En el universo de los «what if» de Hollywood, pocas historias resultan tan fascinantes -y perturbadoras- como la que involucra a O.J. Simpson y el papel que definió la carrera de Arnold Schwarzenegger. Era 1984 y James Cameron estaba a punto de lanzar una película que cambiaría para siempre el cine de ciencia ficción: The Terminator. Lo que pocos saben es que el icónico T-800 estuvo a punto de tener un rostro completamente diferente, uno que en retrospectiva resulta escalofriante.
Según reveló el propio Cameron en una entrevista con Los Angeles Times, un ejecutivo de alto rango del estudio Orion Pictures llamó al director con una propuesta que dejó helados a todos los involucrados. La sugerencia era clara: O.J. Simpson como el Terminator y Arnold Schwarzenegger como Kyle Reese, el héroe humano.
O.J. Simpson como Nordberg en la franquicia de «La pistola desnuda».Pero Cameron tenía sus dudas. El motivo del rechazo ha quedado grabado como una de las ironías más oscuras del séptimo arte: el director sentía que el ex jugador de la NFL era «demasiado amable» y no resultaría creíble como una máquina asesina. Una década después, Simpson sería arrestado y juzgado por los brutales asesinatos de su esposa Nicole Brown Simpson y Ron Goldman, en lo que se conoció como «el juicio del siglo».
La propuesta que nunca prosperó
Mike Medavoy, ejecutivo de Orion Pictures, fue quien originó la idea de casting. En aquella época, Simpson era una figura querida por el público estadounidense: héroe del fútbol americano, ganador del Heisman Trophy y estrella emergente de Hollywood con papeles en películas como The Naked Gun. Su imagen era la del deportista carismático que hacía la transición perfecta al entretenimiento. Pero Cameron no lo veía como el cyborg despiadado que tenía en mente.
James Cameron consideraba a Simpson como «demasiado simpático» e «inocente» para ser el T-800 que él imaginaba. Foto: JOEL SAGET / AFPEl director recordó años después que en ese momento «todo el mundo amaba» a Simpson, y eso era parte del problema: «Era este tipo simpático, tonto y algo inocente». La percepción pública de «The Juice» en los años 80 era incompatible con la frialdad calculadora que requería el personaje. Cameron rechazó la propuesta de plano, y según sus palabras, la idea fue descartada antes de que ganara tracción.
Arnold Schwarzenegger entra en escena
La negativa de Cameron a considerar a Simpson abrió una puerta inesperada. Inicialmente, el estudio había sugerido a Schwarzenegger para el papel de Kyle Reese, y Cameron planeaba reunirse con él solo para rechazarlo educadamente. Sin embargo, ese encuentro cambiaría el curso de la historia del cine.
Durante la reunión, Schwarzenegger comenzó a dar ideas sobre cómo debería lucir y actuar el Terminator: cómo debería caminar, girar la cabeza como una máquina, moverse sin expresión humana. Cameron quedó impresionado. El actor austriaco no solo entendía al personaje mejor que nadie, sino que su físico imponente -producto de años como fisicoculturista- era exactamente lo que el director había visualizado para el T-800.
Cameron le explicó a Schwarzenegger que si interpretaba correctamente al Terminator, sería el personaje más memorable de la película, comparándolo con otros íconos del horror que habían trascendido como villanos protagonistas. Arnold aceptó, y el resto es historia cinematográfica.
La controversia que nunca termina
Cuatro décadas después, persiste el debate sobre qué tan cerca estuvo realmente O.J. Simpson de interpretar al Terminator. Arnold Schwarzenegger ha insistido en múltiples entrevistas que Simpson «ya estaba en el cast, aunque sin contrato firmado», y hasta afirmó poseer un arte conceptual del T-800 que originalmente tenía el rostro de Simpson debajo de la pintura final.
Cameron ha negado rotundamente esta versión, calificándola de «completamente incorrecta» y asegurando que Simpson «nunca estuvo en la mezcla en absoluto». El director insiste en que la propuesta de Medavoy fue rechazada inmediatamente y que nunca se llegó a producir arte conceptual alguno con la imagen de Simpson.
En entrevistas recientes, Cameron ha reiterado su posición, explicando que cuando Medavoy hizo la sugerencia, tanto él como la productora Gale Hurd «se miraron como si fuera la cosa más estúpida que habían escuchado en sus vidas».
El legado de una decisión
The Terminator se convirtió en un fenómeno cultural instantáneo, recaudando 78 millones de dólares con un presupuesto de apenas 6.4 millones. La frase «I’ll be back» se convirtió en una de las líneas más icónicas del cine, repetida en innumerables películas y formando parte del vocabulario popular. Arnold Schwarzenegger pasó de ser una estrella del cine de acción a convertirse en una leyenda viviente de Hollywood.
Sin embargo, las vueltas de la vida pueden ser crueles y hasta irónicas. En 1994, diez años después del estreno de The Terminator, O.J. Simpson fue arrestado tras una persecución policial televisada en vivo que paralizó a Estados Unidos. Su juicio por los asesinatos de Nicole Brown Simpson y Ron Goldman se convirtió en uno de los eventos mediáticos más seguidos de la historia. Aunque fue absuelto en el juicio criminal, la opinión pública lo consideró culpable, y su imagen de «tipo simpático» quedó destruida para siempre.
El acusado de doble asesinato, O.J. Simpson (C), mira un nuevo par de guantes extra grandes Aris que los fiscales le hicieron ponerse para el jurado el 21 de junio de 1995 durante el juicio por doble asesinato de O.J. Simpson en Los Ángeles. Foto: Vince BUCCI / AFPLa pregunta que persiste es qué hubiera pasado si Cameron hubiera cedido a la presión del estudio. ¿Habría The Terminator alcanzado el mismo estatus de culto con otro actor? ¿Habría Simpson tenido una carrera cinematográfica diferente? Son interrogantes que solo existen en universos alternativos, pero que siguen fascinando a los fans del género.
Lo que sí es innegable es que la decisión de Cameron de confiar en su instinto y darle el papel a Schwarzenegger fue acertada: el físico imponente del austriaco y su capacidad para transmitir frialdad mecánica resultaron perfectos para el T-800. Y la frase que lo resume todo: el director pensó que O.J. Simpson era demasiado amable para ser un asesino. La historia, con toda su oscura ironía, demostró lo contrario.

