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miércoles, febrero 5, 2025

Lavanderías por fuera, cárceles por dentro: cómo eran los infernales asilos que Cillian Murphy descubre en su nueva película

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Esta película está dedicada a más de 56.000 niñas jóvenes enviadas a instituciones de la Magdalena por ‘penitencia y recuperación’ entre 1922 y 1998. Y los niños que les quitaron”. Eso dice una placa al final de la película protagonizada por Cillian Murphy Small Things Like These (Pequeñas cosas como esas).

Y no, no es un spoiler.

Bill Furlong, el héroe melancólico surgido de la pluma de Claire Keegan en la novela homónima, es dueño de una carbonera en Dublín. Tiene una esposa a la que quiere mucho y cinco hijas pequeñas a las que, afortunadamente y no sin cierta culpa, puede alimentar y cobijar.

Es 1985. Vísperas de Navidad. Furlong es toda una eminencia en el pueblo, lo adoran, pero él no se siente bien consigo mismo: la dura realidad económica de su Irlanda natal le inflige un sentimiento de culpa que no sabe cómo mitigar… Hasta que toma una decisión.

En el correr de las primeras páginas de la novela y de los minutos inciales del film, el lector o el espectador empatizará con Bill -en el caso del cine, gracias a una sutil e intensa interpretación de Murphy; en el del libro, no tanto por el martirio del personaje como por su bondad extrema- y se enterará que fue criado por una vieja aristócrata, Mrs. Wilson, que además le dio trabajo y hogar a su mamá joven y soltera.

A diferencia de otras madres solteras, la de Bill encontró en Mrs. Wilson a un ángel guardián. Una excepción a la regla teniendo en cuenta que en buena parte de la Irlanda de mediados del siglo pasado tener un hijo bastardo era causante de severas penitencias y motivo más que suficiente para que desde ese entonces una mujer comenzara a ser resistida por la sociedad.

Tanto la película de 2024 (ganadora en el último festival de Berlín en el rubro de Mejor interpretación de reparto para Emily Watson) como la novela de Keegan (publicada en 2021 y editada en español por Eterna Cadencia) exponen un infierno que fue vox populi durante décadas y que gracias a voces como estas Irlanda, de alguna manera, pudo resolver.

Desde 1922 hasta 1998 funcionaron en Irlanda los Asilos de las Magdalenas o Lavanderías de las Magdalenas, instituciones religiosas administradas mayormente por la Iglesia Católica (por la congregación de la Hermanas de la Misericordia) en connivencia con el Estado.

Cillian Murphy es Bill Furlong en Small Things Like These.Cillian Murphy es Bill Furlong en Small Things Like These.

A estos asilos iban a parar las llamadas “mujeres caídas”. ¿Qué se entendía por “mujeres caídas”? Prostitutas, madres solteras, violadas, desterradas, embarazadas, maquilladas de más.

Las familias las depositaban en estas lavanderías como una carta en un buzón. Lo hacían por sus supuestas transgresiones morales. En el caso de las mamás solteras, muchas veces las monjas las separaban para siempre de sus bebés y las ponían a hacer trabajo forzado. De ahí la culpa de Furlong; su necesidad de hacer algo.

Pasaban todo el día en silencio y fregando. No habían nombres ni apellidos. Llamaban “madres” a las monjas y las monjas a ellas las llamaban “hijas”. Generalmente limpiaban pisos o lavaban ropa, pero también hacían tareas de costura. Todo sin ver ni un centavo de libra.

Cuando eran castigadas por romper las reglas del asilo, las hermanas las encerraban en habitaciones o cobertizos con candados o pesadas cadenas. Algunas caídas pasaban allí semanas, otras años, otras toda su vida.

Video

Tráiler de Small Things Like These, película con el ganador del Oscar Cillian Murphy

Frances Finnegan, autora de un largo ensayo sobre las magdalenas, intentó encontrarle una explicación al crudo accionar de la Iglesia. Llegó a la conclusión de que las congregaciones que controlaban los asilos lo hacían tanto para mantener el orden social y moral dentro de una estructura patriarcal como para aprovecharse del trabajo no remunerado de las mujeres.

El destape

En 1993, poco antes del cierre de la última lavandería, una constructora a la que una congregación le había vendido terrenos descubrió en las inmediaciones tumbas con 155 cadáveres.

Lo que pasaba en los asilos, cuya crudeza aún no fue probada por ningún documento oficial relevante, comenzó a ser expuesto en los medios verbal y gradualmente a partir de los años noventa.

Portada de la última edición de Portada de la última edición de «Small Things Like These», de Claire Keegan. Foto: Eterna cadencia

En 1997, la TV irlandesa emitió un documental en donde por primera vez las internas de un asilo aseguraban haber sufrido en ellos abusos sexuales, psicológicos y físicos. La presión social hizo que el Gobierno admitiera su existencia, aunque desentendiéndose de las investigaciones propuestas por el activismo alegando que las lavanderías eran administradas por empresas privadas.

En 2011, el tema se instaló definitivamente en la agenda gracias al estreno de otro documental incriminatorio y la posterior creación del grupo Sobrevivientes de las Magdalenas Unidas, el primero conformado por víctimas de las congregaciones que pudo tener una conversación cara a cara con representantes gubernamentales.

Las mujeres solían trabajar lavando ropa, pero también hacían trabajos de costurería.Las mujeres solían trabajar lavando ropa, pero también hacían trabajos de costurería.

Se presentó el caso de las lavanderías ante la Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes de las Naciones Unidas, alegando que las malas condiciones de los asilos y la tortura y explotación de sus trabajadoras constituían violaciones a los derechos humanos.

La respuesta del Gobierno irlandés fue agridulce.

En 2013, el senador Martin McAleese compartió un informe en donde minimizaba lo sucedido en los asilos. Para el político, las monjas solo abusaban verbalmente a las mujeres que tenían encerradas. Nada más.

“Las monjas no eran hábiles en la administración de una empresa comercial. Las lavanderías, mientras duró su administración, eran operadas como una fuente de fondos para sostener la manutención de las jóvenes y mujeres junto con una contribución al sostenimiento de las monjas”, decía el informe, en plena contradicción con los discursos de quienes sostenían que eran las monjas quienes se quedaban con el dinero de aquellos que requerían de sus servicios.

A partir de la década del diez se empezó a pedir mayores explicaciones sobre lo ocurrido en los asilos de las Magdalenas. Foto: William Murphy / https://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0A partir de la década del diez se empezó a pedir mayores explicaciones sobre lo ocurrido en los asilos de las Magdalenas. Foto: William Murphy / https://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0

Fue también en 2013 cuando el Taoiseach de Irlanda, Enda Kenny, se disculpó formalmente por lo ocurrido. El 19 de febrero, la máxima autoridad de ese país se refirió a las lavanderías de las Magdalenas como “la vergüenza de la nación”. “Yo como Taoiseach, en representación del Estado, el gobierno y nuestros ciudadanos lamento profundamente y pido disculpas sin reservas a todas aquellas mujeres por el daño que se les infligió y por cualquier estigma que padecieron, como resultado del tiempo que pasaron en una lavandería de la Magdalena”, dijo.

El Estado puso a disposición de las víctimas un monto de 50 millones de libras irlandesas en compensación, así como también la emisión de una tarjeta médica, servicios psicológicos y de consejería.

Una sobreviviente de los asilos que contó su verdad.Una sobreviviente de los asilos que contó su verdad.

Para la autora del ensayo mencionada anteriormente, hubo dos aspectos fundamentales (de igual injerencia) que le dieron fin a los infames asilos: el cambio de actitud de la época y la popularización de los lavarropas.

Redacción

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