Barcelona es una de las ciudades más atractivas del mundo y se sitúa en los primeros puestos de muchos rankings. En términos de crecimiento económico, a pesar de las buenas noticias en inversiones en el sector de la deep tech , nuestro PIB depende en gran parte del sector turístico. Y este sector tiene retos importantes relacionados con la productividad, dado que crece, eminentemente, a hombros de trabajadores con sueldos bajos. De hecho, esto pasa en Barcelona y en el conjunto del país.
Ahora bien, si hoy todavía dependemos del turismo, es necesario gobernarlo. Siempre decimos que la mayoría de gente que nos visita lo hace atraída por una manera barcelonesa de ser y de hacer. Y, a la vez, para entender la complejidad, tenemos que saber que ese éxito está afectando al día a día de los barceloneses y las barcelonesas. Gestionar la complejidad derivada del turismo nos obliga a gestionar externalidades como el aumento de precio de la vivienda que provoca el empobrecimiento de muchas familias y la expulsión a otros municipios, la dificultad de vivir tranquilo en fincas con exceso de apartamentos turísticos, la destrucción del tejido comercial del barrio por un comercio de baja calidad y de monocultivo turístico o la saturación de algunas zonas y servicios, como el transporte público.
Hemos de garantizar el equilibrio entre los que vivimos en la ciudad y los que la disfrutan
Hoy, una mayoría de barceloneses y barcelonesas empiezan a ver que la ciudad se les cuela entre los dedos. Hace falta que los barceloneses recuperemos el control. Necesitamos garantizar el equilibrio entre los que vivimos y los que disfrutan. Conscientes de esta realidad, desde el inicio del mandato hemos trabajado para marcar las prioridades y una agenda que permita que la ciudad recupere ese equilibrio, para que se gobierne el turismo y Barcelona no deje de ser Barcelona.
En este sentido, en el marco del acuerdo de ordenanzas fiscales con el gobierno municipal, exigimos doblar el recargo turístico que pagan los turistas, pasando de 4 a 8 euros/día. Nuevos recursos que permitirán invertir para reducir o compensar el impacto del turismo en las zonas más afectadas de la ciudad. Estamos convencidos que es un paso adelante, con 200 millones de euros más en las arcas municipales al servicio de la ciudadanía.
Nuestra segunda exigencia ha sido que los barceloneses dejen de pagar por lo que ensucian los turistas. Hasta hoy, los 15 millones de visitantes anuales generan residuos de los cuales no pagan los gastos de tratamiento. Gracias a la propuesta de ERC, los turistas pagarán por el tratamiento de los residuos que generen. Y esto significará que los vecinos de Barcelona verán reducida la tasa.
Dos pasos adelante para recuperar el equilibrio. Y continuaremos trabajando con el objetivo que nos mueve: que Barcelona continúe siendo Barcelona, una ciudad que sabe encontrar el equilibrio entre nuestro atractivo y dinamismo y garantizar el día a día y el carácter y personalidad de la ciudad. Garantizar el equilibrio para seguir siendo la Barcelona que conocemos. Una ciudad que, al final, se hace respetar.
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