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Luz Pichel, en el Festival Internacional de Poesía de Rosario: “En la frontera encontré mi lengua”

Cada uno tiene que encontrar su propia lengua para expresarse. Yo la encontré en la frontera”, asegura la poeta gallega Luz Pichel que escribe en castrapo, una variedad popular del español que incluye palabras y construcciones lingüísticas del gallego. Desde esos límites dinámicos entre lenguas que entran en contacto, lo que hace esta autora es multiplicar la voz de gente y espacios marginales, devaluados, con los que se identifica siempre consciente del gesto político.

La poeta gallega Luz Pichel, invitada al 33 Festival Internacional de Poesía de Rosario. Foto: Giulia Antonelli, gentileza.La poeta gallega Luz Pichel, invitada al 33 Festival Internacional de Poesía de Rosario. Foto: Giulia Antonelli, gentileza.

De la mano del Centro Cultural de España, Pichel llegó a Rosario para participar este fin de semana del 33° Festival Internacional de Poesía. Filóloga, exprofesora de Lengua y Literatura españolas, forma parte del Seminario Euraca, un grupo de pensamiento, lectura y reescritura, coordinado por las también poetas María Salgado y Patricia Esteban, que nació en el marco del movimiento ciudadano de los indignados del 15M.

“Me lo estoy pasando muy bien”, le cuenta a Clarín. “Disfruté muchísimo (en el Festival) escuchando poesía de gente muy joven y voy a disfrutar muchísimo leyéndola yo”. Pichel trajo algunos ejemplares de su libro Cativa en su lughar/ Casa pechada, que salió en 2013, hace años que estaba agotado y ahora acaba de reeditarse. Es un trabajo especial para ella, porque es el primero en el que se manifiesta con esa lengua que descubrió en la frontera.

–Usted escribió sus primeros libros (El pájaro mudo, La marca de los potros) en español. ¿Cómo fue ese pasaje al gallego?

–Yo no podía escribir en gallego, porque hablaba el gallego de las aldeas. Y me daba pena, porque es mi otra lengua, mi primera lengua, en realidad. Tuve que aprender el gallego normativo, me costó. Así escribí Casa pechada en 2006 y entonces sí mi vía del gallego se abrió. Empecé a hacer otras cosas. Fue cuando surgió Cativa en su lughar, que es una obra que entra en el terreno de la frontera, digamos.

–¿Qué diferencia hay entre un libro y otro?

–En 2012, una editorial muy pequeñita, independiente, me pide una traducción al castellano de Casa pechada. Lo intenté traducir, no funcionaba. Se lo di a una amiga que es una gran poeta, María Salgado, no funcionaba. Entonces, dije: vamos hacer la traducción de Casa pechada en el castellano que utilizábamos en la aldea, el que se sigue utilizando como segunda lengua. Lo llamamos castrapo, porque considerábamos que era una lengua “mal hablada”. Allí sí funcionó, pero además descubrí la frontera, descubrí el estar entre aquí y allí. Y claro, las fronteras son lugares sin estado, son lugares sin norma. Tú ahí puedes hacer lo que quieras.

–Los espacios sin normas permiten jugar, y más en la poesía.

–Claro, claro. Te permiten todo. Empecé a escribir en castrapo y me di cuenta de que bueno, si puedo inventarme palabras, porque no tengo nada que me limite, pues… puedo hacer lo que quiera. Y eso es muy creativo. Te das cuenta de que están en tu cabeza estas dos lenguas como ayudándose, una interfiriendo con la otra y no sé… haciéndose regalitos una a la otra. Del choque entre las dos salen chispas, brillos. Entonces, además, entiendo que ya no es solo cuestión de que sean dos lenguas que chocan y que al chocar brillan, sino que son dos lenguas humildes, en un terreno despreciado, que representan unas gentes y unos espacios que nunca estuvieron en la poesía. Empiezo a mezclarlo todo y también a jugar con la oralidad, es un terreno muy oral.

–¿Por qué el libro se llama Cativa en su lughar/ Casa pechada?

–Porque están los dos libros. Hay una lectura muy interesante, la lectura comparada de los poemas. A veces se contradicen, incluso. Voy a poner un ejemplo: cuando escribí Casa pechada no tenía nietos. Y hay un verso que dice algo así como que hay que tener siempre ropita blanca guardada por si muere un niño. Bueno, eso es una cosa muy de Galicia, tener siempre ropa guardada para la muerte. Pues cuando escribí Cativa en su lughar, yo había tenido dos nietos, que eran entonces chiquitines. No podía decir que los niños se mueren, entonces eso lo cambié y puse “los niños no mueren”, no hace falta guardarles la ropa limpia. Eso pasó en otros aspectos de mi vida. Pasamos por el 15 M y eso a mí me influyó y me afectó mucho. Entonces el libro no podía ser el mismo.

–¿Qué significa el título?

Cativa es una palabra que en gallego significa varias cosas. Por un lado, es niño; en este caso niña porque es femenino pero, por otro lado, significa de mala calidad, pobre. Entonces, en el sentido de mala calidad está aludiendo a la lengua, pero también a la niña, porque los niños éramos un estorbo. A ver, en familias muy humildes, cuantos más niños, más hambre, y claro, los cativos eran una molestia, había que darles de comer. Entonces está esa alusión a la memoria histórica, al momento en que nací y en que nacieron mis hermanos, que es la posguerra. Por otro lado, está la lengua que es “ruin”, de mala calidad. Y también está la cautiva, la que está presa, porque de alguna manera mi cabeza está cautiva en aquel mundo, toda mi poesía viene de esos tiempos de miseria, de esfuerzo, también de mucha belleza, de mucha humanidad y mucha ternura, pero todo junto, todo mezclado. Cativa en su lughar, es cautiva en su lugar, pero lughar con la gheada, que tiene una connotación de clase. Es un libro de una intención muy política, pero no tanto por lo que se dice como por lo que la propia lengua hace, porque en cuanto usas la gheada, eso ya está diciendo de dónde vienes, con quién estás (nota de la redacción: la gheada es un fenómeno fonético de algunos dialectos del gallego por el que se reemplaza el sonido de la letra g por el de la j, por ejemplo, dicen “jato” en vez de “gato”).

–¿Por qué eligió la poesía como género para expresarse?

–Eso no lo sé, yo no sé si alguien lo sabe. Empiezas a escribir de acuerdo con una necesidad que es casi biológica… Fíjate, yo creo que eso tiene que ver con Galicia. Galicia es un país bellísimo, lleno de tensiones, de conflictos y lleno de dulzura, es un país muy dulce, por el paisaje, por la lluvia, por lo gris, pero también es un país que ha sufrido mucho, es un país de dolor, de Galicia se ha ido medio país por la emigración, ha sufrido mucha represalia por parte del franquismo también. Entonces, de esa mezcla de la dulzura y del dolor surge la necesidad de expresar, y para expresar lo que sientes y lo que vive tu pueblo (parto siempre de la idea de que no existe la individualidad sin la comunidad) a mí me salió la poesía.

–¿Se siente identificada con alguna una corriente o tendencia del panorama actual de la literatura gallega o española?

–¿Sabes qué pasa tanto en la poesía gallega como en la española? Que son distintas. Yo diría que la gallega representa quizás lo mejor de la poesía española del momento. Además, es una poesía de mujeres. Diría que la mejor poesía actualmente la están escribiendo mujeres. Pero creo que es muy difícil ahora mismo en la poesía española establecer corrientes o grupos. Incluso entre gente de la misma generación, estoy pensando en personas que pueden parecer cercanas, como Ángela Segovia (Ávila, 1987) y Berta García Faet (Valencia, 1988). Sin embargo, haciendo las dos una poesía muy valiente y muy bonita, son muy diferentes entre sí. Es un momento de individualidades bastante fuertes que están rompiendo mucho con una especie de parsimonia que había en la poesía española, que se iba quedando muy apegada al pasado y que está saliendo adelante de manera bastante impetuosa y con mucha diversidad de formas.

La poeta gallega Luz Pichel, invitada al 33 Festival Internacional de Poesía de Rosario. Foto: Giulia Antonelli, gentileza.La poeta gallega Luz Pichel, invitada al 33 Festival Internacional de Poesía de Rosario. Foto: Giulia Antonelli, gentileza.

Luz Pichel básico

  • Nació en Alén, Pontevedra, en 1947. Alén quiere decir “más allá”, y también quiere decir “el más allá”. Allí aprendió a hablar dentro de una lengua que podría morir pero no quiere.
  • Es autora de los libros de poesía El pájaro mudo (I Premio de Poesía Ciudad de Santa Cruz de La Palma), La marca de los potros (XXIV Premio Hispanoamericano de Poesía Juan Ramón Jiménez), Casa Pechada (XXVI Premio Esquío de Poesía), El pájaro mudo y otros poemas (reúne la reedición de su primer poemario junto a nuevos trabajos como Ángulo de la niebla, Cartas de la mujer insomne y Hablo con quien quiero), Cativa en su lughar/casa pechada, tra(n)shumancias, Din din don y más hortensias azules, Alén Alén y Tu existe.

Sobre la firma

Claudia Amigo

Periodista formada en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ) y licenciada en Letras (UBA). Ingresó a Clarín en 1990 como becaria y fue durante diez años redactora especializada en temas de Educación. Como editora, trabajó en Zonales y en las secciones Ciudad y Sociedad. Desde el año 2006 integra el equipo de las revistas infantiles Genios y Jardín de Genios, de las cuales actualmente es editora jefa. [email protected]

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