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miércoles, noviembre 19, 2025

De la comunidad al cine: Orsai presenta su nueva película financiada por más de diez mil personas

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Varias veces en la historia se imaginaron modelos alternativos de sociedad en la que todos sus integrantes fueran artistas. Hace quince años la emergencia del crowdfunding transformó los modos de producción cultural: si no artista, por lo menos cualquiera puede volverse un productor o backer que, muñido de un pequeño capital, financie proyectos de su interés por vías digitales. Alrededor de 2010 se gesta la Comunidad Orsai en torno a la figura del hombre orquesta Hernán Casciari y de sus emprendimientos múltiples. El olfato de Casciari ya le había valido algunos triunfos como el de Más respeto que soy tu madre, basado en su Weblog de una mujer gorda. El autor de El pibe que arruinaba las fotos sondeó antes que otros un clima de época: la gente que se acercaba a la galaxia Orsai buscaba algo más que un catálogo de libros, revistas u obras de teatro; querían, de alguna forma todavía difusa (pero no imposible), emprender el camino de la obra propia.

Fotograma de la película La muerte de un comediante, nuevo proyecto audiovisual de Orsai que se estrena en salas el 20 de noviembre previo paso por el Festival de Mar del Plata.  Foto: gentileza.Fotograma de la película La muerte de un comediante, nuevo proyecto audiovisual de Orsai que se estrena en salas el 20 de noviembre previo paso por el Festival de Mar del Plata. Foto: gentileza.

“Fue extraordinario que personas de a pie podamos participar de algo tan lejano, para los que no somos del mundo del cine, como es una película”, le cuenta a Clarín Gastón Sarria, integrante de Comunidad Orsai y uno de los diez mil ciento noventa socios productores de La muerte de un comediante, nuevo proyecto audiovisual de Orsai que se estrena en salas el 20 de noviembre previo paso por el Festival de Mar del Plata.

El film cuenta la historia de un actor que, ante la noticia de una enfermedad terminal, viaja a Bruselas para replegarse sobre sí mismo y sus recuerdos de infancia, hasta que un encuentro imprevisto lo lanza a una nueva encrucijada, previsiblemente final. La película fue codirigida por Diego Peretti junto a Javier Beltramino y escrita por Peretti, que además la protagoniza.

Regular la participación

El modelo, explica Sarria, tiene formas de regular la participación de los socios en el proceso productivo: “Podíamos participar como extras y tomamos decisiones creativas (en torno a la imagen del personaje interpretado por Peretti). Teníamos poder de decisión, como un socio productor, pero Orsai tuvo que gestionar ese poder, ya que participamos muchísimos socios. Hicimos lecturas de guion, aunque, por razones obvias, no podíamos modificar la historia”. La implicación de los funders se extiende después del rodaje a la elección de la distribuidora que tendrá la película así como a presentaciones de funciones especiales.

Fotograma de la película La muerte de un comediante, nuevo proyecto audiovisual de Orsai que se estrena en salas el 20 de noviembre previo paso por el Festival de Mar del Plata.  Foto: gentileza.Fotograma de la película La muerte de un comediante, nuevo proyecto audiovisual de Orsai que se estrena en salas el 20 de noviembre previo paso por el Festival de Mar del Plata. Foto: gentileza.

La mayoría de las plataformas de crowdfunding reúne tras un mismo objetivo a una masa de desconocidos mancomunados por un interés en común. Orsai introduce una diferencia: es el grupo capitaneado por Casciari el que define el horizonte de proyectos editoriales y audiovisuales antes de iniciar la financiación.

La lista de los libros publicados bajo ese modelo rodea la veintena: varios de ellos son del propio Casciari, otros de autores como Pedro Mairal o Camila Sosa Villada, y algunos otros, de autoría colectiva, recogen textos desarrollados en los talleres de Escuela Orsai. Allí los nombres de los dictantes se multiplican: Guillermo Martínez, Dolores Reyes, Marcelo Birmajer, Mauro Libertella…

El ala de cine es la más sorprendente: el balance actual arroja trece películas en distintas etapas de producción, muchas de las cuales ya fueron estrenadas, como El mejor infarto de mi vida, Muchachos, Sola en el paraíso o Más respeto que soy tu madre. El nombre de Casciari sobrevuela varios de los proyectos, así como una noción que, con la contundencia de una idea fija, atraviesa toda la Comunidad: la de la historia, con minúsculas.

Por ejemplo, en la web de Orsai, la autoría de las películas no aparece atribuida al director sino al creador de, justamente, la “historia” (solo después de acceder a cada película individualmente puede conocerse el nombre del realizador, y ni siquiera en todas). Se trata del combustible que parece alimentar a la Comunidad en su conjunto, pero especialmente a los talleres, que con frecuencia invitan al público a desarrollar un relato propio, siempre a partir de alguna experiencia personal.

Para Javier Beltramino, codirector de La muerte de un comediante, la película también representaba algo así como un sueño. Después de iniciarse en el cine como productor de José Luis Campanella (en Metegol) y de Axel Kuschevatzky, dirigió cortos de manera independiente. Todavía le faltaba el proyecto para un largometraje. “Lo tenía a Diego Peretti de vecino. Íbamos al mismo bar, compartíamos casi la misma rutina de leer el diario y tomar un café”.

En diálogo con Clarín, Beltramino cuenta que un día logró dejarle su dirección de correo a Peretti y que, tras un largo intercambio de mails, pudo proponerle una idea. “Tenía muchas ganas de dirigir mi opera prima, pero quería hacerlo junto a él, contando un cuento que surgiese de su cabeza: lo respetaba mucho como actor y me generaba mucha curiosidad su personalidad, me parecía un tipo muy interesante. Nos entendimos artísticamente. Ahí lo contacté a Casciari para escribir el primer guion sobre una idea de Diego”.

Todo esto ocurrió en 2016. Después de muchos cambios e interrupciones, el proyecto se reactivó bajo el paraguas de Orsai. No fue la única sinergia generada por la organización: antes de su publicación, Beltramino había comprado los derechos de La uruguaya, la novela de Mairal, pensando que ese sería su primer largometraje, pero el proyecto quedó en manos de Ana García Blaya (su primer trabajo para Orsai Audiovisual). Después de la primera versión del guion de La muerte de un comediante hubo una reescritura de Peretti, quien luego codirigió la película junto a Beltramino.

Fotograma de la película La muerte de un comediante, nuevo proyecto audiovisual de Orsai que se estrena en salas el 20 de noviembre previo paso por el Festival de Mar del Plata.  Foto: gentileza.Fotograma de la película La muerte de un comediante, nuevo proyecto audiovisual de Orsai que se estrena en salas el 20 de noviembre previo paso por el Festival de Mar del Plata. Foto: gentileza.

Las esperanzas de los miles de socios

Acerca del funcionamiento del modelo de crowdfunding, Beltramino cuenta que, en lo que hace a la dirección, el sistema no cambió en nada su trabajo, excepto por el peso de cargar con las esperanzas de los miles de socios productores. “Éramos conscientes con Diego de que estábamos cumpliendo nuestro sueño con el esfuerzo de mucha gente que había confiado en este proyecto. Estábamos muy agradecidos y teníamos una responsabilidad enorme”.

Sarría cuenta que después de ver Los simuladores, bastante tiempo después de su estreno, se volvió fanático de Diego Peretti. “Empecé a ver todas sus películas con detenimiento. El personaje de Los simuladores es su reflejo en la vida real, en el sentido de que es como un camaleón. Como actor tiene películas muy tristes y otras muy graciosas. Me dijeron ‘Peretti’ y yo compré. Esto es una oportunidad para mí, pensé, que soy un ciudadano de a pie, ver de qué se trata todo esto”.

Curiosamente, Beltramino y Sarria, cada uno en su rol, encontraron en Orsai y La muerte de un comediante el sitio justo para vincularse artísticamente con Peretti, al que admiraban. El modelo de Orsai, entonces, además de estar construido obsesivamente alrededor de “la historia”, parece oficiar además de puente entre el público y la industria, entre el espectador y la estrella, como si la distancia entre unos y otros pudiera, por un momento, salvarse.

Redacción

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