El cierre de la planta de Whirlpool en Argentina marca el final inesperado de uno de los proyectos industriales más ambiciosos de la última década: una fábrica concebida para producir con escala regional, abastecer al mercado local y exportar a Brasil. El abrupto retroceso, en un período relativamente corto, expone la fragilidad del entramado productivo frente a los costos internos y la creciente presión de las importaciones.
Un proyecto que nació con vocación exportadora
La planta de Whirlpool había sido presentada como un modelo de producción moderna, con altos estándares tecnológicos y la meta central de posicionar a la Argentina como plataforma exportadora.
De hecho, la empresa logró durante un tiempo enviar parte de su producción a Brasil, un mercado altamente competitivo y exigente.
Ese desempeño inicial alimentó expectativas sobre un camino de expansión. Pero el contexto comenzó a cambiar más rápido de lo que la compañía podía responder.
El giro en la competitividad: cuando exportar dejó de ser viable
A lo largo de los últimos años, la inflación en dólares erosionó la estructura de costos locales. Lo que antes permitía exportar con márgenes razonables, se transformó en un esquema desfavorable.
En paralelo, la presión impositiva, los costos logísticos y el encarecimiento de insumos nacionales terminaron por convertir cada unidad producida en un producto menos competitivo frente a sus pares de la región.
La consecuencia fue inmediata:
exportar dejó de ser rentable, y la operación comenzó a achicarse.
En 2023, la compañía despidió a 60 trabajadores. Fue la primera señal visible de un repliegue que ahora culmina con el cierre total de la planta.
Un mercado atravesado por importaciones y costos en ascenso
A esa pérdida de competitividad se sumó un fenómeno que impactó a toda la industria: el avance de productos importados a precios considerablemente más bajos que los nacionales.
El caso de las heladeras es ilustrativo. En octubre:
La demanda interna rondó las 80.000 unidades.
Las importaciones treparon a 130.000.
La producción local fue de 40.000.
La oferta externa no solo cubrió el mercado: lo excedió ampliamente.
Frente a esa dinámica, sostener líneas de producción se volvió extremadamente difícil.
Un retroceso que afecta a otras empresas del sector
Whirlpool no es el único caso.
Compañías como MABE (ex Alladio), Autosal y Electrolux atravesaron suspensiones, despidos y cierres de plantas.
Muchas de ellas también habían tenido períodos de exportación o proyectos de expansión que se vieron frenados por la misma combinación de factores: costos crecientes, pérdida de competitividad y un mercado local saturado de productos importados.
Una señal para el futuro industrial
La historia reciente de Whirlpool condensa un fenómeno más amplio:
Argentina puede pasar, en pocos años, de ser un polo exportador potencial a un país donde producir deja de ser viable incluso para empresas de escala global.
El cierre de la planta no solo representa una pérdida productiva, sino también la evidencia de un desafío mayor: cómo sostener proyectos industriales que aspiran a ser competitivos en un escenario donde los costos internos, la volatilidad macroeconómica y la competencia externa redefinen las reglas del juego en cuestión de meses.
Fuente: Infobae



