“Mi primer amor fue el piano”, resume en una frase una historia de vida vinculada al arte y la música, que las dificultades que se encontró en el camino, lejos estuvo de detenerla o hacerle bajar los brazos. Se trata de Mariana Pretto, una artista oriunda de Santa Fe, que a sus 39 años lleva adelante un proyecto musical que es una respuesta a un problema de salud que le cambió su vida.

“Soy de una familia numerosa. Heredé la música por dos vías: mi abuela paterna era pianista y mi bisabuela materna también”, cuenta Mariana a Revista GENTE, dando cuenta de un vínculo con la música que va incluso más allá de su propia vida: “En mi casa siempre se escuchaba de todo: los domingos mi papá ponía folklore mientras hacía el asado, mi mamá escuchaba clásica… y ahí estaba el piano de mi bisabuela. A los 7 años me llevaron con una profesora y empecé también en una escuela de música provincial. En la secundaria —de artes visuales— ya sabía que quería que la música fuese mi carrera”.
La infancia describe una formación atravesada por lo clásico y lo popular, sello que volverá más tarde en su manera de programar y arreglar obras. “Siempre tuve esa faceta doble: repertorio clásico y música popular. En este proyecto actual integro esos dos mundos”, remarca.
Un problema de salud que fue un momento bisagra
—¿Qué te pasó en la mano derecha?
—En 2013 empecé a tener dificultades: no funcionaba de la misma manera. Es algo que iba avanzando… y me explicaron que era una distonía, una patología que afecta el sistema nervioso y la motricidad fina. Eso me impedía tocar a dos manos de forma convencional. También me cuesta escribir o usar la compu con la derecha: todo lo que sea acción pequeña.

Mariana tenía en ese momento 27 años, daba clases de piano y llevaba una incipiente carrera como concertista en salas de Santa Fe, Entre Ríos, Córdoba y Buenos Aires. “Tuve que parar. Viéndolo a la distancia, fue positivo: me ayudó a hacer un cambio radical”, dice. Ese cambio comenzó con una mudanza a Buenos Aires en el año 2014 para consultar especialistas y explorar herramientas corporales que, aunque no “curaron” la mano, le enseñaron a relajarse y a reconectar con el cuerpo: “Aprendí técnicas que me aliviaron mucha tensión en hombros. No resolvieron la distonía, pero me aportaron cosas valiosas”.
La crisis abrió otras puertas también: “Hice la carrera de modelo en la Escuela Argentina de Moda; fue divertido y me ayudó a ocuparme de mi imagen. También empecé a componer canciones y a tocar acordeón, que lo doy vuelta para que el teclado quede a la izquierda y los botones a la derecha, que requiere menos precisión. De esa etapa nació mi disco Siempre florece, en el año 2023”.

El proyecto “Alada” y el regreso al piano
Aunque gran parte de su vida seguía abocada a la música, algo en el interior de Mariana seguía haciéndole ruido: necesitaba volver al instrumento con el que conoció la música en profundidad. «Es que el piano es mi primer amor. Empecé a investigar sobre pianistas de mano izquierda: no lo inventé yo; existe en la historia. El caso creo más conocido es Paul Wittgenstein, que perdió el brazo derecho en la Primera Guerra y encargó obras para mano izquierda —el Concierto para la mano izquierda de Maurice Ravel es el más famoso—. Además, hay estudios y transcripciones pensados para desarrollar la mano izquierda en pianistas convencionales».
De esa investigación, la santafesina lanzó Alada – piano a una mano: una propuesta artística dedicada a la mano izquierda sola, que combina obras originalmente escritas para esa mano, arreglos de canciones y artistas reconocidos —como J. S. Bach, Aníbal Troilo, María Elena Walsh y Ariel Ramírez— y composiciones propias.

—¿Por qué el nombre Alada?
—Responde a una de las canciones que escribí en este proceso… que se llama Sin un ala y que es un poco autobiográfica. Cuenta un sueño que tuve de verdad, justamente cuando vivía en Buenos Aires, de que entraba un pájaro por mi ventana con un ala rota. ¿Viste esos sueños que son bien vívidos que que te despertás y parece que los viviste? Bueno, fue así. Me marcó mucho y en el estribillo dice: «¿Por dónde vagará con sus sueños tranquilos? ¿Por dónde caminar sin un ala y sin nido?«, referida al pájaro, pero bueno, medio referida a mí. Entonces este nuevo proyecto es un poco en respuesta a esa canción y de pensar, bueno, aún con un ala rota, por así decirlo, puedo seguir volando.
Este cambio de mirada respecto a su carrera artística también se terminó volcando en todos los aspectos de la vida de Mariana y es algo que busca transmitir a su alrededor: «Ese es el mensaje que quiero dar, más allá de mi historia… pensar que a veces puede pasar que tengamos falencias o pérdidas que pueden ser físicas, mentales o simbólicas, algo que no pudimos lograr, algo que sentimos que nos falta, pero que pese a eso saber que podemos volar. Quizás no va a ser de la forma convencional o de la forma esperada, por así decirlo, pero va a ser a nuestra manera, con nuestro vuelo propio. Y para mí eso es mucho más hermoso».

—¿Qué te sostuvo en la transición, cuando el piano parecía un camino clausurado?
—Viste la frase «Cuando se cierra una puerta, se abren otras«. Lo vivo así. No fue todo planeado: aparecieron la moda, el acordeón, la composición. Y la terapia fue clave: es un espacio para escucharse y ordenar. No está estigmatizada como antes, y me hace muy bien.
Después de grabar su primer disco Siempre Florece en 2023, y ahora llevar adelante el recital de Alada, piano a una mano, que tuvo su estreno en abril del 2024, el próximo paso en el camino artístico de Mariana es grabar su segundo disco sobre esta propuesta artística.
En ese sentido, aclaró que Alada no es solo se reduce a lo que será su segundo disco, sino que abarca hasta una propuesta educativa: “Como el repertorio es poco conocido por el público y por muchos pianistas, me propuse que el recital vaya acompañado de charlas y talleres en escuelas de música”. En 2024 realizó una gira por el Litoral (Corrientes, Resistencia, Misiones), apoyada por la provincia de Santa Fe y la recepción fue tan buena que Corrientes le pidió un curso más extenso, con clases virtuales previas y resolución ministerial. “Fue el primer curso de esa magnitud; me conmueve. Los pianistas se ‘re coparon’: probaron ejercicios y fragmentos, y descubrieron una literatura riquísima”.

«Mi idea es grabar entre febrero y marzo de 2026 y luego girar por provincias. Me encantaría salir del país: Europa es un sueño. De a poco, abrir caminos… que siga volando”, asegura, con una apertura plena sobre qué otras sorpresas le esperarán en este camino artístico en el que, luego de varios cambios bruscos, aún queda mucho por recorrer.
Fotos: Irene Fernández y Pablo Cánepa.


