Este domingo 30 de noviembre, el país centroamericano acude a las urnas en unos comicios generales que funcionan como un referéndum sobre la gestión de Xiomara Castro y la concentración de poder de la familia presidencial.
Con un clima preelectoral enrarecido por la violencia política y dudas sobre el sistema de transmisión de datos, los ojos de la comunidad internacional están puestos sobre el «corazón de Centroamérica».
Los tres caminos en la papeleta
La contienda presidencial se ha decantado en una carrera de tres caballos, cada uno representando visiones antagónicas del país:
• Rixi Moncada (Partido Libre): La abogada y exministra de Finanzas es la ungida del oficialismo. Su candidatura es vista como la línea directa de continuidad del gobierno de Xiomara Castro y, por extensión, de su esposo, el expresidente Manuel Zelaya. Su promesa es profundizar el socialismo democrático, aunque carga con el desgaste de la gestión actual.
• Nasry «Tito» Asfura (Partido Nacional): El exalcalde de Tegucigalpa regresa por la revancha tras su derrota en 2021. Con un discurso pragmático centrado en la infraestructura y el empleo («Papi a la Orden»), busca aglutinar el voto conservador y el descontento, intentando desmarcarse de la sombra de corrupción que persigue a su partido tras la extradición del expresidente Juan Orlando Hernández.
• Salvador Nasralla (Partido Liberal): El «Señor de la Televisión» ha dado un giro estratégico al unirse al histórico Partido Liberal. Antiguo aliado de Castro, hoy se presenta como su más férreo crítico, capitalizando el voto «antisistema» y atrayendo a quienes se sienten traicionados por la alianza de 2021.
La batalla por el Congreso: el número mágico es 128
Aunque la presidencia acapara los titulares, el verdadero poder se disputa en el Legislativo. Este domingo se eligen 128 diputados propietarios y sus suplentes.
¿Por qué es crucial? En Honduras, el Congreso Nacional no sólo legisla; tiene la llave del Poder Judicial. La nueva composición de la cámara definirá la elección de los próximos magistrados de la Corte Suprema y del Fiscal General. Si el partido ganador logra mayoría simple (65 votos) o calificada (86 votos), tendrá vía libre para controlar todos los poderes del Estado, un escenario que preocupa a los analistas de pesos y contrapesos.
Erosión democrática
La integridad del proceso está bajo la lupa. Si bien la competencia es real, las condiciones no parecen equitativas. La oposición ha denunciado el uso indiscriminado de recursos estatales —vehículos, publicidad y bonos— para favorecer la campaña de Rixi Moncada.
A esto se suma la incertidumbre técnica. La contratación de la empresa para la Transmisión de Resultados Electorales Preliminares (TREP) ha sido polémica tras la retirada de firmas internacionales por «condiciones inaceptables», dejando el sistema en manos de un consorcio cuestionado. El temor a un «apagón» informático o a la manipulación de actas es un fantasma que recorre las sedes de campaña opositoras.
Además, el contexto de estas elecciones no se entiende sin analizar los cuatro años de gestión de Xiomara Castro. Lo que comenzó como una esperanza de cambio tras años de «narco-gobierno» nacionalista, ha derivado, según expertos, en nuevas formas de hibridez cercanas al autoritarismo.
Cuatro factores clave explican cómo se ha tensado la cuerda democrática bajo su mandato:
-El nepotismo como Política de Estado: La administración ha sido criticada por funcionar como un negocio familiar. La figura del expresidente Manuel Zelaya como un «superministro» de facto, sumada a la presencia de sus hijos en puestos clave (Secretaría Privada y Defensa), ha generado la percepción de una dinastía en construcción, donde la lealtad familiar pesa más que la competencia técnica.
-El Fin de la Extradición: En una maniobra que encendió las alarmas en Washington, el gobierno de Castro eliminó el tratado de extradición con Estados Unidos. Aunque se justificó bajo argumentos de soberanía, la medida se interpretó localmente como un «blindaje preventivo» ante posibles acusaciones de narcotráfico contra miembros del círculo cercano al poder, tras filtrarse videos comprometedores de familiares presidenciales.
-Hostigamiento a la Sociedad Civil: Siguiendo un guión similar al de Nicaragua, el gobierno ha mantenido una retórica hostil contra el Consejo Nacional Anticorrupción (CNA) y la prensa independiente.
-La Fuerza de los Colectivos: El uso de grupos de choque partidarios («Colectivos de Libre») para intimidar a la oposición y tomar instituciones públicas por la fuerza ha normalizado la violencia política como herramienta de gestión.
La debilidad de las instituciones democráticas es el escenario en que este domingo, Honduras no solo elegirá un nombre, sino que decidirá si premia este modelo de concentración de poder o buscará un nuevo equilibrio en medio de la incertidumbre.
