Ni uno ni dos ni tres. Ya son trece los funcionarios echados o que presentaron su renuncia en el Gobierno como consecuencia de la investigación judicial por el presunto circuito de sobornos entre la Agencia Nacional de Discapacidad y los laboratorios. El primero en caer fue Diego Spagnuolo, el 20 de agosto, después de que se filtrara su voz en unos audios de WhatsApp en los que decía que el Estado compraba medicamentos a cambio de un retorno del ocho por ciento que terminaba -al menos una parte- en manos de Eduardo “Lule” Menem y de Karina Milei. El último en irse, este viernes, fue Javier Cardini, el subsecretario de Gestión Productiva. Era el jefe y la pareja de Ornella Calvete, que acaba de abandonar la dirección nacional de Desarrollo Regional y Sectorial después de que se le encontraron en su casa 700 mil dólares que no estaban declarados. Ornella es hija de Miguel Ángel Calvete. Según el dictamen del fiscal Franco Picardi, Calvete era uno de los protagonistas cruciales del presunto saqueo millonario a la caja de los discapacitados, y que, al ser allanado en uno de sus dieciséis domicilios, quedó detenido porque se detectó que tenía que estar preso en otra causa, por facilitación del ejercicio de la prostitución.
Diego Spagnuolo, ex amigo y funcionario de Javier Milei. Foto: Juano Tesone.La dimisión de Cardini estuvo precedida por una serie de presiones internas de las que empiezan a trascender detalles. Cardini conoce a todos los implicados y se resistió a irse con estrategias audaces y hasta desafiantes para el poder, que en un principio dudó en apartarlo. ¿Por qué sucumbió? Porque un importante funcionario del Ministerio de Economía, cuando vio que su renuncia no prosperaba, amenazó con irse él, lo que hubiera ocasionado un terremoto en la administración de Javier Milei.
La trama se reserva más capítulos de extrema tensión judicial y política. Esos trece nombres y apellidos que dejaron de formar parte de la gestión libertaria, y de los que el Ejecutivo no habla ni da precisiones, son una bomba de tiempo, no solo por lo que saben y podrían declarar en la Justicia sino por sus procaces personalidades. Un ejemplo: días antes de que la echaran, Ornella Calvete asistió a un evento social en un salón top de la Ciudad y los amigos le preguntaron por su situación. La joven respondió: “Me están haciendo una opereta por unos miles de dólares que encontraron en mi casa. No pasa nada, está todo controlado”. La persona que le contó la anécdota a Clarín, agregó, jocosa: ¿Quién no tiene 700 lucas verdes guardadas en su casa?
Calvete padre, quien había logrado meter a la hermana, Susana, como abogada en el Ministerio de Economía (hoy es otra de las echadas) llevaba un cuaderno, al estilo Centeno, donde registraban pagos, montos, nombres e iniciales de quienes se habrían favorecido con las maniobras ilegales. Picardi ya determinó que Spagnuolo -que hasta la aparición de los audios era un hombre de mucha llegada a la Residencia de Olivos- “permitió, consintió y supervisó” el direccionamiento de los medicamentos.
En su dictamen, el fiscal habla de veintiún licitaciones “acotadas” en las que se confeccionaron órdenes de compra por un total de $ 30.337.220.919,77. Se aclara entre paréntesis: treinta mil trescientos treinta y siete millones doscientos veinte mil novecientos diecinueve con setenta pesos y siete centavos. En el texto se hace mención a la influencia de Suizo Argentina. El crecimiento de sus ventas al Estado es más que llamativo. La familia Kovalivker entró en pánico en los últimos días.
El fiscal Franco Picardi. Foto: archivo ClarínEn la Casa Rosada intentan enmascarar el trance con el triunfo electoral, la tranquilidad que devuelven los mercados y el diálogo que prospera con gobernadores y legisladores por el paquete de leyes que se tratará en diciembre en sesiones extraordinarias. Pero la causa avanza y podría convertirse en una bola de nieve gigante. “Pensamos que el tema se había acabado después de la elección y no es así”, asumen en el entorno presidencial. La orden, de todos modos, es que nadie hable del asunto.
La interna entre caputistas y karinistas está al rojo vivo. El resultado electoral no modificó esa puja, aunque simule librarse con algún cuidado. Los Menem, Eduardo y Martín, acusaron a Santiago Caputo de motorizar, durante el proceso electoral, los temas que los salpicaban a ellos y a la secretaria general de la Presidencia. El caso Spagnuolo, entre ellos. Hoy, en el ecosistema karinista, se dice que Caputo debería estar preocupado por la situación de Calvete. “Santiago sabe bien quién es”, dicen.
La hermanísima tiene en mente cambios en la SIDE y en otras secretarías del Estado que están bajo control de Caputo. Su intención sería esperar hasta marzo. Charló con sus asesores sobre la importancia de que, antes, se aprueben las reformas laboral e impositiva, el Presupuesto y los cambios en el Código Penal. “Hay que hacer el menor ruido posible”, dicen los colaboradores de Karina. Cuando alguien le pide celeridad o se queja de “las operaciones”, ella responde: “Yo soy la principal atacada y estoy firme”.
Sin embargo, algo comenzó a modificarse desde el 26 de octubre en la interna libertaria, o tal vez desde antes. Los retoques en el Gabinete y la nueva dinámica, con Karina fortalecida, provoca situaciones impensadas. Sergio Neiffert, el jefe de la SIDE, habría dejado de lado su fidelidad con Caputo para abrir un diálogo frecuente con Karina. Es cierto, conversa con ambos, pero su rutina y su forma de comunicarse con uno y otro habrían experimentado alteraciones. En algún momento, no hace tanto, sugirió que estaba cansado y que le gustaría dar un paso al costado. Karina le habría pedido que lo piense mejor.
Sergio Neiffert, en el acto de la AMIA. Foto: Federico López Claro.Los reacomodamientos en el oficialismo, e incluso los traspiés, se tornan más transitables frente al recurrente desconcierto de la oposición. Quien parecía el dirigente con más chances de encaminarse hacia una candidatura presidencial en 2027, Axel Kicillof, hoy enfrenta una nueva tormenta política, esta vez en la Legislatura, donde La Cámpora le hace la vida imposible.
El gobernador impulsa un endeudamiento por 1.990 millones de dólares. Los legisladores que responden a Cristina se lo tienen, por ahora, trabado. El martes a las 19 habrá una nueva reunión para ver si el kicillofismo logra sacar dictamen. Nadie se anima a decir qué va a ocurrir. “Con Cristina no hay más diálogo”, admiten en el entorno del gobernador. Esa relación, congelada desde hace tiempo, se agudizó días atrás, cuando Mayra Mendoza dijo que pasaban a la “oposición responsable” en la Provincia.
Kicillof y Cristina se hablan a través del intendente de Lomas de Zamora, Federico Otermin, y, llegado el caso, apelan a Sergio Massa. El tigrense comienza a dar señales de agotamiento frente a la interna de los K, que sufrió cuando fue ministro de Economía de Alberto Fernández y que ahora padece desde el llano. Varios gobernadores del PJ con los que chatea a menudo le dicen que es tiempo de redefinir su vínculo con Cristina, cuando no de pensar en el adiós, si quiere volver al debate público y a una eventual postulación.
Gildo Insfrán ahora habla mal de Cristina Kirchner.Más allá de los Zoom a los que debe someterse casi a diario, y que le hacen escuchar el fenomenal circuito de corrupción con la obra pública en la Causa de los Cuadernos que la tiene a ella misma en el banquillo de los acusados, Cristina maldijo enterarse de que hace diez días, en la sede porteña del Banco Provincia, Kicillof recibió a Gerardo Zamora (Santiago del Estero), Gildo Insfrán (Formosa), Ricardo Quintela (La Rioja), Sergio Ziliotto (La Pampa) y Gustavo Melella (Tierra del Fuego) para evaluar cómo pararse -ya sin ella- frente al Gobierno nacional.
En esa cumbre primó algo que no se venía viendo: si bien los mandatarios acordaron mantener un rol opositor férreo ante algunas iniciativas de La Libertad Avanza, también coincidieron en que “no hay que oponerse a todo”. Insfrán fue el más duro. Pidió dejar de atender los reclamos de Cristina y de sus discípulos. “Me tienen harto”, esgrimió. Ninguno lo contradijo. Kicillof exclamó: “A mí me echan la culpa de todo y de haber perdido las elecciones”.
En su prisión de San José 1111, la jefa del peronismo luce confundida y fastidiosa. Comete errores torpes, como difundir fotos con nueve personas que luego provocan que los jueces le restrinjan las visitas para siempre y la aíslen un poco más. “Decime: ¿Quién te aconseja tan mal?”, quiso saber un dirigente que la llama una vez por semana para saber cómo está y preguntarle si necesita algo. Cristina insultó en voz alta. Ya era tarde para lágrimas.
