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El impensado problema que trae aparejado el boom del café de especialidad

El café dejó de ser solo una infusión para convertirse en un ritual urbano que acompaña el ritmo acelerado de la vida en las ciudades. Una pausa para trabajar, un estímulo en medio del estudio, un momento de encuentro. En Argentina, ese vínculo es cada vez más fuerte: según datos del Instituto Nacional de la Yerba Mate y la Cámara Argentina del Café, el consumo ronda 1 kilo de café por persona por año, equivalente a unas 200 tazas anuales. Aunque el mate sigue siendo la bebida más popular, el café gana terreno, especialmente entre jóvenes y trabajadores.

Pero detrás de esta costumbre en expansión aparece un problema que crece al mismo ritmo: el uso de vasos descartables para el café “para llevar”. En el mundo se consumen cada año entre 250 y 300 mil millones de estos envases. Y proyectado a la población argentina, esto equivaldría a 1.615 millones de vasos descartables que se descartan cada año. La cifra impresiona más cuando se considera que menos del 1% de estos envases se recicla.

Los vasos descartables para café parecen de papel, pero no lo son: están hechos de polipapel, una combinación de papel, plástico, tintas y adhesivos. Ese diseño híbrido, creado para soportar líquidos calientes sin filtrarse, es exactamente lo que los vuelve no reciclables en los sistemas tradicionales. Un vaso que se usa durante minutos puede tardar siglos en degradarse.

El problema se vuelve más evidente cuando se observan prácticas cotidianas. En una oficina de solo 8 personas se contabilizaron 12 vasos descartables en una semana: más de 600 al año. Si se extrapola este comportamiento al conjunto de oficinas, cafés, universidades y espacios laborales de las grandes ciudades, el volumen de residuos crece de manera exponencial.

La tendencia no es exclusiva de Argentina. En Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y Australia, entre el 70% y el 80% del café se consume en envases descartables. Todo indica que el país se encamina hacia cifras similares. Un estudio de la Universidad Católica de Córdoba, realizado en 2023, mostró que el 69,4% de los estudiantes consume cafeína con fines energéticos, mayormente a través de café, bebidas energizantes y gaseosas, cuyos envases también son descartables.

Sabrina Cuculiansky, crítica de vinos, cafés y gastronomía, discute el informe. Ella no ve un problema creciente y asegura que «el porteño sigue manteniendo la rutina de tomar el café en el lugar». Sobre todo en esta tendencia del café de especialidad, donde la gente se sienta y disfruta como ese ese momento, ese grano, esa temperatura…»es muy difícil hacerlo con un take-away«, agrega.

En el mundo se consumen cada año entre 250 y 300 mil millones de estos envases. En el mundo se consumen cada año entre 250 y 300 mil millones de estos envases.

Ella sostiene que el crecimiento del consumo de café en los últimos años está más asociado a lo hogareño. Que la gente consume café en los locales. «No veo que haya compras masivas de vasos de polipapel para el take-away«, afirma. Y asegura que en las ferias de café que se organizan en Buenos Aires se separan los vasos orgánicos de los otros para no generar contaminación.

La contaminación del agua

Además de su volumen, los vasos representan un riesgo ambiental adicional. Diversas investigaciones científicas muestran que, al entrar en contacto con el agua, liberan microplásticos y sustancias tóxicas, que pueden afectar ecosistemas acuáticos y entrar en la cadena alimentaria.

Frente a este panorama, especialistas y organizaciones ambientales coinciden en que es urgente aplicar estrategias tecnológicas y económicas para reducir el uso de vasos descartables. Esto incluye desde sistemas de reutilización —como tazas retornables o incentivos para llevar envases propios— hasta regulaciones que desalienten su distribución masiva.

La escena es conocida: una persona recibe un café en un vaso descartable, lo sostiene unos minutos mientras camina, y lo arroja a un tacho. Lo que suele pasar desapercibido es que ese gesto, repetido millones de veces, tiene un impacto enorme sobre el ambiente. El desafío es transformar ese hábito urbano antes de que el residuo que deja se vuelva imposible de manejar.

Según un artículo publicado en 2022 en la revista científica Science (“Legacy of the disposable cup”, por Sacha Vignieri), cada año se utilizan en el mundo entre 250 y 300 mil millones de vasos descartables, una cifra que expone la magnitud de un problema ambiental global. A pesar de su apariencia inofensiva y de que muchos parecen ser de papel, estos envases incluyen un recubrimiento plástico que impide su correcto reciclado. El resultado es alarmante: menos del 1% logra ser recuperado por sistemas de gestión de residuos.

El consumo está fuertemente concentrado en los países con mayor desarrollo urbano. Estados Unidos lidera el ranking mundial, seguido por China, Rusia, Alemania, Reino Unido, Australia y Taiwán. En la mayoría de estos casos, los vasos se utilizan principalmente para bebidas calientes —sobre todo café— y suelen descartarse minutos después de usarse. La combinación de uso masivo, vida útil mínima y reciclabilidad prácticamente nula convierte a estos envases en uno de los residuos más persistentes y problemáticos de la vida moderna.

Y esto sin contar las tapas, las fundas térmicas ni las cucharitas plásticas. Tampoco se incluyen los residuos derivados de la producción y transporte de estos envases, cuya huella de carbono también es significativa.

Aunque a simple vista parecen de papel, los vasos descartables de papel plastificado para café están compuestos por una serie de capas y materiales que los hacen difíciles de reciclar.

En definitiva, un residuo pequeño y cotidiano, multiplicado por millones, se convierte en un problema ambiental enorme.

Los estudios muestran que estos vasos liberan microplásticos al degradarse, con efectos tóxicos sobre organismos acuáticos. Un estudio de la Universidad de Gotemburgo, Suecia, (Environmental Pollution, 2023) demostró que incluso los residuos de papel con recubrimiento plástico afectan negativamente a larvas de insectos en ambientes acuáticos y sedimentarios.

Lo que comenzó como una solución higiénica a principios del siglo XX —reemplazar tazas comunitarias mal lavadas— se transformó en un problema ambiental complejo.

Un proyecto amigable con el medioambiente

Un grupo de estudiantes y profesores de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) encontró una solución para la basura de café: agarraron la borra que tiran sus propias cafeterías y la están usando para crear envases y embalajes totalmente biodegradables.

El proyecto fue ideado en la materia Biodiseño y liderado por la diseñadora Camila Castro Grinstein, mezcla los desechos con otros materiales naturales para armar biomateriales resistentes, con la idea de dejar de usar plásticos y cartones comunes.

Estudiantes de Biodiseño de la UADE crearon envases biodegradables con borra.Estudiantes de Biodiseño de la UADE crearon envases biodegradables con borra.

Los investigadores quieren que esta movida sirva de modelo para otros negocios y cafeterías. Castro Grinstein dice que lo que antes era basura ahora se convierte en objetos útiles y sostenibles, demostrando que innovar y cuidar el ambiente es posible desde la universidad.

MG

Redacción

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