Netflix sumó a su catálogo una de las producciones brasileñas más sensibles del último año: El hijo de mil hombres, una película emotiva basada en la novela de Valter Hugo Mãe que aborda la soledad, la adopción afectiva y la construcción de una familia desde el deseo, no desde la biología. Tras su paso por los cines, el film llegó a la plataforma y rápidamente captó la atención del público por su tono poético y sus imágenes cargadas de belleza.
La historia se sitúa en un pequeño pueblo costero donde Crisóstomo, un pescador solitario, sueña con la posibilidad de ser padre. Su rutina cambia por completo cuando conoce a Camilo, un niño huérfano que llega a su vida casi por azar. Ese encuentro abre una puerta inesperada: la de una familia que se forma a partir de la compañía, el afecto y la necesidad de pertenecer.

El relato crece con la aparición de Isaura, una mujer marcada por el dolor, y Antonino, un joven incomprendido. Los cuatro personajes, tan distintos entre sí, encuentran en el otro un refugio posible. Sin estridencias ni golpes bajos, El hijo de mil hombres propone una reflexión profunda sobre cómo se construyen los vínculos cuando las heridas todavía duelen.
El film está dirigido por Daniel Rezende, nominado al Óscar por el montaje de Ciudad de Dios, quien logra trasladar al lenguaje cinematográfico el espíritu nostálgico y contemplativo de la novela original. Con un ritmo pausado y escenas que parecen cuadros, la película invita a mirar de cerca los gestos mínimos, los silencios y las pequeñas decisiones que definen el amor cotidiano.
El elenco funciona como un engranaje emocional preciso. Rodrigo Santoro ofrece una interpretación contenida y humana, alejándose de sus papeles más populares para encarnar a un hombre sensible, marcado por la soledad. Lo acompañan Miguel Martines, Rebeca Jamir y Johnny Massaro, quienes aportan matices y una química que sostiene el relato de principio a fin.
Otro de los puntos más celebrados es la fotografía. Filmada entre Buzios, la costa de Río de Janeiro y la Chapada Diamantina en Bahía, El hijo de mil hombres despliega paisajes imponentes que reflejan, con su inmensidad, el estado emocional de los personajes. El mar aparece casi como un protagonista más: un espacio que contiene, enfrenta y devuelve a cada uno su propia vulnerabilidad.
Las críticas han sido diversas, pero coinciden en que se trata de una obra cargada de lirismo. Desde Mindies destacaron su sensibilidad y su mirada contemplativa, mientras que Papo de Cinema elogió su belleza visual, aunque señaló que en algunos tramos la emoción parece quedar demasiado lejos. Aun así, el film se impone como una experiencia íntima que invita a pensar en la maternidad, la paternidad y la familia desde un lugar distinto.


