Beijing profundiza su vínculo con América Latina y el Caribe, impulsando un modelo de cooperación Sur-Sur que prioriza la soberanía y el desarrollo compartido.

La nueva Política de China hacia América Latina y el Caribe confirma la voluntad del gigante asiático de elevar la relación a una «nueva altura» mediante proyectos que abarcan comercio, energía limpia, telecomunicaciones, financiamiento, salud, agricultura, educación y multilateralismo activo, en un claro contraste con el «corolario Trump» de la doctrina Monroe, revelado el fin de semana.
Según la Cepal, el comercio entre China y América Latina alcanzó los 495.000 millones de dólares en 2023, mientras que las inversiones directas acumuladas superan los 160.000 millones en dos décadas, con más de 3.500 empresas chinas operando actualmente en la región.
China es hoy el principal socio comercial de Brasil, Chile, Perú y Uruguay, y el segundo de toda América Latina. El documento oficial de Beijing reafirma que ese vínculo se profundizará sobre la base de respeto mutuo, beneficios compartidos y rechazo a toda forma de injerencia.
En áreas como telecomunicaciones, energía y obras públicas, la presencia china ya es determinante. Empresas como Huawei y ZTE participan en el despliegue de redes de comunicación en más de veinte países, mientras que la inversión energética china representó en 2024 el 57% del total invertido por Beijing en el exterior, principalmente en proyectos solares y eólicos de Brasil, Argentina, Chile, Cuba y el Caribe.
A esto se suma la consolidación de infraestructura estratégica como ferrocarriles, corredores bioceánicos, puertos y obras logísticas que articulan el comercio regional con Asia.
Beijing también sostiene cooperación en ciencia, salud y tecnología, con laboratorios conjuntos en Brasil y Chile, además de haber suministrado más de 410 millones de dosis de vacunas durante la pandemia.
China remarca que su política hacia América Latina está guiada por la no intervención, el respeto a la soberanía, la defensa del multilateralismo y el rechazo a sanciones unilaterales, especialmente contra Cuba, Venezuela y Nicaragua.
También destaca el impulso al diálogo político y al fortalecimiento de los organismos latinoamericanos y caribeños como la Celac, a los que reconoce un papel creciente en la configuración de un orden internacional más equilibrado.
El avance verificado del plan antihegemónico chino en la región es palpable, especialmente en el terreno comercial, financiero y diplomático.

