Netflix sumó a su catálogo Muerte por un rayo, una miniserie de solo cuatro capítulos que ya empezó a generar conversación entre los fanáticos de las historias de época. La producción revive uno de los episodios más olvidados —y a la vez más impactantes— de la historia política de Estados Unidos: el asesinato del presidente James A. Garfield. Con un reparto sólido y una ambientación impecable, la serie se posiciona como una de las apuestas fuertes del mes.
La ficción se centra en dos figuras opuestas unidas por un mismo destino: Garfield, interpretado por Michael Shannon, y su asesino, Charles J. Guiteau, en la piel de Matthew Macfadyen. A través de ellos, la trama se sumerge en un siglo XIX marcado por tensiones políticas, traiciones silenciosas y un entramado de poder frágil y profundamente corruptible.
Basada en el libro de Candice Millard, la miniserie fue desarrollada por David Benioff y D. B. Weiss, los creadores de Juego de tronos. La dupla aporta su sello narrativo: personajes complejos, tonos sombríos, una construcción de época meticulosa y esa sensación constante de que cualquier decisión puede desencadenar un desastre.

Uno de los elementos que más comentarios generó entre los espectadores es la similitud estilística con Peaky Blinders. La fotografía oscura, el vestuario minucioso, los encuadres cerrados y la tensión política que atraviesa cada episodio evocan el espíritu de la serie británica. Aunque la trama se sitúa en Estados Unidos y no gira alrededor del crimen organizado, comparte ese clima enrarecido en el que poder, ambición y violencia forman parte del mismo ecosistema.
La historia arranca con Guiteau frente a un tribunal que debe decidir sobre su destino. Sus declaraciones, repletas de delirios de grandeza, permiten al espectador entrar en la mente de un hombre desequilibrado, obsesionado con ser recordado y convencido de que su crimen era una especie de misión histórica. En contraste, Garfield aparece como un líder idealista que intenta reparar una nación fracturada tras la Guerra Civil.

Esa dualidad —un presidente dispuesto a cambiar la política y un fanático decidido a destruirlo— impulsa una narrativa que combina suspenso, drama judicial e intriga política. El retrato de época es uno de los puntos más fuertes: la serie reconstruye una Washington caótica, plagada de intereses cruzados, donde los acuerdos se compran y se venden con la misma facilidad que las lealtades.
Muerte por un rayo no solo rescata un hecho histórico clave, sino que lo presenta con un tono moderno y vibrante, ideal para quienes disfrutan de relatos con tensión política, personajes ambiguos y una estética cuidada. Con solo cuatro episodios y un ritmo atrapante, es una de esas miniseries perfectas para ver en un fin de semana.


