En la pantalla se desdobla con una naturalidad absoluta. Por un lado es Debbie, esa amiga frontal y decidida que en la anteúltima temporada de Envidiosa (Netflix) se animó a patear el tablero de los mandatos para jugársela por un amor inesperado; y, por otro lado, se luce como Mecha, el personaje de Viudas negras, p*tas y chorras (Max) que se adueñó de las redes sociales con la improvisación como sello distintivo. Pero cuando las cámaras de las plataformas se apagan y el vértigo de la ficción termina, Marina Bellati habita un universo completamente distinto, en que la adrenalina se cambia por la calma y la soltería es una elección.

En un año de exposición masiva y doble éxito en el streaming, Marina decidió mostrarle a GENTE su lado más íntimo. Lejos de la dependencia emocional que a veces transitan sus personajes, ella se planta desde un lugar de autosuficiencia y claridad: el amor es bienvenido, pero no a cualquier precio.
«Siempre un poquito de romance está bien… pero no se me va la vida en eso», aclara de entrada, poniendo las cosas en perspectiva. «O sea, me encanta, me interesa y me gusta estar enamorada, pero no siento que sea lo central», acota.
El concepto de la «soledad sofisticada»
Su soltería se vive como un estatus de bienestar que ella define con un término propio y brillante. «Hoy no estoy enamorada de alguien, pero ando enamorada de otras cosas: desarrollé una soledad muy sofisticada», apunta.

¿De qué se trata? De haber construido una vida tan rica en lo personal que compartirla requiere de alguien más que especial. «Tengo muchos amigos y también me gusta estar conmigo misma, ¡me parece un planazo!», asegura. «Me gusta viajar sola, tengo grandes amigos con los cuales me encuentro todo el tiempo, disfruto pasar tiempo con mi perro, leer, ir al cine».
Por eso, Marina no busca llenar vacíos, sino complementar su plenitud. Y ahí es donde pone la vara alta: «Para dejar de habitar esta soledad tan sofisticada la propuesta tendría que ser muy superadora, muy excelente. O alguien que sepa compartir esto, porque yo en pareja también necesito estar sola».
Para Bellati, su hogar es un santuario necesario frente a la alta demanda social de su oficio. «Tengo un trabajo en el que siempre estoy con muchísimas personas… Entonces, a veces tengo ganas de volver a mi casa y no abrir la boca, y eso es difícil de congeniar con una pareja», ilustra.

El poder de decir «no»
Esa misma integridad que aplica a su vida sentimental, Marina Bellati la traslada a su carrera. En una industria donde el miedo a desaparecer muchas veces ‘obliga’ a decir que «sí! a todo, Marina elige con precisión, priorizando su instinto.
«Últimamente, creo que digo muchas más veces ‘no’ que ‘sí’ porque estoy respetando mi criterio poético y estético», le cuenta a GENTE.
Hace tan sólo unos días, esa convicción la llevó a tomar una decisión difícil: bajarse de una obra de teatro próxima a estrenar. «Decidí hacerme a un costado porque se estaba yendo para un lugar que no me gustaba. Mirá, te lo cuento y me duele la panza«, admite con honestidad visceral. Además, reconoce que la decisión le trajo paz: «Fue un gran alivio porque busco que me gusten mucho mis trabajos. Lo cual es una cosa absolutamente privilegiada, lo sé».

Un «alma analógica» contra la dispersión
En tiempos de scroll infinito, Marina se planta en la resistencia. «Tengo sentimientos como si tuviese un alma analógica«, define regalando otra definición inolvidable que es una estela de sus años estudiando Letras en la UBA y de su amor por la literatura.
Con respecto a los celulares, su mirada sobre la tecnología y la cultura es crítica. Ver gente con el celular en el cine o el teatro le genera «tristeza» y «depresión». «Que no se pueda disponer de una hora cuarenta de tiempo para asistir a un momento en el que estamos todos presentes… me da tristeza», lamenta.
Incluso, revela un dato alarmante sobre la industria actual: «Ahora los guiones ya están contemplando el hecho de que los espectadores ven las historias mientras juegan con el teléfono. Entonces, hay que repetir ocho veces ‘tu tía es la asesina’, por si se perdieron en el scrolleo».
El refugio de la escritura
Quizás por esa necesidad de profundidad, Marina lleva casi una década cultivando un jardín secreto: la literatura. «Vengo escribiendo una novela desde el 2017», le revela a GENTE sobre el proyecto que la acompaña hace ocho años.

Lejos de la autoficción que está de moda, ella confía que escribe «desde un personaje» y se ilusiona con la idea de publicar pronto: «Hace muy poquito tuve una reunión importante con una persona de una editorial». «Soy una gran lectora -ese hábito me quedó de la facu- y me gusta la posibilidad de irme del mundo un rato. Bueno, con mi trabajo también: son todas excusas para estar en la ficción, en la fantasía, y yo lo re necesito», concluye.
Fotos: Diego García
Redes: Juan Rostirolla
Retoque digital: Rocío Solano
Estilismo: Lucila Subiza (@lucilasubiza)
Maquillaje: Guadalupe Cecile (@guadacecile) para @estudioveroluna
Pelo: Guille Parra (@guilleparraa)
Color: Leo Leiva (@leoleivapeluqueria)
Cuidado de la piel: Java Jeiman (@javajeiman)
Uñas: @sensoriabsas
Marina esta vestida por: @vestuariopandora @ginebrabsas @mishkabuenosaires y @claraibargurenoficial. Los accesorios son de @divinosabalorios y los zapatos de @laliramirez.ok

