En el tercer piso de la sede de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires (Ancba), la escritora e investigadora María Rosa Lojo se incorporó como miembro titular, en el sitial Alejandro Korn, con la conferencia “La ciencia de las Letras para un país imaginado”.
La escritora e investigadora María Rosa Lojo se incorporó a la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires.Precedida por el ingeniero Mario J. Solari, la Ancba –tiene como lema la frase Sciencia vincit tenebras (La ciencia vence la oscuridad)– se dedica a fomentar el desarrollo de las actividades científicas en el país y ofrece asesoramiento independiente y multidisciplinario en asuntos relacionados con las ciencias, la técnica y su filosofía.
«La Academia Nacional de Ciencias es un maravilloso abanico que concentra prácticamente todas las ramas del saber científico en seis grandes áreas, con treinta y cinco miembros titulares. Es un grandísimo honor y una no menos grande responsabilidad, haber sido elegida como uno de ellos, representante de las Letras en el sector de Filosofía, Educación y Letras, al lado de Hugo F. Bauzá, eminente filólogo clásico y también filósofo», confiesa Lojo que, además es miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) y, desde 2019, miembro de honor de la Real Academia Gallega (RAG).
«Vivimos hoy momentos críticos, en que se pone en duda el valor y el sentido de la investigación básica en todas ramas, pero en particular se ataca o se desdeña el aporte de las disciplinas humanistas, de las ciencias sociales, o porque no se las considera en el mismo nivel de seriedad y rigor que las llamadas ciencias duras, o porque se las declara, con tanto desdén como jactanciosa ignorancia, adornos o divagaciones inútiles«, agrega.
–Usted destaca que en esta academia los estudios literarios o filológicos se consideran tan necesarios y tan dignos como cualquier disciplina de las ciencias duras o exactas.
–El mismo concepto es el que rige al Conicet, una institución de la que formamos o hemos formado parte, como investigadores principales o superiores, una gran parte de los miembros de esta casa. Con el añadido de que todos aquí mantenemos una interacción permanente y dinámica. A cada reunión plenaria mensual antecede la conferencia de un académico sobre uno de los temas que domina. Esto no solo es un rico aporte informativo para todos, sino también una invitación a formular observaciones y preguntas desde el punto de vista de nuestra disciplina. Así se arman a veces debates interesantísimos. Recuerdo la excelente conferencia de un académico de Derecho sobre el régimen jurídico de la propiedad indígena y la repercusión que suscitó entre antropólogos, biólogos, médicos, y también filólogos que nos ocupamos de relatos. Todos teníamos algo para decir y para preguntar desde diferentes perspectivas.
– Ante un auditorio atento ofreció un discurso que tituló: “La ciencia de las Letras para un país imaginado”. ¿Un alegato en favor de las humanidades? ¿Una invitación a reflexionar?
–Según el Diccionario vigente de la Lengua Española (RAE), la palabra “Letras”, en una de sus acepciones actuales, se usa aún como sinónimo del “conjunto de los saberes humanísticos por oposición a la matemática y a las ciencias de la naturaleza”. Aunque, de manera más específica, entendemos hoy, por “Letras”, el “conjunto de conocimientos sobre literatura”, en sus diversas ramas: la Teoría de la Literatura, que se plantea preguntas conceptuales sobre la “literaturidad” o la “poeticidad”; la Historia de la Literatura y la Historia de la recepción lectora, que recorren las transformaciones de los géneros literarios a lo largo del tiempo y los procesos de lectura en diferentes marcos lingüísticos y culturales; la Crítica Literaria, que se aplica a las obras singulares utilizando herramientas provistas por las dos anteriores. Se agrega la Literatura Comparada que establece vínculos y distancias tanto entre literaturas nacionales provenientes de una misma raíz, como entre otras mucho más alejadas. A partir de la comparatística surge una disciplina como la Imagología, que contrasta las representaciones de los “Otros” que las diferentes culturas espejan y proyectan entre sí. Es lógico, por todo esto, que en el análisis literario se pongan en juego múltiples registros interpretativos provenientes de otros saberes humanísticos que abordan todos estos procesos.
– Se refiere entonces que para comprender las Letras (la literatura) ¿necesitamos el concurso general de las Humanidades?
– Que, a su vez, también se alimentan de la literatura como fuente. La filosofía, la psicología, la sociología, la antropología, la historia, son nuestros insumos y auxiliares; aportan sus saberes a la hermeneusis practicada por la crítica literaria, interactúan con ella continuamente.
–Hoy, ¿qué privilegiamos?
– Lo libremente poético, descriptivo, narrativo, por sobre lo didáctico, argumentativo o testimonial orientado a una finalidad precisa (ensayo jurídico, discurso político, relato historiográfico). En mis estudios sobre las teorías del símbolo y sus poéticas (del romanticismo al surrealismo) me detuve especialmente en el núcleo metafórico–simbólico del arte verbal, que hace de la literatura una forma de conocimiento (no solo de expresión), con sus propias leyes y reglas. Como bien lo mostró el filósofo Paul Ricoeur, está planteándonos algo acerca del “ser como” de la realidad, en su despliegue de modelos alternativos. Por su aspiración a una comprensión integral y radical de la existencia humana, porque plantea similares cuestionamientos éticos y metafísicos, pero encarnándolos en metáforas, imágenes, ritmos, personajes y narrativas, la literatura se hermana con la indagación filosófica, dialoga con ella.
La escritora e investigadora María Rosa Lojo se incorporó a la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires.
Los caminos de Mansilla
Algunas de las causeries de Lucio V. Mansilla, como “Los siete platos de arroz con leche” estaban incluidas en la biblioteca de Clásicos Jackson y marcaron el camino de María Rosa Lojo.
“En ese relato que me remontaba a un mundo literalmente desaparecido: la mansión palermitana (luego demolida) de su tío y padrino Juan Manuel de Rosas, Mansilla logra una perfecta conjunción de la experiencia subjetiva, íntima, personal, y de una historia colectiva que estaba a punto de virar drásticamente –describe la escritora nacida en Buenos Aires, en 1954–. Con él, a través de él, miramos la trastienda de los grandes y decisivos acontecimientos nacionales (nada menos que la inminente caída de Rosas) como a través del ojo de una cerradura, participamos de un espacio secreto y privado, el de su propia familia, vemos el otro lado de lo público. Ese enfoque me pareció magistral, así como me encantaron los personajes que conforman la escena: el propio Mansilla, entonces muy joven, recién llegado de un fabuloso viaje que lo llevó desde la India a Europa, su prima Manuelita y su tío Juan Manuel (que después iban a reaparecer en mis propias novelas, cuentos y ensayos)”
–Inició un recorrido que continuó de qué manera.
–De ahí pasé a la Argentina criolla polifónica, multicultural y también mestiza que vería desplegarse en su libro hito: Una excursión a los indios ranqueles (1870).
–No sólo hizo mención a Lucio V. En el discurso hizo notar su admiración hacia Eduarda Mansilla (1834–1892). ¿Cómo llegó hacia los escritos de esta mujer pionera?
–A través de las Memorias de Lucio V. me enteré también de la existencia de su talentosa hermana Eduarda, descrita por él mismo como una niña brillante, despierta, sensata y valiente (mucho más que él, su hermano mayor). Así empecé a investigar sobre las obras de esta escritora pionera, que apenas se encontraban en los reservorios académicos. Fui descubriendo a una fundadora de géneros (como la literatura infantil y juvenil en la Argentina), a una de las primeras exponentes de la novela histórica (y de una visión matizada y compleja de los pueblos indígenas, en lo cual se anticipa incluso a su hermano Lucio). También a una cultora temprana, junto con Juana Manuela Gorriti, del gótico–fantástico rioplatense (que antes se asociaba solo a la obra de Holmberg). Y a una periodista de fuerte opinión y vasta cultura, que llegó a publicar en los grandes diarios.
–Tanto a Lucio V como a Eduarda le dedicó dos novelas.
–Sí, La pasión de los nómades (1994) a Lucio V. y Una mujer de fin de siglo (1999) a Eduarda. Y como investigadora, coordinaría luego las ediciones académicas (críticas y crítico genéticas) de buena parte de sus obras, sobre todo las de Eduarda, que bien lo requerían.
–Además, de Eduarda se refirió a las voces de otras mujeres que considera infaltables en “nuestro país imaginado”.
–Me referí a Juana Manuela (1816–1892) fue una escritora de tres patrias: Argentina, Bolivia y Perú, pero centrada afectivamente en Salta, su “tierra natal” (título de una de sus obras). Es una escritora versátil, de una vasta producción, que va desde la novela de intrigas y peripecias (algo en lo que era experta) a sus logrados retratos de héroes y próceres, al testimonio y al diario, y hasta al libro de cocina coral (su Cocina ecléctica) que trama recetas y relatos. Tuvo que afrontar el exilio de su familia unitaria, que mucho había colaborado en la gesta independentista, luego la separación de su marido, el caudillo Manuel Isidoro Belzú (que llegó a ser presidente de Bolivia), y se mantuvo valerosamente independiente. Se ganó la vida como maestra y podríamos decir que se anticipó incluso a los talleres literarios con sus “Veladas”. Buscó hasta donde le fue posible su profesionalización como escritora.
La escritora e investigadora María Rosa Lojo se incorporó a la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires.–Usted dice: «Para afirmar que existe una literatura nacional, hay que creer primero en la existencia de una nación». ¿Qué sucede en la actualidad con la literatura nacional?
–Todavía creemos en una nación, tenemos una comunidad imaginada (para citar a Benedict Anderson) y en todo caso nuestra idea de esa comunidad imaginada es más completa y plural que antes. Fundada hace década y media, la RELA (Red Interuniversitaria de Estudios de Literaturas de la Argentina) reúne universidades públicas y privadas, con un alto porcentaje de investigadores del Conicet radicados en ellas. Esta plataforma propone un mapa federal descentrado y múltiple, que apunta al reconocimiento de las periferias y de las literaturas argentinas como un multiverso caracterizado por la riqueza de la heterogeneidad, por las diferencias que se busca poner en valor.
–¿Se incluyeron voces olvidadas?
–Se han rescatado desde luego, voces olvidadas, como las de las escritoras a las que ya me he referido y que fueron redescubiertas como fascinantes personajes gracias al aporte de sus colegas de los siglos XX y XXI (pienso en las novelas biográficas de Marta Mercader sobre Gorriti, de Silvia Miguens sobre Manso, además de la mía sobre Eduarda). A ellas y a otras, las reeditaron y estudiaron, mayoritariamente, investigadoras y profesoras universitarias, desde los primeros pasos que da Lily Sosa de Newton, pasando por Lea Fletcher con Feminaria, y quienes las sucedimos, hasta la Historia Feminista de la Literatura Argentina, un gran proyecto reciente (empezó a publicarse en 2022), generado desde el Instituto de Género de la Universidad de Buenos Aires, y dirigido por Laura Arnés, Nora Domínguez y María José Punte, que completa con su nueva perspectiva y minuciosa información los enfoques preexistentes.
–¿Cómo continúa esta construcción?
–Hoy hay conciencia más amplia de que la literatura de un país no está solo integrada por obras canónicas (el canon, además, puede variar, y de hecho lo hace, según los criterios de época). Más bien es un sistema móvil donde se ven algunos textos emergentes, pero también un sustrato no menos importante como conjunto y más o menos invisible, al que hay que prestar atención para comprender cómo y desde dónde y por qué, esa literatura se ha construido.
–Este año, Finisterre, podemos decir su novela capital, celebró los 20 años. Una obra que proyecta sobre la geografía y la historia colectiva, el viaje y las transmutaciones de la vida.
–Realmente es una feliz coincidencia que el ingreso a la Academia coincida con los 20 años de esta obra que es un “punto de llegada” de mi “narrativa de Tierra Adentro” situada (aunque no exclusivamente) en la pampa y en el siglo XIX. Hubo en el decurso de 2025 varias conmemoraciones de la novela y homenajes locales e internacionales en espacios universitarios y en otras instituciones. Con la incorporación a la Academia se unen todos los festejos y convergen mis dos pasiones vocacionales: la investigación y la escritura creativa. Me siento profundamente agradecida.
La escritora e investigadora María Rosa Lojo se incorporó a la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires.–¿Qué caminos quedan por recorrer con Oscar (Beuter), su marido, un gran compañero de aventuras?
–Con Oscar, y en parte con mis hijos, cuando eran chicos, hemos recorrido todo tipo de caminos desusados. Tres de los viajes fueron “mansilleros”: el de 1992 (el fantasma de Mansilla iba con nosotros, en nuestro Mercedes 53, discutiendo y dándome letra para La pasión de los nómades), el de 2022 nos llevó, guiados por el excelente cronista Alejandro Seselovsky, otra vez a Leuvucó, donde hoy descansan bajo un monumento fúnebre, los restos del lonko Mariano Rosas, a diferencia del olvido y el vacío que hallamos en el viaje anterior, y también nos condujo al encuentro con descendientes de los jefes ranqueles que entrevistó Mansilla; por fin, en 2025, accedimos a los campos donde alguna vez vivió el militar unitario Manuel Baigorria, exiliado entre ranqueles, y donde habitó la comunidad del cacique Baigorrita, su ahijado. El camino de Mansilla, el camino de los libros de la Tierra Adentro, tiene más derivaciones y más viajes posibles que nos gustaría hacer con el grupo de expedicionarios que se ha formado, y con otros que quieran agregarse. “Mansilla hace amigos”: así lo sentí y lo formulé de entrada, así se votó llamar a nuestro grupo de whatsapp.
La autora reconoce que la literatura, profana y sagrada, la impulsó junto a Oscar a los lugares más distantes, desde la China (en 2019) invitados a un festival poético, hasta Turquía (2024), siguiendo las huellas de San Pablo por donde estuvieron las siete iglesias (comunidades) nombradas en el Apocalipsis. “Entre otras deudas, creo que aún tengo una pendiente con Tailandia, donde reside Pasuree Luesakul, catedrática y premiada traductora de Finisterre al tailandés, y que encontró increíbles afinidades y paralelismos entre nuestra “gente de la tierra” (mapuches y ranqueles) y los hmong o meo (“gente libre”), de su país. Quizá sea hora de ir a conocerlos”.


