Para Taína Gravier, hablar de su presente es volver inevitablemente a su casa, a esa estructura afectiva que construyeron Valeria Mazza y Alejandro Gravier mucho antes de que ella descubriera qué quería hacer con su vida.
En su diálogo íntimo con GENTE, la hija menor del matrimonio deja ver que hay historias que encuentran su rumbo en un instante mínimo. Un gesto, una propuesta, una intuición materna. En el caso de la joven de 17 años, ese momento llegó temprano y casi por casualidad: antes de descubrir su verdadera pasión, antes de pisar un set, antes incluso de saber quién podía llegar a ser, primero la padeció.
Es que, según cuenta, de chica, rodeada de sus tres hermanos varones, Taína siguió sus pasos. Hockey, tenis, deportes de equipo, todo ese mundo que a ellos les fascinaba. Pero a ella no. Y lo recuerda entre risas y la honestidad despojada que la caracteriza: “Yo tengo tres hermanos hombres, entonces cuando nací me metieron a todos los deportes que hacían mis hermanos y yo volvía llorando a casa: ‘no quiero, no quiero’”.

Esa frase —ese “volvía llorando”— no marca un capricho infantil. Marca un punto de inflexión. Porque fue ahí cuando entró en escena el instinto de Valeria Mazza, que vio algo que su hija todavía no podía explicar. “Mamá dijo: ‘bueno, vamos a intentar con una comedia musical’”, cuenta Taína. Ese simple movimiento, casi doméstico, cambió todo.
Y lo que vino después lo recuerda como una revelación: “A partir de ahí, la sensación era como de: ‘Éste era mi lugar’”.
«Gracias a ese empujoncito de mamá nunca más salí de ahí»
Tenía apenas seis años cuando el tablero se dio vuelta. Ese universo de pelotas, palos y canchas comenzó a transformarse en aulas de canto, salas de ensayo y espacios donde la expresión era más importante que la competencia.
“A los 6 años comencé y empezaron a cambiar hóckey por música, tenis por baile, y así. Se invirtió toda mi semana de deporte en música y arte”, recuerda.
—Entonces, sí. Hay alguien a quien agradecerle ese corrimiento del destino—. “Sí, sí, sí… gracias a ese empujoncito de mamá nunca más salí de ahí. Es lo que hice desde muy chica y me sigo entrenando, porque obviamente siempre hay que seguir estudiando y entrenándose, pero es lo que más me gusta”.
Así, de esa primera decisión nacieron todas las demás.

La filosofía Gravier: sostén, unión y una mesa familiar que es sagrada
Taína habla de su familia con una solidez que sorprende para alguien de su edad. No es un relato teórico, sino una práctica cotidiana: el sostén emocional es real, es activo, es permanente.
“Me apoyan un montón. Toda mi familia lo hace. La verdad que somos muy unidos entre los seis. Si bien estamos dispersos por el mundo, somos muy unidos y cuando no estamos juntos hablamos mucho a través del grupo familiar, y cuando lo estamos, la mesa es sagrada«, cuenta sobre su dinámica familiar.

Ese espacio, ese ritual íntimo al que llama “sagrado”, es parte del andamiaje que sostiene su vocación. No está sola, no lo estuvo nunca. Es un clan que conversa, que anticipa, que prepara. La protección no aparece como un muro, sino como una guía.
“Siempre nos apoyamos en todo y eso lo aprecio un montón, porque su apoyo se siente ya sea que estemos lejos o cerquita”, remarca la jovencita que avanza a pasos agigantados en su camino artístico, con Valeria Mazza como faro.
“Mamá siempre nos habla mucho sobre la exposición, es un tema muy hablado en la mesa familiar«
Taína Gravier está viviendo uno de los momentos más importantes de su vida: su debut actoral en Disney. Y sabe que esa puerta puede traer muchas cosas buenas, pero también algunas difíciles. Lo habla sin ingenuidad, pero con madurez.
“Mamá siempre nos habla mucho sobre la exposición, es un tema muy hablado en la mesa familiar. Nos comentan todas las cosas que nos pueden llegar a pasar, buenas y malas, y qué hay que aprender a soportar. Y ellos nos apoyan mucho en eso, para no sentirnos solos«, aplaude la joven.

Ahí aparece otra de las marcas de los Gravier: la conversación como herramienta. Hablar para anticipar, hablar para contener, hablar para acompañar. Porque cuando el escenario se agranda, la contención tiene que crecer a la par.
La vida personal, la rutina y la pasión que acompañan a Taína Gravier desde siempre: «Se puede encontrar un equilibrio si uno quiere»
A pesar de la exigencia, de las clases y del ritmo que implica formarse, Taína no siente que su vida esté desequilibrada. Al contrario: encontró una combinación en la que todas las partes conviven.
“Yo siempre digo que para mí lo más importante y lo que más feliz me hace es esta faceta artística mía. Así que cuando salgo del colegio son las horas más felices, porque de ahí me estoy yendo o a música o a comedia musical», señala con una sonrisa de oreja a oreja.
Lo dice con claridad y convicción: “Hay que aprender a balancear, y se puede si uno lo quiere. La verdad es que es una pasión que tengo desde muy chica.”

