Esta nota fue originalmente publicada en Révolution Permanente
«Los jóvenes tienen sed de compromiso. El ejército es el marco natural para expresar esta necesidad de servir». El 27 de noviembre, Macron anunció el regreso del servicio militar con el objetivo de reclutar a 50 000 jóvenes al año de aquí a 2035. Hace unos días, el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, Fabien Mandon, dejó claro que hay que estar «preparado para perder a los hijos». Macron no ha tardado mucho en poner en marcha este proyecto.
Un plan para reclutar a los jóvenes
En su visita a Varces para la ocasión, el presidente presentó ante un grupo de militares su nuevo «servicio nacional voluntario», destinado a jóvenes a partir de 18 años y con una duración de diez meses. Durante este periodo, estarán bajo la dirección del Ministerio de Defensa y del jefe del Estado Mayor del Ejército, y podrán ser enviados a cualquier lugar del territorio metropolitano y de los territorios de ultramar. Entre las misiones presentadas se encuentran las de servir como gendarmes o bomberos, pero también aprender a manejar armas.
Aunque el presidente insiste en que el servicio se prestará de forma voluntaria, la política del Gobierno desde hace varios años consiste en rehabilitar progresivamente el servicio militar obligatorio, esgrimiendo el argumento de que la seguridad de la población se vería amenazada. Así, este anuncio se inscribe en la continuidad del SNU, presentado inicialmente como un compromiso cívico, de la «militarización» de la Jornada de Defensa y Ciudadanía o incluso de la política agresiva para reclutar a los jóvenes en el ejército de reserva. Al mismo tiempo, Macron advirtió de que «en caso de crisis grave», el Parlamento podría decidir llamar a filas, sin su consentimiento, a los jóvenes que hayan sido «seleccionados» en el marco de su Jornada de Defensa y Ciudadanía.
Por último, la puesta en marcha del servicio voluntario irá acompañada de otras medidas para incitar a los jóvenes a alistarse en el ejército. Por ejemplo, el presidente ha anunciado la creación de unas prácticas en el ejército para los alumnos de segundo de secundaria, así como la instauración de una ceremonia militar anual en los institutos. En definitiva, detrás del servicio voluntario se perfila todo un plan de reclutamiento y militarización de la juventud. Macron lo ha dicho claramente: «sin ser universal», su servicio nacional debe «comprometer a toda una generación».
Macron quiere vender un futuro de guerra, ¡la juventud vale más que esto!
Para alcanzar sus objetivos, el Gobierno apuesta por la extrema precariedad de la juventud, cuando el 80 % de los estudiantes se encuentra por debajo del umbral de la pobreza. Macron promete un sueldo de 800 euros a cambio de sumisión: un salario miserable, pero superior a los ingresos medios de un estudiante, que rondan los 700 euros mensuales. Una situación de angustia que el ejecutivo no ha hecho más que agravar en los últimos años, atacando las ayudas a la vivienda (APL) desde 2017, reforzando las medidas de selección social en la universidad o atacando a los aprendices en el presupuesto actual.
En las universidades, donde se multiplican las colaboraciones formativas con los comerciantes de armas que equipan a los Estados más sanguinarios, como Arabia Saudí, Catar e Israel, se hace todo lo posible para incitar a los jóvenes a alistarse en la reserva y, pronto, a presentarse al servicio militar. Puntos extra en la media, adaptación de los cursos, validación de créditos ECTS a través del servicio militar: detrás de los llamamientos al «voluntariado», el cinismo del Gobierno es evidente.
Sobre todo porque esta política forma parte de una ofensiva militarista a gran escala, que implica un recorte drástico de los presupuestos de las universidades y los institutos en beneficio del presupuesto del ejército. En algunas universidades, como París 1, se está a punto de derogar la exención de las tasas de matrícula para los estudiantes extranjeros no europeos. En otras, son las carreras las que se ven afectadas por una reducción de su capacidad de acogida o incluso amenazadas de cierre, como es el caso de la psicomotricidad en París 3. En total, mientras los presupuestos militares se disparan, 60 de las 75 universidades del país están en déficit.
¡Por una respuesta antimilitarista y antiimperialista de la juventud!
Aunque estos anuncios son el símbolo de las ambiciones bélicas de Francia para los próximos años, han sido acompañados de reacciones benevolentes por parte de los políticos en los medios de comunicación. El PS se ha felicitado por la perspectiva de «toda una nación al servicio de su defensa», el RN aplaude la medida y querría ir aún más lejos, al igual que Raphaël Glucksmann, que quiere un servicio obligatorio. Por su parte, LFI critica el proyecto, pero se queda en silencio cuando se le recuerda que defiende un proyecto de reclutamiento ciudadano obligatorio de nueve meses que se asemeja en algunos aspectos al proyecto de Macron, aunque no sea exclusivamente militar.
En todos los institutos y universidades, es urgente organizarse frente a esta ofensiva militarista. En un periodo de crisis internacional, los Estados imperialistas como Francia se preparan en realidad para defender sus intereses y los de sus empresas con las armas en la mano, como en Ucrania, donde se trata ante todo de recuperar su parte del botín. La retórica sobre las amenazas que se ciernen sobre la nación no puede ocultar esta realidad, ni hacernos olvidar que cada vez que las potencias europeas se han lanzado a una carrera de militarización, esta ha concluido en una catástrofe, en la que los trabajadores y los jóvenes han sido los primeros afectados.
La juventud que ha luchado en los últimos años contra el genocidio en Palestina, contra la complicidad de las potencias occidentales con el Estado de Israel, contra el saqueo de los recursos por parte de las multinacionales apoyadas por el ejército francés en África, o contra la destrucción del planeta, debe oponerse firmemente a esta dinámica. Somos nosotros quienes pagaremos por los planes bélicos de Macron. En todos los institutos y universidades, es urgente organizarse frente a la ofensiva militarista, para decir claramente que no iremos al frente y que nos negamos a dar ni un euro ni una vida por sus planes de guerra.
En este sentido, Le Poing Levé exige la retirada inmediata de este proyecto de servicio militar, el fin de todas las colaboraciones de las universidades con empresas relacionadas con la industria armamentística y una inversión masiva en universidades, escuelas y sanidad, servicios públicos que deberían estar bajo el control de los trabajadores y los usuarios. En términos más generales, todas las organizaciones juveniles deben rechazar esta marcha hacia la guerra y tratar de construir una movilización contra el servicio militar, la austeridad que acompaña a la carrera hacia la militarización y por un futuro diferente, cuya construcción implica luchar contra un sistema capitalista en descomposición.
Traducción: Jorge Remacha

