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La fórmula de la longevidad: los secretos de los que llegaron a los 100 años y disfrutan de «la cuarta edad»

«No me siento un milagro, yo no llegué a los cien años de casualidad. Yo me preparé para vivir mucho», afirma con vehemencia Arturo Aldo Cavani, que hoy ostenta 101.

Tiene razón Arturo, hoy no resulta algo excepcional alcanzar el centenario de vida o la cuarta edad, como empezó a denominarse a ese segmento etario. Es posible llegar y hacerlo con calidad de vida. En los últimos 80 años, la expectativa de vida aumentó más de 20 y en el horizonte se vislumbra que la cima de la pirámide poblacional será cada vez más ancha, dado que más gente logrará traspasar la barrera de los cien.

El desarrollo de vacunas, métodos de diagnóstico temprano y tratamientos contribuyeron a controlar mejor muchas enfermedades. Pero también hay factores, como la actitud de cada persona y su calidad de vida para que llegar al siglo sea más probable.

La expectativa de vida en países de altos ingresos es de 80 a 85 años. En la Argentina es de 76 años. Sin embargo, si tomamos el Censo Nacional de Población de 2022 había en el país 7.311 personas de 100 o más. Según el INDEC, en 2025 hay 9.247 argentinos centenarios, de los cuales 7.245 son mujeres y 2.002 varones. La misma fuente proyecta que en 2030 serán 15.478 las personas que tengan 100 o más (de las cuales 12.358 serán mujeres) y en 2040, la cifra crecerá hasta 23.133 (18.002 mujeres).

En nuestro país hoy viven 2.498 personas con 100 o más en la ciudad de Buenos Aires y 2.899 en la Provincia de Buenos Aires. En el interior, donde más centenarios se concentran es en Santa Fe (734) y Córdoba (581), mientras que donde menos viven es en Tierra del Fuego (21), Santa Cruz (28) y San Luis (52).

A continuación, las conmovedoras historias de Élida, Arturo, José y Moisés, cuatro centenarios entrevistados por Clarín que, con alguna que otra nana, disfrutan haber cruzado la frontera del siglo de vida, no les pesa la cifra. Son tan diferentes como parecidos: los cuatro coinciden en la importancia de las actividades laboral y física, también del entorno.

Elida Salomé Carpenzano: «Disfruto de lo simple y con la mente ocupada»

Elida Salomé Carpenzano, Porota, como la llaman, tuvo una intensa carrera como enfermera. Foto: Mauricio NievasElida Salomé Carpenzano, Porota, como la llaman, tuvo una intensa carrera como enfermera. Foto: Mauricio Nievas

Un encuentro con quien vivió más de un siglo supone una charla colmada de experiencias, anécdotas, relatos, alegrías y tristezas. Visto en perspectiva es una montaña de vida, resumida en un rostro. Elida Salomé Carpenzano (101) “Porota”, como la llaman en familia, aporta todo eso. Y más.

Nació y vivió sus primeros 12 años como trashumante. Su padre y su tío administraban y operaban, quizá, una de las últimas expresiones del Circo Criollo. “Olimpo” se llamaba ese espectáculo itinerante, desplegado en tinglados, carpas o galpones, que marcó la infancia de Elida por ciudades y pueblos de la pampa y el litoral argentino.

En un festejo familiar, Elida Carpenzano (en el medio), es la más sonriente.En un festejo familiar, Elida Carpenzano (en el medio), es la más sonriente.

El 17 de julio, Porota cumplió 101 años. “No tengo una fórmula para explicar cómo llegué hasta aquí”, señala con voz firme, fuerte, porque ella no escucha bien, pero se hace escuchar. “Siempre me mantengo activa, interesada por las cosas simples, intento seguir aprendiendo y con la mente ocupada”, enumera esta mujer que luego hizo una intensa carrera en enfermería. Desde que egresó de la Academia del Samaritano, de la Cruz Roja, en 1959, desplegó el oficio, la tarea académica y también gremial en ese rubro.

Trabajó a la par de Sor María Ludovica en el Hospital de Niños de La Plata. “Ahora buscan canonizarla. Pero para mí fue siempre una santa”, describe Elida su impresión sobre la monja que le dio nombre a ese centro asistencial de referencia.

Una foto familiar en los Jardines de Windsor, en Inglaterra. Elida es la de atrás, con la pierna estirada. Está junto a su hija y su nieta.Una foto familiar en los Jardines de Windsor, en Inglaterra. Elida es la de atrás, con la pierna estirada. Está junto a su hija y su nieta.

Vive en La Plata desde 1936. Sus padres se radicaron en la capital bonaerense y ella estudió Perito Mercantil. Con ese título pudo acceder a los primeros trabajos administrativos, hasta que ingresó al actual Ministerio de Salud.

Siempre que el físico se lo permitió, hizo largas caminatas y de joven practicó remo. Aunque reconoce: «No tuve mucha aptitud para los deportes”. Estuvo casada unos años y quedó viuda en 1974. No tuvo hijos, pero los rituales de encuentros familiares con los 13 sobrinos y los 23 sobrinos-nietos nunca se interrumpieron. Sigue el recorrido laboral, académico y hasta sentimental de cada uno de ellos, según confiesa.

En plena pandemia presentó un compilado de cuentos titulado En plena pandemia presentó un compilado de cuentos titulado «Mi infancia en el circo criollo». Foto: Mauricio Nievas

La lectura es una de sus pasiones. También se animó a escribir. En plena pandemia de Covid, en noviembre de 2020, presentó un compilado de cuentos agrupados bajo el título “Mi infancia en el circo criollo”. Ahora, pide que le lean textos de historia, relatos o novelas porque ya no puede hacerlo sin esa ayuda.

Pero esas restricciones que impone la edad no la detienen. El año pasado participó y se llevó tres medallas de los Juegos Abuelos Bonaerenses. Es una competencia artística para personas de edad avanzada que organiza la Provincia a la par de los Juegos Deportivos. Las preseas las obtuvo en Relato de Historias, Tejido Macramé y Tejido al Crochet.

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La fórmula de la longevidad de Elida Salomé Carpenzano

También tuvo una incursión intensa en el ámbito teatral. Entre 2002 y 2020 fue protagonista de la obra “Cosas Viejas”, que se presentaba en clubes y escenarios barriales de la región capital. “Al final usaba mi andador. Pero lo incorporamos al guión”, sonríe y se despide con la anécdota.

Arturo Cavani: «Yo me preparé para vivir»

«El violín es el gran amor de mi vida», admite Arturo Aldo Cavani, que desempeñó en la Policía Federal. Foto: Martin Bonetto

Las mil y una vidas de Arturo Aldo Cavani, un porteño que hizo todo y más. Trabajó en la Policía Federal, tocó el violín en el Teatro Colón, formó parte de una Orquesta Típica de Buenos Aires, cruzó a nado el Río de la Plata y fue campeón de natación. A los 101 años dice que vive la vida, que no está de adorno o porque el aire es gratis, sin embargo sorprende. «Si me tengo que morir ahora, listo, estoy preparado», se envalentona ante Clarín.

Acaba de terminar su rutina en el gimnasio del edificio que habita en Núñez, que salvo excepciones, cumple cada mañana a rajatabla. «Toda mi vida fui una persona de conducta, trabajo y esfuerzo. No me regalaron nada, llegar a los 101 tampoco me llegó del cielo. No es casualidad, que se dio porque sí, me preparé para vivir», dice este bon vivant que reconoce haber sido «muy mujeriego», desliza con picardía.

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Arturo Aldo Cavani tiene 101 años y logró 9 medallas en la Policía Federal

Erguido, sólido de estructura, tiene un vozarrón aunque admite alguna dificultad para escuchar, Cavani le dedica un párrafo al amor de su vida. «¿Sabés quién fue? El violín. No sabés cómo lo tocaba. Al principio, de chiquito, tenía uno de juguete y me gustaba tanto que mis padres me mandaron a estudiar con apenas cinco años y tenían razón: me apasionó».

Formó parte de la Orquesta Típica Carlos del Río, que competía mano a mano con la de Astor Piazzolla y la de Aníbal Troilo, y varias veces tuvo el orgullo de actuar en el Teatro Colón: «Toqué hasta los 82 años, momento en el que decidí parar y al poco tiempo vendí el instrumento. ¿Qué música tocaba? Clásica y tangos, mis géneros preferidos».

Arturo y el violín, un solo corazón. Aquí en los tiempos en los que tocaba para la Orquesta Típica Del Río.Arturo y el violín, un solo corazón. Aquí en los tiempos en los que tocaba para la Orquesta Típica Del Río.

Arturo trabajó en la Policía Federal, donde prestó servicios desde los 18 años hasta los 49: se retiró en 1974, siendo Jefe del Primer Cuerpo. «Fue una etapa muy importante, donde yo me comprometí y me entregué a la Fuerza. Tuve vocación y compromiso para lograr metas y llegué a tener a cargo a 1.500 efectivos».

Recuerda que cuando ingresó a la Policía, le permitían tomarse un día por mes para que pudiera estar en cada concierto programado. Hasta que unos años después, un comisario general lo puso entre la espada y la pared: «Cavani, elija, ¿el uniforme o el violín? Los dos no pueden convivir».

Las copas y trofeos que ganó Arturo Cavani, que fue campeón metropolitano de natación. Foto: Martín Bonetto Las copas y trofeos que ganó Arturo Cavani, que fue campeón metropolitano de natación. Foto: Martín Bonetto

Dice que fue su primera gran elección de la vida y que «me incliné por lo que era más seguro, aunque no sin dolor», pero que hoy su opción sería otra: «Me la jugaría por el violín».

Es escéptico a la hora de referirse a «la receta» para pasar la frontera de los 100. «Creo que no hay una fórmula mágica, sí me parece que yo tuve la suerte de que mis padres me formaran y me transmitieran valores y responsabilidad. Yo crecí tocando el violín y nadando, una combinación de actividades que no son para cualquiera, y que me ayudaron mucho tanto física como intelectualmente».

En 1971, Arturo Cavani (derecha) recibiendo el trofeo de campeón metropolitano de natación.En 1971, Arturo Cavani (derecha) recibiendo el trofeo de campeón metropolitano de natación.

Pepe Jofre: «Darle prioridad a lo que hay que darle prioridad”

La sonrisa está siempre presente en el semblante de Don Pepe Jofre, una institución del pueblo de América. Foto: Luciana CaldenteyLa sonrisa está siempre presente en el semblante de Don Pepe Jofre, una institución del pueblo de América. Foto: Luciana Caldentey

Cumplió 100 años y lo celebró volando en planeador. Caminar, mirar el cielo y pensar en positivo son parte de la rutina que lo ha llevado a vivir un siglo. José Bienvenido Jofre nació en 1925, en América, un pueblo en la provincia de Buenos Aires a 540 kilómetros de Capital Federal. “Todo lo que tengo en mi memoria es bueno o alegre, lo demás lo dejo afuera”, dice Pepe, como lo llaman.

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«Con cien años todavía estoy trabajando en mi negocio», dice Pepe

Su papá falleció cuando él tenía siete años. Su mamá trabajaba en una fábrica de cestos artesanales. “La vieja para mí es todo”, cuenta. Con ella estuvo hasta el final. “Un día con trece, catorce años me descubrió con un paquete de cigarrillos en el bolsillo, me curó el vicio para toda la vida”, recuerda a Robustiana Melo, la madre que odiaba el cigarrillo. Desde entonces, nunca fumó.

Recuerda su casa de pueblo y familiar donde se crió. “Mi pieza era de piso de tierra y no tenía cielorraso; era de chapa. La cocina era un fogón. A los nueve años ya pensaba en salir de la pobreza: tomé cualquier oportunidad que tuve para poder mejorar”, recuerda. En el colegio llegó hasta quinto grado y abandonó para ayudar a su familia: “Era medio burro, me hacía la rabona”, se ríe.

Pepe Jofre junto a su mujer Rebeca, el amor de su vida con quien se casó a los 25 y con quien estuvo 70 años compartiendo el día a día.Pepe Jofre junto a su mujer Rebeca, el amor de su vida con quien se casó a los 25 y con quien estuvo 70 años compartiendo el día a día.

Con su primer sueldo se compró un diccionario que todavía consulta y lo conserva como un tesoro: «Tenía apenas 11 años cuando empecé a trabajar en la joyería del gran orfebre del pueblo, Don Tozar, que me enseñó el oficio de platería. Al principio barría la vereda y luego se ponía el guardapolvo y cruzaba al colegio». Muchos años después, tras la muerte de Tozar, Jofre y su familia comprarían el negocio. Hoy Pepe sigue al frente de la joyería, es el relojero del pueblo.

Muy querido en el barrio, Analía, una vecina, destaca su positividad y espíritu de colaboración. «Tiene una cultura general que asombra, pero lo mejor es que siempre está de buen humor”, enfatiza.

Pepe celebró sus 100 años volando en planeador. Pepe celebró sus 100 años volando en planeador.

A los 25 se casó con Rebeca, su compañera durante más de 70 años. “Una mujer extraordinaria, dispuesta a todo”, evoca a la mujer de su vida, que murió en mayo. Tuvieron dos hijos, Horacio y Jorge.

“Papá me enseñó que siempre hay que ir derecho, aunque duela o cueste. A la larga, eso da buenos resultados”, dice Horacio, que vive frente a él y lo acompaña todos los días. “Siempre estuvo al lado mío, es y fue un padre de punta a punta”, expresa Jorge.

Una foto familiar de Pepe Jofre con su mujer Rebeca y sus dos hijos, Horacio y Jorge.Una foto familiar de Pepe Jofre con su mujer Rebeca y sus dos hijos, Horacio y Jorge.

Hizo de todo Don Pepe y se da maña para lo que sea. Fue herrero, carpintero, albañil, electricista y plomero durante seis años, cuando trabajaba en la construcción de su propia casa, en la noche junto a “Bequita”, como le decía a su esposa. Participó en el nacimiento del Club de Planeadores, en la creación del Cuartel de Bomberos y en el Club Independiente, todas entidades de América, su lugar en el mundo.

Mantiene sus rutinas: desayuna, pasa las mañanas en el patio, camina con Bebo, su cuidadora, que lo ayuda en el negocio. Por las tardes se sienta al sol. “Los otros días le pregunté qué hacía -cuenta su hijo-. Me respondió: ‘Le estoy cantando a las nubes’. Estaba mirando el cielo y cantando un tango”.

Empezó a trabajar en la joyería del pueblo América cuando tenía 11. Hoy sigue en el mismo lugar. Foto Luciana CaldenteyEmpezó a trabajar en la joyería del pueblo América cuando tenía 11. Hoy sigue en el mismo lugar. Foto Luciana Caldentey

Pepe sonríe con mirada astuta como quien tiene un secreto sencillo para vivir un siglo: caminar, mirar el cielo, “darle prioridad a lo que hay que darle prioridad”, y dejar ir los pensamientos negativos.

Moisés Roitman: «Vivo el día a día, tengo planes sólo para hoy»

Con su auto y su carnet. Moisés Roitman es el único mendocino con más de 100 años que renovó la licencia de conducir. Foto: Ramiro Gómez Con su auto y su carnet. Moisés Roitman es el único mendocino con más de 100 años que renovó la licencia de conducir. Foto: Ramiro Gómez

Con una habilidad de manejo envidiable, sale de una estrecha cochera subterránea de la peatonal mendocina. Vestido de camisa y corbata, Moisés Roitman es el primer mendocino de 100 años en renovar la licencia de conducir, después de aprobar los exámenes médicos y motrices. «Me dieron el carnet y está vigente hasta 2028», dice sobre la licencia utilizará hasta sus 103.

La vida de Moisés estuvo siempre vinculada a la de su esposa Sara, quien, con 95 años, también maneja y se mueve en su propio auto. «Somos compañeros, llevamos 75 años de casados, pero cada uno mantiene su independencia, cada uno con su auto», dice.

Moisés Roitman tiene 100 y su mujer Sarita, 95. Llevan 75 años de casados pero aclara. Moisés Roitman tiene 100 y su mujer Sarita, 95. Llevan 75 años de casados pero aclara. «Somos compañeros pero cada uno tiene su independencia». Foto: Ramiro Gómez

El 22 de julio de 2025, Moisés celebró sus 100 años. Para obtener la licencia, el registro de conductores de Mendoza, tuvo que readaptar el sistema informático. Solo permitía dos cifras, hasta 99 años, para poder acceder a tomar la fotografía del carnet.

Moisés tiene 3 hijos, 8 nietos y 11 bisnietos. Trabaja en el negocio farmacéutico desde los 18 años. Fue propietario de una cadena de farmacias junto a su hermano. Ahora concurre todas las tardes a colaborar como cajero en la farmacia de su hija, en el centro mendocino. «Me preguntan si tomo alguna pastilla para la longevidad, pero no he hecho nada para llegar a los 100″, bromea.

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Moisés Roitman tiene 100 años y lleva 75 junto a su amada Sarita

Tuvo su primer auto, un Renault Gordini, a los 25 años. «Todavía conduzco 50 kilómetros en la montaña rumbo al lago de Potrerillos y 100 kilómetros hasta Vista Flores, en el Valle de Uco, para visitar a mi nieta». Va en su Honda Accord, de caja de cambios automática, modelo 2005. «Nunca supero la velocidad permitida. Conduzco bien, aunque Sara maneja un poco mejor que yo en la ruta», confiesa Moisés.

Han viajado mucho en pareja y tienen amigos entrañables en varias ciudades del mundo. Les gusta la tecnología, están al día con el uso de la inteligencia artificial. Además, Moisés lee los diarios en su celular y libros en su Kindle.

Moisés y Sarita, en el primer viaje como novios, a Córdoba, en 1948. Moisés y Sarita, en el primer viaje como novios, a Córdoba, en 1948. «Estábamos muy enamorados y nos casamos en febrero de 1950», recuerdan.

Asegura que hacer gimnasia y deportes ha sido fundamental para llegar saludable a los 100. «Hasta los 80 salía a correr todos los días al Parque General San Martín y subía el cerro de la Gloria», recuerda. También jugó muchos años al golf, lo que en alguna etapa de su vida fue una «obsesión», iba todos los días. Cada mañana realiza una rutina en su bicicleta fija.

Los proyectos personales, la vida en familia, el trabajo y el no haber fumado nunca y apenas beber una copa de vino cada tanto, lo ayudaron en su buena vida. Pero, nada ha sido más fundamental, según admite, que tener amigos. La cita es, desde hace décadas, los viernes por la noche: asado, anécdotas y truco.

Con el registro nuevo. Moisés maneja habitualmente en la montaña para visitar a su nieta. Foto: Ramiro Gómez Con el registro nuevo. Moisés maneja habitualmente en la montaña para visitar a su nieta. Foto: Ramiro Gómez

«Vivo el día a día. Tengo planes sólo para hoy. Me levanto y organizo mis actividades, y trato de terminar el día con Sara, a quien invito cada tarde a tomar un café», sostiene con la brutal honestidad de no predecir el mañana, y entender que la vida es hoy.

Colaboraron: Fabián Debesa (Corresponsalía La Plata), Roxana Badaloni (Corrsponsalía Mendoza) y Manuela Herzel (Maestría Clarín – UdeSA)

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