Es 1926. Hace cuatro años que el descubrimiento de la tumba de Tutankamón fascina al mundo, maldición incluida. Alfredo González Garaño y su mujer María Teresa Ayerza parten desde Buenos Aires rumbo a Egipto.
El maestro de historiadores José Emilio Burucúa contó que supuso que había sido turismo «de envergadura». Pero cuando con otro experto, Sergio Baúr, examinaron la colección de fotos del viaje que la pareja donó a la Academia Nacional de Bellas Artes, dudaron.
En una imagen, durante un descanso en Luxor, Marieta lee un libro especializado en esa antigua civilización. El matrimonio se había llevado un cajón con ese tipo de textos. Así que probablemente haya regresado con un acercamiento sólido a ese otro mundo. Con otro mundo en la cabeza, en serio.
Documentos de ese periplo se pueden ver en la muestra Ciencia y fantasía. Egiptología y egiptofilia en la Argentina que el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) expone -con auspicio de Clarín– hasta marzo.
Curada por Burucúa y Baur, se trata de la primera expo sobre la relación de curiosos, estudiosos y artistas del país con el viejo Egipto.
Long hit
La expedición de Abraham Rosenwasser, pope de la egiptología argentina, en los años 60 es otro hito.
Por convocatoria de la Unesco, con colegas franceses, Rosenwasser viajó a Aksha, hoy Sudán, donde los restos de un templo de Ramsés II iban a ser inundados por la represa de Asuán. Los franceses se fueron. Él se quedó. Y los objetos que encontró -el acuerdo era que podía llevárselos- terminaron en el Museo de La Plata.
En el MNBA se reúnen más de 180 piezas de colecciones públicas y privadas. Desde un sarcófago que compró Dardo Rocha hasta un libro de Manuel Belgrano sobre historia egipcia. Joyas, máscaras, escarabajos, vasijas, amuletos.
También, el Papiro Buenos Aires –sobre la versión más antigua de la historia del exilio de Sinué, un funcionario, alrededor del 1900 A.C.-. Pirámides pintadas por Xul Solar. Y un foxtrot de Gardel: «Al aparecer Tut-Ank-Amon/ Hizo entre las damas sensación/ Que hasta la moda toma con soda/ Al pobre faraón».
Xul Solar. MNBA. Foto: Mariana NedelcuEl viejo Egipto es un long hit en la cultura global. Nunca le faltan muestras. De hecho, ahora el MET de Nueva York expone Egipto divino -sobre deidades– y hace unos días abrió el Gran Museo Egipcio en El Cairo.
El exotismo, la belleza y los mitos alimentan el interés sostenido por Egipto antiguo. Pero siempre hay más.
Egipto antiguo. MNBA. Foto: Mariana Nedelcu
El Nilo de Flaubert
Justo tengo en la mesita de luz memorias de Gustave Flaubert, autor de Madame Bovary.
“La literatura está tísica. Escupe, babosea, tiene llagas que cubre con emplastos untados de pomada, y se ha cepillado tanto la cabeza que ha perdido todo el pelo (…) Volver a lo antiguo es algo que ya se ha hecho. En la Edad Media ya se hizo. Queda el presente. Pero la base se tambalea: ¿dónde colocar los cimientos?”
Lo escribió Flaubert, buscador obsesivo de la «palabra exacta”. Y en 1850, medio siglo después de la campaña napoleónica para conquistar Egipto, partió hacia allí.
Flaubert debe haber vuelto de Egipto más convencido de que viajar te hace modesto -al menos por un rato- que cuando partió.
Además, un compañero de aquella aventura dijo que mientras miraban el Nilo Flaubert gritó: “¡Lo encontré! La llamaré Emma Bovary”.
Cuánto más lejos uno se va, más puede acercarse a sí mismo, como bien resume un dicho popular entre los viajeros.

