Max lleva tantos pasajeros por día desde el Aeropuerto Ben Gurión a los hoteles y casas en Tel Aviv que ya tiene hasta estilo propio para esperarlos. Levanta el cartel que identifica al pasajero que fue a buscar, apoya la espalda en una columna, la pierna la dobla algo de costado y la expresión parece la de un hombre que está fumando un cigarrillo aunque no sea así.
Nacido en Rusia y con orígenes de judíos que tras la caída de la Unión Soviética emigraron a Israel, su segunda patria, responde con mucho alivio pero con el descreimiento con que buena parte de la población está recibiendo el cese de fuego con el grupo terrorista Hamás que Benjamín Netanyahu aceptó reestablecer en octubre pasado -el segundo en el año- por presión de Donald Trump.
Tiene algo más de 50 años, y su descreimiento lo expresa con un aire de tranquilidad. “Este país pasa de la guerra a la no guerra, de la no guerra a la guerra, de la guerra a la no guerra de la no guerra a la guerra y así siempre”, dijo a este diario sin pronunciar la palabra “paz” en un viaje que Clarín comenzó días atrás por una invitación de la organización Fuente Latina para ver cómo vive esta sociedad y cómo se siente la frágil tregua del último conflicto en Oriente Medio.
Una imagen de Gaza, tras el cese de fuego EFEEs sin dudas el más sangriento en décadas y en un contexto siempre complejo. Estalló el 7 de octubre de 2023 cuando terroristas de las milicias de Hamas entraron a Israel por tierra, agua y mar, atacaron a la población civil y militar, mataron, violaron, quemaron casas. Murieron 1.200 personas de todas las edades en cuestión de horas, vulneraron la poderosa seguridad israelí, mostraron enormes fallas de la misma, y se llevaron a unos 250 rehenes. Las bajas israelíes en la cruzada en Gaza no se conocen con exactitud, jóvenes reservistas y oficiales. Se habla de unos de más de 1.800. A ello hay que sumarle casi 30 muertos muertos en el enfrentamiento de misiles con Irán de junio pasado
La cruzada de Netanyahu en la Franja de Gaza iniciada el 8 de octubre dejó al menos 70.000 muertos según los números palestinos que las organizaciones internacionales avalan. Lo cierto es que el diminuto territorio de Gaza está destruido, se encamina a quedar dividido en dos -uno bajo dominio local y otro de Israel con una suerte de fuerza internacional-, la gente tiene necesidades humanitarias básicas y urgentes. Y decir verdad, Hamas sigue vivo, no quiere desarmarse e Israel sigue bombardeando la Franja pese a que cumplieron con la primera etapa del acuerdo: liberación de los rehenes vivos, devolución de los cuerpos de los que estaban muertos, libertad para algunos palestinos que cumplían penas en las cárceles israelíes.
Por eso una de las señales más notables de este nuevo tiempo si se lo compara con el aniversario del ataque, en 2024, y en el cual estuvo Clarín, es que ya se retiraron los miles de carteles que rezaban “Bring them Home” “Tráiganlos a Casa” con las fotos de cada rehén. Hoy hasta los sitios en los que Gaza cometió su masacre, los kibutz, las paradas de autobuses, las bases militares de la frontera sur son como santuarios del horror, y ya están siendo reconstruidas con algunos recuerdos para impedir el olvido.
“Son ellos o somos nosotros”, sentencia sin concesiones la joven Na Amá que llegó con su monopatín eléctrico al shuk de Carmel, el emblemático mercado de Tel Aviv para hacer sus compras de la semana. Es manager en una empresa Tech. Tiene 34 años, ya hizo su servicio militar de dos años por ser mujer, y como todos los jóvenes en este país, conoce la guerra de cerca. Deben ejercer como reservistas, un asunto delicado que empezó a mostrar sus grietas en estos dos años. Los jóvenes cuestionaban el sentido de seguir muriendo en una guerra demasiado prolongada que les hace interrumpir sus carreras universitarias y vuelven a la vida cotidiana “sin nada”, sin terminar sus estudios y sin poder conseguir trabajo.
La cruz roja traslada restos de los rehenes asesinados por Hamas en Gaza Foto ReuterEs viernes, y con la salida de la primera estrella comenzará el Shabat. Una mayoría volverá al trabajo el domingo. Pero Tel Aviv es tan cosmopolita que la religiosidad de Jerusalén no se siente y son la propias tensiones internas las que perturban la diversidad de Israel. En estos dos años el país sigue lidiando con sus enemigos, con el terrorismo infiltrado y que sigue cometiendo mortíferos ataques, aunque más aislados. El principal lo consideran a la República Islámica de Irán, con el que se libró una guerra que los hizo temer lo peor en junio pasado.
En el frente interno la polarización política es evidente. Netanyahu sí, Netanyahu no. El frente ortodoxo que sostiene su gobierno tiene una representación mínima en la sociedad pero un enorme poder en el gabinete. En particular son dos los ministros que generan polémica a diario con sus más radicalizadas posturas contra los palestinos pero también a nivel de control interior. Son el ministro de Seguridad Nacional, Ben-Gvir, y de Finanzas, Bezalel Smotrich
La oposición se queja de que buscan asfixiar las libertades, y de que la religión avanza en la vida civil de una sociedad que no tiene constitución sino bases fundadas sobre un estado hebreo. La relación de Netanyahu con la prensa es mala.


