La centenaria Casa Gallofré reabre un año después como tienda de ropa económica

La histórica tienda de lencería, pijamas y prendas de algodón Casa Gallofré reabrió sus puertas hace unos pocos días convertida en una tienda de ropa tremendamente económica. Hablamos de, por ejemplo, camisetas a tres euros. En estos momentos de aquel centenario establecimiento del barcelonés barrio de Sant Antoni únicamente quedan el letrero y la estructura de madera de los escaparates, los elementos catalogados por el Ayuntamiento. El nivel de protección E3 preserva principalmente elementos de interés paisajístico.

Casa Gallofré viene de esta manera a sumarse a la larga lista de históricos comercios barceloneses oficialmente calificados como emblemáticos de los que solo pervive su viejo rótulo, un rótulo que a la postre nada tiene que ver con la actividad que toma el relevo, un rótulo que en realidad se antoja un detalle absurdo, surrealista y a veces sardónico. Hoy por hoy en el Musical Emporium cambian billetes y monedas, en la librería Millà venden dispositivos móviles, en la camisería Xancó ofrecen souvenirs…

De aquel negocio del barrio de Sant Antoni solo queda el cartel y la estructura de madera de los escaparates

Las administraciones llevan mucho tiempo tratando de encontrar el modo de proteger las actividades de los comercios históricos –su espíritu, su alma y esas cosas–, pero aún no dieron con la manera. Comprar los locales de marras para asegurarse de que los vaivenes del mercado no expulsan a sus inquilinos de siempre parece más bien una solución excepcional y de emergencia. La verdad es que pocas historias ilustran mejor el cambio de época al que asistimos que la de la Casa Gallofré.

En la primavera del 2023 los responsables de este negocio de la calle Manso anunciaron que luego de 109 años de recorrido procedían a liquidar todas sus existencias, y que en cuanto terminaran echarían la persiana para siempre. A las puertas del establecimiento aún luce la placa que en 1999 instaló el Ayuntamiento para reconocer la trayectoria de este establecimiento nacido en 1914. Sí, la inminente subida del alquiler del local era uno de los factores que abocaba al cierre a la vieja Casa Gallofré.

Pero no era el único, y tampoco siquiera el más importante. Los responsables de aquel negocio detallaron por aquellas fechas que la gente ya no estaba dispuesta a gastarse diez euros en una camiseta interior aunque fuera a durarle lustros, que últimamente el algodón se había puesto del todo imposible y los márgenes del negocio estrechado demasiado, que buena parte de su clientela de siempre ya se había muerto, que el auge del comercio electrónico les había hecho muchísimo daño… Además, el histórico comercio nunca terminó de superar las rémoras de la pandemia.

Entonces, en plena cuenta atrás, una barbaridad de gente que hacía muchísimo tiempo que no se dejaba ver por aquí asomó de nuevo la cabeza para comprarse unos calzoncillos blancos a la vieja usanza y lamentar la mala nueva de una manera muy sentida y en ocasiones indignada. Qué vergüenza, dónde iremos a parar, tal y cual. De hecho, Casa Gallofré llevó a cabo su liquidación en unas pocas semanas, muchas menos de las esperadas por sus responsables. Aquello dejó un regusto si cabe aún más amargo al otro lado del mostrador. Si acaso esta barbaridad de gente hubiera regresado antes…

La nueva Casa Gallofré no tiene estos problemas. Para nada. El trasiego de clientes durante estas fiestas navideñas fue continuo, abundante y alegre. Como en los mejores tiempos del histórico establecimiento. A la ciudadanía en general le van súper bien las camisetas confeccionadas al otro lado del planeta por tan solo tres euros. Y aquí también puedes hacerte con chaquetillas por un poco más realmente apañadas. Estos precios, en estos tiempos que corren, son una inestimable ayuda en cualquier hogar. Algunos curiosos del barrio, mientras rebuscan en los percheros, lamentan que los nuevos responsables del establecimiento hayan pintado las viejas baldosas hidráulicas de toda la vida, y que en realidad en el interior del local no quede ya nada de aquel pasado. Una pena, pero qué le vamos a hacer, añaden mientras continúan rebuscando en los percheros.

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