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Mariana Enriquez: “Leer por trabajo te saca de tu algoritmo personal”

Para cuando este diálogo tenga lugar, la escritora Mariana Enriquez debe haber concedido no menos de veinte entrevistas en diarios, radios, programas de televisión, podcast, ciclos de streaming o revistas. Y aún quedan unos días de su estadía en el país antes de que regrese a Tasmania (Australia), donde ahora reside con su pareja, y vuelva a trabajar en los tres o cuatro documentos de word que un día serán libros. Y sin embargo, la autora de Nuestra parte de noche (Anagrama) y del reciente Archipiélago (Ampersand) llega a esta conversación con Clarín con un café en la mano y la mejor actitud. Nada en ella revela la proyección internacional que ha logrado ni la fatiga por una charla y luego otra charla. Sigue siendo la periodista de Página/12 que, pese a recibir más o menos las mismas preguntas, inventa cada vez una respuesta nueva. Lo mismo con los miles de lectores que la siguen. “Me parece hermoso, pero entenderlo del todo, no lo entiendo”, dice sobre esa pasión que genera especialmente entre los y las jóvenes.

Mariana Enriquez fue dos veces jurado de Honor del Premio Clarín Novela. Foto: Maxi Failla.Mariana Enriquez fue dos veces jurado de Honor del Premio Clarín Novela. Foto: Maxi Failla.

Archipiélago (Ampersand), tu libro más reciente, mapea tus lecturas desde chica hasta el presente. Voy a empezar por el final, ¿qué estás leyendo ahora?

–En este momento exacto estoy leyendo A pedazos, de Hanif Kureishi (Anagrama). Lo estoy leyendo por trabajo, entre comillas, pero también porque vi una entrevista con él donde contaba que tuvo un accidente terrible, se rompió las vértebras y quedó cuadriplégico, y libro resume un blog que estaba haciendo con esa experiencia. Lo leo porque estoy interesada en libros que hablan del cuerpo de esa manera. Justo vengo de leer La merma, de María Moreno (Random House) y me parece que ahí hay una una narrativa interesante.

–Decías recién que estás leyendo por trabajo y en el libro haces una especie de reivindicación de la lectura obligada. ¿Por qué tiene mala fama y qué aspecto te parece positivo?

–El aspecto positivo tiene que ver con esto que estaba diciendo. Voy a leer un libro por trabajo, no para reseñarlo sino para hacer una nota sobre este libro, y encuentro ahí una narrativa que me interesa sobre cuerpos no hábiles, no capacitados del todo y me doy cuenta de todas las veces que agarré un libro sin que a priori me interesara demasiado el tema y luego me encontré algo ahí o un escritor que no no conocía y que me abre un mundo. Para mí leer por trabajo tiene cierta disciplina y además te lleva a lugares que habitualmente no irías, porque ahora lo decimos todo el tiempo por los algoritmos, pero las personas también tenemos nuestro algoritmo. O sea, en general vamos hacia lo que nos gusta, sea porque efectivamente nos gusta o porque tenemos prejuicios con lo otro. Y esta clase de lectura te obliga a salir de esas zonas.

–En Archipiélago también contás que en algún momento tomaste la decisión de construirte como como lectora profesional. ¿Por qué tomaste esa esa decisión?

–Creo empecé a construirme como lectora consciente, por decirlo de alguna manera, después de publicar mi primera novela. Era muy chica. Tenía 21 años y había escrito un libro, me lo habían publicado, estaba en contacto con escritores y enseguida empecé a trabajar en un diario. Y lo que sentí fue una inseguridad terrible. Algo normal porque tenía 21 años y no había leído nada. Entonces, me dije, «Tengo que leer un montón». Y ahí empecé a leer con cierto método, intuitivo, y salí de lo que me gustaba y eso después me quedó, fue con una especie de ejercicio que conservo.

–Tenés muchos lectores en todo el mundo. Gente de tu generación, lo que tiene lógica, pero también chicos muy jóvenes. ¿Cómo vivís esa pasión?

–Lo pienso mucho, sobre todo cuando vienen y me regalan cosas. No solo un dibujo, sino que escuchan las entrevistas que doy, descubren alguna cosa me gusta y me regalan un pin, un disco, un anillito… No lo entiendo. Me encanta, me encanta y es todo agradecimiento, pero creo que en ese agradecimiento también hay una parte de de estupedación. Porque a veces son cosas muy conmovedoras las que me dicen. Por ejemplo, en una firma rápida alguien me dice, «Gracias porque me salvaste» o «Gracias, me salvaste en un momento muy difícil de mi vida». Y yo digo ¿cuál será ese momento muy difícil? pero no hay tiempo tampoco para profundizar. Entonces, me parece que en eso está la sorpresa mutua. Yo sigo hablando de mis locuras y hay alguien ahí que se copa con eso y no lo entiendo del todo, siento que está bien que sea así, porque eso sería un cálculo de mi parte, pero no sé cuál es el secreto.

Redacción

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