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Pol Guasch: «Escribo textos bastardos y la literatura es una herramienta prosaica»

Este año tuvo su primera vez en la Argentina, tal vez algo desconocido por los lectores locales aunque sea mencionado por la crítica como uno de los autores europeos más perspicaces de los últimos tiempos. “Escribo en catalán, y el hecho de que sea traducido y salga de las fronteras de mi lengua, es algo muy extraño. La Argentina me ilusiona, conviví con Mercedes Halfon en una residencia y hace poco participé de charlas junto a Leila Guerriero. Compartimos editorial con Mariana Enríquez, y me encanta Federico Falco. Por lo cual, llegar a este país es como visitar un sitio con muchos autores que admiro”, dice de entrada Pol Guasch, escritor nacido en Tarragona, en 1997, apenas se sienta en un bar de Palermo en los contornos de un nuevo festival internacional de literatura en Buenos Aires.

Pol Guasch, escritor nacido en Tarragona en 1997, visitó la Argentina. Foto: Victoria Gesualdi.Pol Guasch, escritor nacido en Tarragona en 1997, visitó la Argentina. Foto: Victoria Gesualdi.

Autor de novelas como Napalm en el corazón (2021) y En las manos, el paraíso quema (2024), ambas editadas por Anagrama, también escribió los libros de poemas Tanta gana (Premio Francesc Garriga 2018) y La parte del juego, y en 2022 recibió el Premio Talento a bordo del Festival Eñe de Madrid. Invitado del Filba, el joven escritor español participó del panel “Imaginarios de la descomposición”, donde habló sobre cómo narrar un mundo en ruinas y, a la vez, de qué modo las historias íntimas funcionan como reflejos de padecimientos universales. Dos tópicos que conoce por su obra, compuesta por personas que buscan el amor y el reconocimiento en medio de paisajes desoladores y no desprovistos de una fuerte crisis generacional.

Lo primero que aparece en la charla con Clarín es su podcast Paradís –que puede escucharse en Spotify–, donde Guasch conversó con otros autores sobre las cuestiones centrales de su última novela, En las manos, el paraíso quema, como la amistad, el amor, la clase, la familia o la posibilidad de vivir en un mundo inhabitable. Allí, entre otros episodios, convocó a Leila Guerriero para hablar sobre “El fin del mundo” y de la sensación de desesperanza y falta de futuro en el mundo actual; a Alana Portero, autora de La mala costumbre, para charlar sobre “La melancolía” a partir de la constante negociación entre realidad y deseo; o a acerca de “El deseo” con Clara Serra, investigadora y activista feminista, para explorar las complejidades del deseo, tanto desde el terreno del amor pero también de la amistad.

–Lo novedoso del podcast es que no agota los temas de tus novelas, sino que da la sensación de que los prolonga, los explaya hacia otros ámbitos.

–Así es. Pensé que con En las manos, el paraíso quema no alcancé a cerrar cosas que me dieron ganas de desarrollar y llevarlas a otros planos. El podcast, en efecto, continúa la conversación que inicié con la novela, por eso convoqué a personas brillantes, con las que tuve el honor de charlar y debatir sobre obsesiones que me siguen desde Napalm en el corazón. Pienso que el podcast no fue algo aislado respecto a mis formas de comunicarme con los otros, justo que este festival argentino invita a pensar en “el otro”. En este momento de mi vida la forma de acercarme a las cosas es a través de la escritura, pero no sé si lo será siempre. Me cuesta imaginarme escribiendo dentro de quince o veinte años. Antes escribía poesía e hice muchos recitales, performances con colegas músicos y con bailarines. Por lo cual es natural, para mí, llevar el texto mucho más allá del mismo texto. Pienso a la escritura como un principio, y no como un final. El podcast, en ese sentido, fue una prolongación espontánea por iniciar diálogos, y de despojarme de la idea de la creación como un acto aislado y meramente autorreferencial.

–Te gusta establecer nexos con otras artes, como con la pintura o con la fotografía. Tomar a la escritura como plataforma.

–Supongo que es porque desconfío de las palabras, o del mismo lenguaje. Me persigue una sensación de frustración con la escritura, en eso de que nunca encuentro la palabra para la idea que quiero expresar. A lo mejor eso es bueno, eh, no lo sé. Estudié literatura en la universidad pero una literatura académica o canónica, llegué por pura intuición a la literatura contemporánea que realmente me interesa, a descubrir la literatura catalana o incluso a la escritura, donde ni siquiera tomé un taller literario. No he sido formado como escritor, digamos. La escritura, entonces, la siento como un espacio abierto donde se mezclan muchas cosas: preocupaciones, angustias, búsquedas, intuiciones, y de ahí surgen esos textos bastardos que son mis novelas.

–¿Cómo es que derivaste de la poesía a la novela? ¿Fue un proceso consciente?

–Te diría que no. Yo empecé escribiendo poemas, publiqué algunos libros, y mi primera novela fue como una novela no deseada, la hice sin haber planificar nada. El texto, inicialmente escrito en versos, se fue ensanchando y pedía ser contado de otro modo, eso fue lo que me pasó. Y descubrí que ese proceso de escritura lo había disfrutado muchísimo, por eso me decidí a escribir la segunda novela. La escritura siempre me ha funcionado de un modo casi salvaje, intuitivo, todo lo contrario a pensarla desde un proyecto o desde un plan determinado. Todo lo que fui haciendo en mis últimos años confluyó de forma orgánica. Mi formación académica, el hecho de estar haciendo un doctorado, lo que escribí y leí en ese espacio recluido y poco creativo de lo universitario se enlazó con mis poemas, con mis ensayos, con mis novelas. La escritura se fue alimentando de pequeñas cosas y decantó en los momentos que he vivido. Esas partes conviven y se van comunicando, porque hace varios años que lo hago en esta vida es simplemente escribir, a veces son artículos de prensa, en otros fragmentos de una novela o párrafos de mi doctorado. Todo es como un gran estado de escritura, con partes que se tocan todo el rato.

–¿En qué consiste tu doctorado?

–Estoy terminando un doctorado de literatura, trabajando sobre tres autores del siglo XX para indagar hasta qué punto crearon una poética amorosa en sus obras. Ellos son Clarice Lispector, Kafka y Marina Tsvetáieva, que son canónicos pero que tuvieron una recepción estética particular: Kafka es el autor de la burocracia, Lispector la del enigma, y Marina Tsvietáieva la escritora del exilio. Pero quiero recuperar sus escritos desde un ángulo diferente, allí donde intentaban fundar una poética amorosa. Me interesa resignificar a partir de ellos las teorías contemporáneas del amor, que son muy antropológicas o sociológicas pero se olvidaron de la literatura. De hecho, en términos históricos, amor y literatura van de la mano, pero parecen muy olvidados de los estudios académicos recientes.

–Rescatar esas poéticas parecen conectar con tu literatura, en eso de releer todo con una mirada crítica y descubrir nuevas preguntas.

–No me interesa otra cosa que pensar a la literatura como una gran conversación, y además es la forma que tengo de acercarme al mundo. De tocarlo. La literatura es muchísimas cosas, no una sola, pero en los últimos tiempos la siento como una herramienta prosaica, táctil, es como si me estuviera sirviendo para vivir. Tenemos la sensación de que el arte es inútil, que es innecesario, hay mucho discurso sobre eso, está el texto ultra citado de Nuccio Ordine sobre la utilidad de lo inútil. Pero para mí hay algo de la literatura que se convirtió en algo súper pragmático y cotidiano, un dispositivo que se proyecta hacia experiencias que de otro modo no existirían.

–¿Y para qué te sirve?

–Literalmente, para tocar las cosas. La sensación de que los espacios de lectura y escritura, que básicamente son los mismo, hoy son de una trascendencia existencial, es como que si tuviera los pies en la tierra con la literatura y pueda escapar de algún dolor. La invención no como formas de fabulación y especulación, sino como formas de contacto en un mundo alocado, que permiten abrir conversaciones que de otra manera serían imposibles. Me sirve, además, para apaciguar esa sensación de locura que nos asalta de repente, esa sensación de lo volátil y de que todo pasa rápido y nada permanece. Con la literatura siento que toco las cosas de verdad. Marina Garcés, la filósofa, dice que hay que dejar de pensar las humanidades con el binomio de lo útil y lo inútil, que por otro lado es como lo desean los mecanismos de producción capitalistas, sino hay que abordarlas desde una cuestión de necesidad. Es decir, defender a las humanidades porque son necesarias que existan en este mundo. Me gusta esa idea, me gustar estar aquí y ahora, con la literatura como puente.

Pol Guasch, escritor nacido en Tarragona en 1997, visitó la Argentina. Foto: Victoria Gesualdi.Pol Guasch, escritor nacido en Tarragona en 1997, visitó la Argentina. Foto: Victoria Gesualdi.

–En tus novelas hay un contraste muy claro entre el fin de un mundo o y la ilusión de una amistad, un amor o un tejido humano que nace en medio de un desastre. Que también puede ser un tejido no exento de conflictos y que no dure para siempre.

–En mis dos novelas diría que ocurre lo mismo, la necesidad imperiosa de encontrar a alguien con quien construir una alternativa de mundo. En tanto el mundo es doloroso y hostil, necesito pegarme a alguien, pero esa persona no es la persona como quiero que sea, es mi idea del otro la que resulta decepcionada. Entonces hay que entender que el otro es un extraño y lo será siempre, y que con ese extraño vamos a construir un mundo alternativo. Hay un primer momento de iluminación y después está el descubrimiento del límite, esa idea de fusión se vuelve lejana y está bien que lo sea. Hay construcción y destrucción pero también el nacimiento de un deseo y, después, el límite. Se abre paso a lo incierto, al amor y al desamor. Esa persona, esa comunidad, serán siempre ajenas a ti, y serán siempre unas desconocidas.

En las manos, el paraíso quema está en primer plano la amistad, incluso diferenciada del amor que era el centro de Napalm en el corazón con la relación entre dos chicos.

–Una de las preguntas que me hacía hace tiempo era qué pasa con los amigos. En nuestra cultura hay relatos épicos del amor, pero no sobre la amistad. Quería empezar a averiguar en qué consiste quererse, más allá de las imágenes tan pomposas que tienen que ver con el encuentro o la separación. Recuerdo que para mí fue un reto heavy cuando imaginé los personajes, porque tenía que encontrar situaciones cotidianas, trazar el contorno para lograr que se entienda que se querían. Encontrar gestos, miradas, momentos, qué deseaban hacer juntos, y entonces paseaban o charlaban, o iban a un museo o escuchaban música. Como autor necesitaba vivirlo con ellos, con Rita y Líton, seguirlos a cada paso, no podía afirmar el vínculo sin antes escribirlo. La novela trata de que no hay un momento específico ni de quiebre sino una multiplicidad de instantes que son los que dejan la sensación de una vida compartida.

–Y lo hiciste con pura escritura, como entrar en los divagues de los personajes y las minucias de los encuentros…

–Me gusta esa idea de que el diablo está en los detalles. Eider Rodriguez, la escritora vasca, es maravillosa, admiro su literatura del detalle, o en Leila Guerriero esos perfiles que hace, con los gestos y ese mirar el sesgo. Es que la literatura no trata de contar sino de decir las cosas sin decirlas. En un momento de mi novela, un personaje dice que lo difícil es encontrar los buenos libros que están contando las cosas sin contarlas. Esa es la gracia y la maravilla de la literatura. Clarice Lispector es la gran autora de decir algo que ni ella misma lo sabe o que tal vez nunca lo sabrá, pero te lo dice sin decirlo.

–Ese jugar a las escondidas, ese no develar los secretos. Tus personajes tienen esas características.

–Ciertamente, me gustan las ficciones que huyen de la literalidad, de lo obvio, de lo directo. Ursula Le Guin proponer la teoría de la bolsa como origen de la ficción y recomiendo revisarla. Lo hace en contraposición a la literatura de la flecha, que tiene que ver con descifrar la posición del arquero, desde donde dispara, la trayectoria, y saber hasta dónde llega. En la ficción entran cosas muy distintas y conectadas entre sí, y todo queda resignificado por un nuevo vínculo, sin saber dónde terminará. En mi última novela, en un momento se lee que las historias, si se ordenan, no son historias, son mentiras. La gente entonces quiere escuchar mentiras, porque la gente quiere las cosas ordenadas y claras, pero la literatura trabaja con otros canales, con otras intenciones. Al menos, la que a mí me gusta.

–Además, hay una suerte de fuga de tus personajes a sitios que no garantizan ninguna estabilidad. Como si estuvieran en permanente ensayo.

–Todos mis personajes están con la sensación de límite constante y bajo el efecto de un final inminente. La familia, el amor, la amistad, todo parece acabarse. Los mundos conocidos son frágiles y volátiles, aparece la opción de convertirse en cínicos, porque si es todo es fugaz, total no importa ser sinceros con nadie ni apostar a nada. Y la otra alternativa es la que, creo, se expresa en mis novelas, eso de que aunque esto se vaya a terminar por qué no vivirlo como si no se fuera a terminar nunca. “Bailan como si el mundo no se fuera acabar”, es otra frase que escribo. Es decir, podemos estar juntos pese a la vulnerabilidad que lo rodea todo. Y eso que parece no haber escapatoria, y ahí sale mi yo pesimista. Tengo la sensación de que hay unos eventos que me persiguen desde chico. Los personajes están huyendo de los sitios de donde vienen, de las familias que los han visto crecer, o de los afectos que los han querido. Entonces un pensamiento muy arraigado es que existen cuatro o cinco eventos de los que estamos escapando toda nuestra vida, y a veces sin saber qué eventos son o a qué años pertenecen. A mí me fascina la idea de que no nos acordamos de las cosas más importantes de la vida. Por ejemplo, me pasa que recuerdo muy poco de lo que viví desde los 0 a los 15 años, que es el momento en que crecí. Ahí hay un fantasma, no sé qué fantasma es, pero sé que existe. Eso me persigue y también a mis personajes.

Pol Guasch, escritor nacido en Tarragona en 1997, visitó la Argentina. Foto: Victoria Gesualdi.Pol Guasch, escritor nacido en Tarragona en 1997, visitó la Argentina. Foto: Victoria Gesualdi.

Pol Guasch básico

  • Nació en Tarragona, en 1997.
  • Es autor de Napalm en el corazón (Premio Llibres Anagrama de Novela 2021), que ha sido traducido a una decena de idiomas.
  • Ha escrito los libros de poemas Tanta gana (Premio Francesc Garriga 2018) y La parte del fuego (Premio López-Picó 2021).
  • En 2022 recibió el Premio Talento a bordo del Festival Eñe de Madrid y el Premio 42 Revelación en catalán.
  • La traducción inglesa de Napalm en el corazón ha sido nombrada uno de los mejores libros del año por The New Yorker. Su última novela es En las manos, el paraíso quema (Anagrama, 2024).

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Juan Manuel Mannarino

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