconfundibles en las redacciones de las que formó parte.

Raúl González Tuñón. Archivo Clarín.Raúl González Tuñón. Archivo Clarín.

Ferrari corrige y aumenta la biografía en su nueva edición con artículos y poemas desconocidos de González Tuñón, correspondencia proveniente de archivos familiares e información sobre pasajes inexplorados en la vida del poeta. Entre otros materiales se destacan publicaciones en la prensa de Chile, donde González Tuñón vivió con interrupciones entre 1937 y 1945, y un explosivo intercambio de cartas que sostuvo con Ernesto Sabato, “un aporte que refleja no sólo las disputas ideológicas de una época, sino también los modos contrapuestos de transitar la vida”.

La publicación de Raúl González Tunón periodista, en el sello Eduvim, coincidió con el estreno de Demanda contra el olvido, un documental de Horacio López que reunió testimonios de María Fernanda Alle, Jorge Asís, Jorge Boccanera, Juan Carlos “Tata” Cedrón, Jorge Monteleone y Geraldine Rogers, entre otros escritores y críticos. El libro y la película coincidieron en destacar la encrucijada en que se encuentra González Tuñón, considerado uno de los grandes poetas argentinos del siglo XX y al mismo tiempo uno de los menos recordados por la crítica especializada y el periodismo cultural.

Claves de un corresponsal viajero

González Tuñón (Buenos Aires, 1905 – 1974) se incorporó al periodismo como otros poetas de su generación que buscaron un medio de vida en el oficio y un público más amplio a través de los diarios. Después de publicar en la revista Caras y Caretas “A los veteranos del circo”, poema dedicado al payaso inglés Frank Brown por el que cobró 15 pesos, se inició como cronista en un semanario de La Rioja, donde vivió poco más de un año, y en junio de 1926 ingresó a la redacción del diario Crítica.

Raúl González Tuñón. Archivo Clarín.Raúl González Tuñón. Archivo Clarín.

Natalio Botana, el director de Crítica, captó de inmediato el espíritu que animaba al joven periodista: “Este Raúl es un pájaro y hay que tratar de tenerlo siempre afuera”. González Tuñón recorrió así los barrios de Buenos Aires, las provincias y otros países europeos y americanos como “corresponsal viajero” del vespertino y en ese tránsito surgió la figura de Juancito Caminador. El alter ego tomó su nombre de un actor al que conoció en un circo de Ingeniero White y se hacía llamar “Johnny Walker” y asumió una filosofía, dice Ferrari, condensada en el lema del sabio inglés Roger Bacon: “Contempla el mundo”.

González Tuñón estuvo a cargo además del suplemento Crítica Magazine (1926-1927) y de la primera etapa de la Revista Multicolor de los Sábados (1931), donde coincidió con Jorge Luis Borges. El “Poema a la Hoe” (1927), dedicado a la moderna rotativa que permitía imprimir “cien mil ejemplares por hora” según el cálculo de Roberto Tálice, correspondió al periodo que destacaría en sus memorias de Crítica, el de la vieja redacción de la calle Sarmiento al 1400, “la etapa romántica del diario” en la que los periodistas confraternizaban con cocheros, canillitas y malandras.

El 12 de julio de 1930 el periodista González Tuñón cubre la caída al Riachuelo de un tranvía de la línea 105, donde mueren 47 hombres y 5 mujeres, y entre las víctimas captura una historia que patentiza la tragedia, la de un obrero de 14 años que llevaba un sándwich de milanesa en un bolsillo del saco. En marzo de 1932 se interna en Villa Desocupación, el primer asentamiento de marginados en Buenos Aires: “Me encargaron un amplio reportaje, aconsejándome que fuera allá en zapatillas, mal vestido, sin afeitar, como un desocupado más”, según recordó en Conversaciones con Raúl González Tuñón, un libro de Horacio Salas publicado en 1975 y reeditado en 2013.

Las crónicas de González Tuñón adelantan nuevas formas del género. “Siente el periodismo de una manera vital, estrecha un compromiso con los protagonistas de sus notas; es señal anticipatoria de lo que años más tarde se conocerá como nuevo periodismo”, afirma Ferrari.

La inmersión en el ambiente marginal también puede asociarse con los trabajos de campo del periodista alemán Günter Wallraff sobre la explotación laboral de los inmigrantes turcos en la República Federal Alemana y con el periodismo gonzo: “Algunas claves pueden rastrearse en el involucramiento del periodista en los acontecimientos, su protagonismo en el relato –el yo-narrador y el yo-protagonista se mimetizan: la fórmula elegida es el “nosotros”– y el abordaje de los hechos y las personas desde sus vivencias y sus sensaciones”. También fue corresponsal en la guerra del Chaco Boreal y en la Guerra Civil Española.

El oficio determinó también la conciencia de clase y una orientación política: “¿Qué soy yo, un periodista, sino un proletario? –se preguntó González Tuñón- Trabajo para vivir. Gano un sueldo por lo que escribo y aunque trato siempre de escribir de acuerdo con lo que pienso, soy un proletario. Pertenezco a la clase trabajadora. Además de todo eso, la vida, las andanzas por el mundo, las lecturas, la intuición, la sensibilidad, el sentido de la época, me han inclinado hacia la izquierda”.

Raúl González Tuñón. Archivo Clarín.Raúl González Tuñón. Archivo Clarín.

En 1933 dirigió Contra, “la revista de los franco-tiradores” (disponible en línea). Allí publicó el poema “Las brigadas de choque”, un llamado a los escritores para que enfrentaran al fascismo e hicieran posible el arte puro en una sociedad sin clases. Entonces fue detenido por la Sección Especial de Represión al Comunismo, permaneció aislado dos semanas en la Alcaidía de Tribunales y fue condenado a dos años de prisión condicional, pero la movilización de intelectuales de Argentina y de diversos países incidió en que la Cámara Federal revocara la sentencia.

González Tuñón fue un militante incondicional del comunismo. Nunca se arrepintió de los poemas que dedicó a Stalin y su mirada sobre los acontecimientos históricos –en particular del peronismo- reflejó las limitaciones partidarias. Sus posicionamientos lo distanciaron de compañeros de la bohemia en la década de 1920, afirmaron una conducta coherente y determinaron polémicas y cierta marginalidad en el campo cultural, donde “no gozó de los favores de las grandes editoriales” y “nunca se tentó con los resplandores del poder o de la gloria que suelen enceguecer a algunos escritores”, destaca Ferrari (1969), también autor de Osvaldo Bayer. El rebelde esperanzado y docente en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora.

Tan importante como el comunismo fueron los valores de la amistad y el reconocimiento de la camaradería profesional. González Tuñón, señala Ferrari, sostuvo un aprecio y admiración hacia Botana más allá de las diferencias ideológicas, de estilos de vida y de edad; defendió a Ricardo Güiraldes ante las críticas de intelectuales comunistas. Estas posturas explican también su progresivo distanciamiento con la línea oficial del partido, el rechazo del realismo socialista y su reivindicación por parte de los jóvenes escritores de los años 60, nucleados en las revistas Hoy en la Cultura y La Rosa Blindada.

El armario de la redacción

En 1948 González Tuñón se incorporó a Clarín, donde reencontró viejos amigos: Córdova Iturburu, Conrado Nalé Roxlo, José Portogalo y Edmundo Guibourg, entre otros. Según el recuerdo de Julio Ramos, estos cronistas ya veteranos compartían una larga mesa a la que se llamaba en la Redacción “craneoteca de los genios”, por un programa radial de la época. En este diario publicó poemas y prosas, hizo crítica de teatro y de artes plásticas, y a su retiro continuó con colaboraciones para el suplemento Cultura y Nación.

Raúl González Tuñón. Archivo Clarín.Raúl González Tuñón. Archivo Clarín.

Ferrari no idealiza a González Tuñón. La biografía se apoya en una sólida investigación y los contextos históricos y culturales que construye permiten comprender las acciones y las posturas del poeta y periodista. Entre otros, además de una amplia bibliografía, incluye testimonios de Adolfo González Tuñón (hijo de Raúl), Nélida Rodríguez Marqués (su última esposa), Roberto Cossa, Osvaldo Bayer, Carlos Gorostiza, Cora Cané, Blanca Rébori y Armando Vidal, y también voces críticas, provenientes de polémicas con otros escritores y periodistas.

El enfrentamiento con Ernesto Sabato sobresale en ese plano. González Tuñón había recibido la orden de cubrir una exposición organizada por Matilde Kusminsky, esposa del autor de El túnel. “Las versiones se ramifican –escribe Ferrari-. O la crítica fue devastadora, o insignificante o, simplemente, no cumplió la decisión jerárquica”. Había un antecedente: “A González Tuñón no le cae bien Sabato ni por su personalidad ni por su obra ni por los cambios ideológicos que experimenta tras su paso juvenil por el comunismo”.

Los Sabato “mueven sus influencias” y se quejan ante el secretario y el jefe de redacción de Clarín porque González Tuñón ignoró “las actividades de profunda trascendencia nacional” realizadas supuestamente por la galería a cargo de Kusminsky. El entredicho –González Tuñón define a Sabato como “enfermo de infinita vanidad” y “simulador de talento”– el traslado a la redacción general aunque con mejor sueldo y problemas de salud determinan la decisión de jubilarse.

Raúl González Tuñón. Archivo Clarín.Raúl González Tuñón. Archivo Clarín.

La presencia del autor en las notas, la subjetividad en el relato, introducen en las crónicas de González Tuñón aspectos del “nuevo periodismo” posterior. Su marca es el lazo con la poesía, “y esta característica perdurará a lo largo de su trayectoria”, anota Ferrari, en un circuito de ida y vuelta: las crónicas de la Guerra Civil española incorporan versos sobre el heroísmo de los combatientes republicanos y el estilo poético conforma con la precisión periodística “una doble mirada que enriquece los textos y los torna de una vitalidad impresionante”.

González Tuñón murió el 14 de agosto de 1974; su último texto fue un poema dedicado al cantor Víctor Jara, asesinado por la dictadura de Augusto Pinochet. Tiempo después, su esposa y su hijo retiraron los papeles, recortes y apuntes que habían quedado guardados en un armario de metal en la redacción de Clarín.

Ferrari encuentra “un símbolo de la permanencia de una obra extensa, inabarcable” en el episodio: “Aún hay muchos armarios de metal por abrir para encontrar páginas valiosas, cada día más amarillentas y deshechas; aún hay muchas máquinas de escribir –o teclados, da lo mismo– para rescatar del olvido a quienes ayudaron a construir la alborotada historia del periodismo argentino. A González Tuñón le corresponde un lugar de privilegio en esa historia”.

Redacción

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