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El Club de la Porota y una membresía para quienes desean transformar su realidad

A veces las personas decimos, como sentencia, frases como “me siento sola”, “estoy solo”, y creemos que estamos describiendo una realidad definitiva. Pero muchas veces no es una sentencia: es una experiencia interna. Una emoción. Un estado que la mente crea cuando interpreta “falta”. Falta de sentido, falta de pertenencia, falta de una conversación honesta, falta de abrazos y propósitos. Y como la mente es poderosa, construye una historia: “nadie me ve”, “no tengo a quién”, “no encajo”, “no sirvo”, “nadie me quiere”. Sin embargo, cuando logramos mirarnos desde afuera (como quien observa una nube cruzar el cielo o imaginamos nuestro funeral), aparece una posibilidad: no creernos todo lo que pensamos.

Lo veo seguido en los mensajes que recibo. “Hola, me siento sola”, me escribió Norma. Tiene 80 años, vive en Córdoba y no pertenece a ningún grupo. “Quiero charlar con alguien”, agregó. También me escriben hijos e hijas desde otros países: “Mi papá está muy solo. Somos varios hermanos y vivimos en el exterior. Mi mamá murió hace un año. No sale de casa. Se conecta con nosotros online, pero sabemos que no nos quiere preocupar”.

“Hola, no tengo plata, pero quiero sumarme”. O esta: “Quiero participar, pero no sé usar la tecnología”.

Detrás de cada mensaje hay algo que se repite: el deseo de conexión. Y también, casi siempre, un diálogo interno que frena. La mente ofrece razones para no soltar el freno de mano: “ya estoy grande”, “me da vergüenza”, “no voy a encajar”, “no sé”, “no puedo”, “no tengo”. No lo digo para juzgarlo. Lo digo para nombrarlo. Porque cuando lo nombramos, cambia el lugar desde donde lo miramos. Y cuando cambia el lugar, aparecen las preguntas que cambian la vista del punto: ¿qué necesito hoy para sentirme un poco más acompañada? ¿Cuál es el pequeño y posible paso que puedo dar hoy?

No es un truco. Es práctica. Es entrenamiento de atención. Volver al cuerpo, a la respiración, a lo concreto. Elegir un gesto. A veces ese gesto es mínimo: mandar un “hola”, aceptar una invitación, entrar a un encuentro virtual aunque sea sin cámara, escuchar otras voces, otras vivencias, dejar que la vida nos toque un poco. Y algo cambia: la soledad pierde su carácter de identidad (“soy sola”) y vuelve a su lugar real (“me siento sola”). Y si es un sentir, entonces también puede transformarse.

Hace años, cuando decidí crear el personaje de La Porota, lo hice con un propósito: darle voz a historias reales. A personas que estaban “bien” por fuera, pero que habían comprado la narrativa viejista de “a esta edad, no”. Personas atraídas por un deseo y que necesitaban un empujón para recordar que la vida es abundante, expansiva, maravillosa. Porque a veces nos cuesta incomodarnos. Salir del juicio y la comparación. Sin embargo, poco hablamos de lo placentero que es superarnos a nosotros mismos. Ese “me animé”. Ese alivio de descubrir que había una salida. Que un paso abría otro. Que nos hacemos camino al andar.

Desde ese placer, desde esa premisa, desde esa creencia nace la Membresía de la Comunidad de El Club de la Porota. No como un espacio terapéutico, no como una salvación o receta. Sí, como una comunidad que posibilita encuentros y conversaciones de alta frecuencia. Un espacio 100% online, con reuniones por Zoom, propuestas semanales y una conversación cuidada para encontrarnos con sentido. Arrancamos el 8 de enero de 2026, pero la puerta queda abierta: podés sumarte en cualquier momento del año. Porque la vida no siempre empieza cuando el calendario dice “inicio”; a veces empieza cuando el corazón dice “basta de esperar”.

El Club de la Porota y una membresía para quienes desean transformar su realidad

Y sí: es una propuesta arancelada. Lo decimos con claridad. Sostener un espacio cuidado requiere tiempo, trabajo, energía y equipo. Y también creemos algo: el dinero es una forma de honrar las decisiones que tomamos. De priorizarte. De elegir un lugar que te hace bien. Eso no significa desconocer realidades económicas; significa no disfrazar el valor de lo que construimos. Cuando alguien me dice “no tengo plata, pero quiero sumarme”, mi primera respuesta es escuchar. Ver opciones posibles. Y también recordarle algo: muchas veces lo que más nos frena no es la plata; es el permiso interno para cambiar.

Y cuando aparece el “no sé usar la tecnología”, la respuesta es simple: si sabés mandar un WhatsApp, ya empezaste. El resto se aprende. En comunidad es más fácil. El punto no es la plataforma; el punto es el encuentro. Y cuando el encuentro se vuelve hábito, la mente deja de repetir excusas y empieza a dejar espacio para otra cosa: sentir. Presencia. Gratitud. Alegría elegida día tras día, aunque creamos que el mundo nos impide hacerlo.

Nunca estamos del todo solos. Podemos estar sin compañía física, sí. Pero adentro hay una raíz que nos sostiene y afuera hay caminos para volver a pertenecer. A veces el cambio más grande empieza con un gesto mínimo: escribir “hola”. Y si ese “hola” te trajo hasta acá, quiero que sepas algo: no llegaste tarde. Llegaste cuando estabas lista, listo. Nunca es tarde para transformar tu realidad. Te esperamos.

¿Cómo sumarte a la membresía?

La Comunidad de El Club de la Porota es una membresía arancelada para personas adultas (+50, +60, +70, +80, +100) que quieren vivir la edad en red: sin viejismos, con buen trato, humor y profundidad. Es un espacio 100% online con encuentros en vivo por Zoom, propuestas para hacer a tu ritmo, comunidad en WhatsApp y una biblioteca de recursos. Cada mes trabajamos un tema central: bienestar, vínculos, tecnologías, propósito, cuidados, cuerpo, derechos y cultura de la longevidad. Iniciamos el 8/1/2026 (podés sumarte en cualquier momento). Para inscribirte, escribinos por WhatsApp: +54 9 3513 26-0243.

El Club de la Porota y una membresía para quienes desean transformar su realidad

Redacción

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